domingo, 26 de marzo de 2017

Rosa Montero: El corazón del Tártaro (***)

(268 pág.; Espasa)                                         (14; marzo de 2017; en Madrid)
Hace más de seis años que leí una obra suya por vez primera y he tenido que esperar tanto para leer otra porque tanto esperan otros autores ser releídos. Es un problema que el tiempo irá paliando. Lo empiezo en el tren de ida a Madrid y lo termino en el de vuelta. Un fin de semana de regalo de Marisol por ser mi santo. Aparte del viaje, el regalo fueron mis hermanos. Son estupendos.
Montero escribe de una manera que me gusta mucho: no es parsimoniosa pero, en cambio, sus frases tienen enjundia. La novela se inicia con el ruido de un despertador y, a renglón seguido, con el de una llamada telefónica que hace que la protagonista salga huyendo de su casa y, a lo largo de las próximas veinticuatro horas, siga huyendo y recordando lo que fue su pasado.
Interesante novela, casi sin altibajos, mezclada con la historia de El caballero de la Rosa de Chrétien de Troyes, considerado el primer novelista de Francia.




“Lo peor es que las desgracias no suelen anunciarse.”


sábado, 25 de marzo de 2017

Manuel Azaña: La velada en Benicarló (*/**)

(248 pág.; Reino de Cordelia)                                   (13; marzo de 2017)
Quería leer La Corona, pero es inencontrable, así que me conformé con esta velada. Obra de teatro que sólo se ha representado una vez y que supongo un poco tostón, pues la lectura me lo ha parecido, ya que los participantes en la velada pueden soliloquiar tres o cuatro páginas y esto se repite bastante a menudo. Además, hay que estar muy impuesto en la época de la Guerra Civil para entender, ya no entre líneas, sino a lo que se refiere Azaña.
De la historia poco hay que contar: once personas se encuentran una noche de 1937 en un hostal de Benicarló y hablan de la situación en la que se encuentra España. Entre ellas hay un diputado, un médico, un comandante, un abogado, un escritor, un ex ministro, y cada uno ofrece su visión que, según se indica en la introducción, es la opinión que tenía Azaña de los pormenores de lo que había sucedido durante la República y la revuelta militar.




“El auto del doctor Lluch devora la distancia entre Barcelona y Benicarló.”


domingo, 12 de marzo de 2017

Nick Hornby: Cómo ser buenos (**)

(330 pág.; Anagrama)                                               (12; marzo de 2017)
La protagonista de la novela inicia su historia diciéndole a su marido que quiere el divorcio y que acaba de acostarse con un hombre. El marido, columnista de un periódico, se encarga de la casa y de sus dos hijos, pero es un hombre “airado”, como el título de su columna, pero conoce a un curandero que tiene ansias de cambiar el mundo y esto lo convierte en un hombre “bueno” y ella se las ve y se las desea para no parecer una mujer cínica y que no desea lo mejor para los demás.
La novela es para pasar el rato, pero no por ello deja de lanzar al aire la cuestión de porqué no podemos ser más buenos con nuestros semejantes más desfavorecidos, y la tesis la plantea a través de las situaciones en las que se encuentran sus personajes. Agobia pensar en ser uno de ellos, pero divierte verlo desde afuera.




“Estoy en un aparcamiento de Leeds cuando le digo a mi marido que no quiero seguir casada con él.”


domingo, 5 de marzo de 2017

Jonathan Swift: Los viajes de Gulliver (***)

(350 pág.; Club Internacional)                                  (11; marzo de 2017)
La noche de Reyes, en nuestro habitual paseo por las paradas de la Gran Vía, vemos una tienda Re-read y Marisol me hace el regalo de este libro, de edición humilde aunque de ostentosa portada, pero de contenido fabuloso y no lo digo por los tamaños de los seres que lo habitan.
Se dice en la introducción que hay que conocer la época del autor, siglo XVIII, para entender que no es un libro para adolescentes, sino que es una crítica mordaz a lo que sucedía en ese siglo y que Swift lo disfrazó como sucesos en mundos irreales. Así parece en el primer y más conocido viaje del protagonista: Lilliput. Pero ya apunta maneras y no hay que saber mucho del XVIII para darse cuenta de que va dejando caer alguna pulla.
En el siguiente viaje ya se ve más claro, pero hay que estar ciego para no darse cuenta que en el cuarto y último arremete contra todo y contra todos. Tanto es así, que cuando Gulliver vuelve a la civilización no soporta el olor ni la visión de ningún humano, conocidos en este viaje con el nombre de yahoo. ¿Suena verdad? Pues cuando ya nadie se acuerde de qué era yahoo, este libro todavía seguirá leyéndose y sorprendiendo al lector con la crítica tan bien argumentada y divertida a la vez. De lectura inexcusable.




“Me llamo Samuel Gulliver, y soy el tercer hijo de un modesto propietario del condado de Nottingham.”


sábado, 4 de marzo de 2017

Pierre Boulle: El puente sobre el río Kwai (**/***)

(181 pág.; Letra Celeste)                                          (10; febrero de 2017)
Tener la película medianamente presente y leer la introducción es todo un placer, pues se puede comprobar que de una buena novela, y cambiando lo que haga falta, se puede conseguir una película estupenda. Así que no cuento nada de esa introducción, de un puñado de páginas, para que el interesado lector me haga caso. Si quiere, claro.
¿He de explicar de qué va esta novela? ¿He de decir que su autor es el de El planeta de los simios y que sus finales son inesperados? Como la segunda pregunta ya incluye las respuestas diré dos palabras sobre la primera: durante la Segunda Guerra Mundial los japoneses quieren que los prisioneros ingleses construyan un puente, pero también han de participar los oficiales, a lo que se opone el coronel del regimiento. Este hombre es de una fortaleza mental indestructible, por lo que el coronel japonés se las verá y deseará para hacerle cambiar de opinión y…




“El abismo infranqueable que algunas miradas adivinan entre el alma occidental y el alma oriental tal vez no sea más que el efecto de un espejismo; tal vez se deba únicamente a la representación convencional de un lugar común sin base sólida, a una apariencia pérfidamente disfrazada de intuición penetrante, cuya veracidad primigenia permita siquiera ser invocada para justificar su…”