(33
pág.; Destino) (8;
abril de 2020)
Supongo que esta especie de libro, que por su forma
aparente lo es, pero que, en el fondo es como un artículo periodístico largo,
lo regalaban en el Fnac cuando le dieron a su autor el reconocido Premio
Cervantes y, desde entonces, tenía ganas de leerlo, precisamente por su diseño
y, también, porque el primer libro que había leído de él me había gustado mucho
y lo recordaba, aunque hubieran pasado ocho años.
Al igual
que el diseño es diferente, raro sería excesivo, el contenido del texto también
puede calificarse de no habitual: como puede apreciarse por la frase al pie,
comienza hablando de su infancia, de su padre, de la Falange y la guerra civil,
y llega al inesperado éxito del libro que yo leí, El Jarama, y eso hace
que se encierre en su casa durante quince años, supongo que más o menos en
tiempo y en el confinamiento, para estudiar filología. A partir de aquí habla
sobre esta ciencia y técnica y cuesta seguirlo. Aunque interesante, diferente.
“Tengo la convicción de que al menos desde la adolescencia
fui el predilecto de mi padre, en lo que pudo influir nuestro vicio común de
manejar la pluma, aunque él nunca llegó los extremos patológicos de grafomanía
que he alcanzado yo.”
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