sábado, 31 de octubre de 2020

Sun Tzu: El arte de la guerra (**/***)

(73 pág.; Universitat Autónoma)                               (53; octubre de 2020)

Tercer libro del CLC, esta vez elección de Joel. En algún momento hubiera terminado leyendo este libro, pues la imagen que está más abajo es el libro que tenemos, pero he ido pasando por la estantería y he terminado eligiendo a otro autor. No obstante, estoy muy contento de haberlo leído, pues me ha parecido muy interesante desde la primera línea, que está después de la portada.

Sun Tzu o Sunzi, en catalán, fue un general que plasmó sus conocimientos en un librito de apenas sesenta páginas, pues el resto es una introducción que pone en antecedentes al lector indicándole cuál era la situación social que se vivía en los años que él vivió supuestamente, pues es posible que no haya existido nunca, ya que hay comentarios que serían dos siglos posteriores a su vida. Yo he leído la introducción después de leer a Tzu y ha valido la pena, ya que está a la altura del autor.

Pero ciñéndonos al texto de la guerra, y que a más de uno podría parecerle una lectura superflua, he de decir que yo creía que iba a leer una serie de reglas militares para ganar batallas y, en cambio, me he encontrado con un libro que, sin ser filosófico, plantea cuestiones que van más allá de cómo colocar un ejército o tomar una fortificación. Lo primero que dice Tzu es que la mejor guerra es aquella que no se libra, lo que sería una política anticomercial para su libro pero, en cambio, da una pauta de cuál es el pensamiento último de este general. Sí que entra en aleccionarnos para las batallas, pero siempre aderezándolo con un deseo de conocimiento más superior, instado al lector a que conozca contra quién se enfrenta y, sobre todo, quién es uno mismo. Estoy convencido de que más de un coach debe tener este libro bajo la almohada, y no lo hace en vano.




“Sun Tzu dice: la guerra es de vital importancia para el Estado; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio: es forzoso manejarla bien.”



domingo, 25 de octubre de 2020

Ismail Kadaré: El general del ejército muerto (**/***)

(346 pág.; Alianza)                             (55; octubre de 2020)

Este libro me lo regaló de Joel por Reyes y por fin lo he leído. Me parece que ya no me queda ninguno anterior a mi cumpleaños y con la esperanza de que para el próximo no quede ninguno de este año. Ya veremos. Pero mientras tanto los voy disfrutando.

El deseo de leerlo vino de una recomendación y la contradicción del título hizo que aún tuviera más ganas. Como voy a explicar poco de la trama, por lo menos aclararé lo del título: a un general italiano se le encarga que exhume los cadáveres de los italianos que cayeron en Albania veinte años atrás durante la Segunda Guerra Mundial. Y hacia allí se va el general con un coronel capellán y un sinfín de indicaciones para encontrar los cuerpos. A partir de aquí Kadaré va relatando, en capítulos más bien cortos, diversas situaciones en las que se van encontrando. El tono de la novela es tranquilo salvo en un par de ocasiones, aunque los enviados tienen que sufrir las molestias de no tener un lugar fijo de descanso y las inclemencias del tiempo atmosférico, pero hay un capítulo cerca del final que no se puede dejar de leer sin acabarlo debido a la tensión del relato y a la situación en la que se encuentran los protagonistas. Este es un libro cuya lectura es interesante.





“Sobre la tierra extranjera caía una mezcla de agua y nieve.”



sábado, 24 de octubre de 2020

Haruki Murakami: Tokio Blues (***)

(383 pág.; Tusquets)                           (54; octubre de 2020)

Ya hace unos meses que me encontré este libro en la calle y, como no lo teníamos, me lo quedé con la intención de leerlo, a pesar de que Murakami estaba a mucha distancia de volver a ser leído, pero el destino me dio la posibilidad de disfrutar de una de las obras más reconocidas de él, y con razón.

Un joven cercano a la cuarentena escucha una canción de Los Beatles mientras aterriza el avión en el que viaja y eso lo retrotrae veinte años atrás, cuando tenía dieciocho años y, mientras el avión toca tierra, se desliza por la pista y termina anclado en la terminal, el joven se recreará recordando dos o tres años de su vida y nosotros los conoceremos de primera mano: entre otras vivencias, recordará a su amigo de los dieciocho y a la joven que era novia de su amigo; la relación que tuvo con ella; a la chica que conoció cuando ya tenía veinte años; cómo eran sus relaciones con sus padres y cómo le iba en la universidad; recordará todo eso hasta que lo desalojen del avión.

