domingo, 26 de abril de 2020

Miguel de Cervantes Saavedra: Don Quijote de la Mancha II (***)


(576 pág.; Alfaguara)                         (9; abril de 2020)
Tal y como dije e hice el pasado año, leo por segunda vez este libro, más de diez años de cuando lo leí por vez primera. No sé si por las especiales circunstancias en las que estamos inmersos o por otras causas que desconozco, me ha costado más leerlo de lo que me esperaba, no porque no me pareciera interesante o entretenido, que lo es y mucho, sino que quizá al leerlo a través de un lector las notas a pie de página están yendo y viniendo, es decir, que no están al pie, por lo que no paras de dejar la página y volver a ella en otra posición y hay unas cincuenta notas por capítulo y estos son setenta y cuatro. Dejo para alguien interesado en la aritmética que calcule cuántas notas son, aproximadamente.
Lo que sí es exacto es que este libro es de un ingenio maravilloso, pues no solo cuenta la historia de un loco cuerdo y su criado, sino que las situaciones a las que se les enfrenta están llenas de imaginación y entretenimiento, tanto para los protagonistas secundarios, que son quienes las idean, como para los lectores; además, todo ello viene trufado de la sabiduría tanto de Don Quijote como de Sancho, pues los dos tienen frases, consejas y dichos como no se encontrarán en otros libros.
Me faltaba un buen tercio cuando decidí terminarlo en un par de sentadas y lo disfruté mucho más que hasta ese momento y me imbuí tanto de la situación de Don Quijote que llegado el final del libro me entristeció (a pesar de que tenga cuatro siglos de vida, para los que no lo han leído su final es tan ignoto como para sus primeros lectores).
No es mi intención acabar aquí mi aventura con este caballero andante, sino que de aquí a nueve años ya tengo anotada la lectura del primer libro, al fin y al cabo, el libro ya lo tengo y lo único que necesito es tiempo y eso, si estoy para entonces, será algo de lo que más tendré.








“Todo hartazgo es malo, pero el de pan es malísimo.”   Un médico.   XLVII
“Sé padre de las virtudes y padrastro de los vicios.”   Don Quijote.   LI
“Nací para vivir muriendo y tú para morir comiendo.”   Don Quijote   LIX

sábado, 18 de abril de 2020

Rafael Sánchez Ferlosio: La forja de un plumífero (**)


(33 pág.; Destino)                               (8; abril de 2020)
Supongo que esta especie de libro, que por su forma aparente lo es, pero que, en el fondo es como un artículo periodístico largo, lo regalaban en el Fnac cuando le dieron a su autor el reconocido Premio Cervantes y, desde entonces, tenía ganas de leerlo, precisamente por su diseño y, también, porque el primer libro que había leído de él me había gustado mucho y lo recordaba, aunque hubieran pasado ocho años.
Al igual que el diseño es diferente, raro sería excesivo, el contenido del texto también puede calificarse de no habitual: como puede apreciarse por la frase al pie, comienza hablando de su infancia, de su padre, de la Falange y la guerra civil, y llega al inesperado éxito del libro que yo leí, El Jarama, y eso hace que se encierre en su casa durante quince años, supongo que más o menos en tiempo y en el confinamiento, para estudiar filología. A partir de aquí habla sobre esta ciencia y técnica y cuesta seguirlo. Aunque interesante, diferente.





“Tengo la convicción de que al menos desde la adolescencia fui el predilecto de mi padre, en lo que pudo influir nuestro vicio común de manejar la pluma, aunque él nunca llegó los extremos patológicos de grafomanía que he alcanzado yo.”




sábado, 4 de abril de 2020

B.S. Naipaul: Una casa para el señor Biswas (**)


(640 pág.; Debolsillo)          (7; marzo de 2020)            (Premio Nobel 2001)
Marisol lo dejó a medias y a mí me parecía interesante al principio, pero a medida que avanzaba cada vez me costaba más, y no quiero decir que esté mal escrito o que no se entienda, pero los personajes y las situaciones en las que se desarrolla la historia me hizo desinteresarme por ella, además de las circunstancias actuales en las que estamos inmersos que, quieras o no, también afecta. Esas son las razones por las que, pudiendo haber dejado de leerlo, considero que es recomendable.
El protagonista, que da nombre al libro, se llama así desde que nace, es decir, “señor Biswas”, cosa curiosa y divertida, cuando te refieres a un bebé o un niño. Ya hecho hombre no tiene oficio ni beneficio, salvo que pinta carteles, y conoce a una joven dependienta de un gran almacén a la que enamora a través de un solo billetito lanzado a su mostrador. La joven es la hija de la dueña del gran almacén, pero a pesar de la diferencia social nadie pone reparos a su boda. Y durante toda la novela oiremos los lamentos del señor Biswas de haber caído en las garras de esa familia.
En esa curiosa familia viven todos juntos, aunque por mayoría debería decirse que viven todas juntas, pues son muchas más hermanas que los dos hermanos que tienen, y cuando ya están casadas los cuñados apenas pintan nada. A pesar de que el señor Biswas vive a su costa ello no le impide mofarse agriamente de ellos e, incluso, ponerles motes. El sueño del mencionado protagonista es tener una casa propia y de ello tratará toda la novela.





“Diez semanas antes de morir, el señor Mohun Biswas, periodista de Sikkim Street, St. James, Puerto España, fue despedido.”