(196 pág.; Anagrama) (20; mayo de 2011)
El escritor
de cuentos e historias para niños (Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate,
Las brujas, entre muchos otros) en su primera novela, escrita cuando contaba 63
años, se destapa con esta historia que bien podría figurar entre las de La
sonrisa vertical o ser un anticipo del atrevido Henry Miller.
Aunque
contada en tono de guasa, no deja de haber escenas y descripciones exclusivas
para mayores de edad. Aunque le sobran unas decenas de páginas porque se
repiten las historias que cuenta, tiene dos ideas que para el momento en que
fue escrito (1979) me parecen muy adelantadas o, cuando menos, de rabiosa
actualidad: una pastilla tipo “viagra” y un banco de esperma de genios. Estas
dos ideas son las que le dan pie a las descripciones “subidas de tono”.
Insisto que
es una comedia, pero para adultos liberales, muy liberales, pues el
protagonista comparte sus beneficios con una compañera de estudios, ya que ella
es el anzuelo que atrae a los genios a tan específico banco, lo cual no creo
que sea muy políticamente correcto.
“Empiezo a
sentir, una vez más, el impulso de saludar a mi tío Oswald.”
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