Su lectura es envolvente, pues nos transporta a Japón (aunque yo no era consciente de que estaba hablando un japonés, salvo cuando surgía alguna palabra que no se ha traducido), y a las sensaciones vividas por una persona próxima a los veinte años que las vive, las siente y, para bien del lector, les transmite mejor, con lo que uno disfruta leyéndolas y, a medida que va pasando las hojas, se lamentar de que al viaje cada vez le quede menos recorrido. Destino: por otro Murakami en mi camino.





“Yo entonces tenía treinta y siete años y me encontraba a bordo de un Boeing 747.”



domingo, 18 de octubre de 2020

Josefina Aldecoa: Historia de una maestra (***)

(232 pág.; Alfaguara)                         (52; octubre de 2020)

Hace mucho tiempo que anoté leer algo de esta escritora que adoptó el apellido de su marido y, al poner al día los libros adquiridos por Marisol me encuentro con este, ¡qué suerte!, pues es una verdadera delicia leer su prosa y la historia que pudo vivir su madre.

La historia de esta maestra recrea la vida de su madre y, de paso, nos recuerda nuestra historia de hace noventa años; cómo estaba la educación, el ambiente social, las ganas que había de que hubiera un cambio y cómo los que detentaban el poder se resistían a cualquier intento de que la educación abriera los ojos a aquellas capas sociales a las cuales se las mantenía ciegas a la realidad.

Yo he tenido la suerte de recibir instrucción de personas como la protagonista de la novela, que no solo se preocupa de dar el temario, sino que sabe que por encima de este está la de formar a los que el día de mañana serán adultos y que hay que adaptarse a las capacidades y necesidades de cada uno. He disfrutado mucho leyendo esta historia y sintiéndome trasladado a los años anteriores a la segunda república y al cambio social que supuso esta.





“Contar mi vida…”



sábado, 17 de octubre de 2020

J.D. Salinger: Nueve cuentos (**)

(288 pág.; Edhasa)                             (51; octubre de 2020)

El 23 de abril de este año no pudo celebrarse, por lo menos en Cataluña, el día del libro debido al covid. Fue un día triste, pues a pesar de que tanto Marisol como yo trabajamos hasta más allá de media tarde, las últimas horas del día es un placer ir a comprar algún libro. Así que cuando el día 23 de julio llegó y se declaró como día del libro de este año no tenía ganas de celebrarlo pero, al final, pensé que era mejor no despreciar la oportunidad y fui a la librería más cercana que tengo, una de aquellas pequeñas que no se entiende como pueden sobrevivir, y compré un libro para las personas más allegadas a mí. Este es el que le regalé a Joel, pues había comentado que le había gustado mucho su guardián.

Como parece ser que me gustan mucho los relatos me alegré que este también fuera de ese estilo y poder degustar otra buena obra de este autor, pues la que he mencionado antes también la disfruté. Estos cuentos no están a la misma altura, aunque en la presentación ponderan mucho el cuento al que alude la portada. Son cuentos cuya lectura atrapa al lector, pero cuyo abrupto final fuera de la lógica de la narración, que sorprende, no hace que el relato trascienda más allá, sino que, incluso, lo desdibuja; por lo menos, esa es mi opinión (que debe estar errada cuando el libro está tan bien considerado). En cualquier caso, su lectura no será una pérdida de tiempo pues son historias bien contadas (y también es mi opinión). Espero que a Joel le guste, cuando menos, como a mí.





Si tuviera algún sentido —no lo tiene ni por asomo—, creo que me sentiría inclinado a dedicar este cuento, si es que algo vale, especialmente si tiene algunas partes un tanto subidas de tono, a la memoria de mi desaparecido y también subido de tono padrastro, Robert Agadganian hijo.”

El periodo azul de Daumier-Smith



domingo, 11 de octubre de 2020

Kevin Wilson: La familia Fang (**)

(384 pág.; B de Books)                                   (50; octubre de 2020)

Este libro lo cojo de nuestra estantería virtual a la que corresponde la letra w sin tener más idea de él que el hecho que lo ha comprado Marisol y, al cruzármela en el pasillo, le pregunto si lo ha leído y me dice que lo tiene pendiente. Cruzo los dedos.

Los de la foto de la portada es la familia que presta su apellido al título del libro: padres y un hijo de cada sexo (de los clásicos, claro). Los padres se consideran unos artistas del happening (acontecimiento teatral sin guion o trama, según Wikipedia) e incluyen a sus hijos en esos montajes, la mayor parte de los cuales y, sobre todo, con el paso del tiempo, acaban siendo un desastre. Los hijos van creciendo y distanciándose de sus padres, buscando su lugar según su propia manera de ver el mundo. Y de eso va la novela que, pese a que no está mal escrita y que tiene un final con intriga incluida, no creo que vaya mucho más allá. Entretiene lo suficiente como para darle una oportunidad.





“El señor y la señora Fang lo llamaban arte.”



sábado, 10 de octubre de 2020

Khaled Al Khamissi: Taxi (***)

(219 pág.; Books4pocket)                              (49; septiembre de 2020)

Hará más de un año y medio que Daniela me recomendó este libro, pero con la de recomendaciones que recibo y el gusto de atender a todas, hace que el tiempo medio que se pasan en barrica viene a ser de dieciocho meses y, como acostumbra a ser, el resultado es de lo mejorcito cada año. Y esta añada no ha sido diferente: lo comencé una mañana y lo acabé de madrugada cuando me desvelé, lo que no lamento, pues el libro es una absoluta delicia.

El autor, que coge muchos taxis debido a sus múltiples desplazamientos en la ciudad de El Cairo, escucha todas las quejas de los taxistas y las plasma en el libro tal y como se las dictaron, incluso con alguna palabra más fuerte que otra u obviando algún nombre para librarse de posibles acusaciones por injurias. Las hay de todos los tipos: políticas, explicando porque Anuar El Sadat es considerado como el padre de los egipcios (divertidísimo relato el que hace referencia a la expulsión de los mismos de Grecia); denuncias, relatando en varias ocasiones y por diferentes motivos los sobornos que hay que acabar pagando a los funcionarios y policías si tienes problemas o si no quieres tenerlos; las propias de su profesión, las muchas horas que tienen que trabajar los taxistas pues no hay taxímetros (o no los quieren) y el cobro depende de la voluntad del viajero, la historia del mencionado taxímetro o la de los cinturones de seguridad; en resumen, relatos sobre todo aquello que agobia, o puede hacerlo, al ser humano, pero explicado con la suficiente gracia, que las poco más de doscientas páginas son pocas y uno desearía que Al Khamissi hubiera hecho más viajes. Buscaré más libros de este autor, pues es muy bueno.





“¡Dios mío!”



domingo, 4 de octubre de 2020

Edith Wharton: Santuario (***)

(176 pág.; Impedimenta)                               (48; septiembre de 2020)

Con lectoras como Marisol no hace falta ir de librerías ni bibliotecas, pues no solo te da cantidad sino que también calidad y buenas recomendaciones (cuando no acierta según mi gusto también lo digo). En esta ocasión me aconsejó esta novela que, por el título y la portada no lo habría escogido, por lo que advierto que, aunque la imagen pueda corresponder a los primeros años del siglo XX, que es cuando fue escrito el libro, la sensación que me da es que sea de la época de Austen; y en cuanto al título, que es explicado casi al final de la novela, no ofrece una idea del contenido de la misma.

La señorita de la imagen es la protagonista de la historia y, nada más comenzar esta, se ve obligada a tomar la decisión de casarse con su novio o anular la inminente boda. El motivo de este dilema es que se ha enterado de que la riqueza de su futuro esposo es debida a una actuación de él que, si no es ilegal, cuando menos es muy poco ética, de ahí las dudas que le surgen. Este es el inicio de la novela y te deja con el suspense de lo que hará, ya que ella considera que su novio debería hacer públicos los hechos de los que ella acaba de ser conocedora. Interesante e intrigante desde el principio hasta un final a la altura de dicho inicio. Estupenda primera novela de esta escritora.





“Resulta poco frecuente que la juventud se permita una felicidad perfecta.”



sábado, 3 de octubre de 2020

José Zorrilla: Recuerdos del tiempo viejo (***)

(764 pág.; Espasa)                              (47; septiembre de 2020)

Me apetecía repetir otro libro de Zorrilla y, entre un libro muy corto y este de casi ochocientas páginas, no tuve dudas. Vaya vida la que tuvo este sietemesino, según se dice él mismo: a los diecinueve años dejó los estudios y la casa paterna yéndose a Madrid; un año más tarde se dio a conocer en el entierro de Larra; con veintisiete años estrena la obra por la que es más conocido: Don Juan Tenorio; en 1849 murió su padre, motivo principal por el que escribía por lo que dejó de hacerlo… y solo tenía treinta y dos años; huyó de su esposa y estuvo viviendo fuera de España más de veinte años y, para dejar algo de emoción al que lea el libro, solo añadiré que fue lector de Maximiliano I en México.

Pocas vidas pueden ser tan interesantes por la variedad de lo realizado, por los lugares y la época en la que le tocó vivir, por cómo se ganaba la vida (más bien, cómo le obsequiaban las personas pudientes que reconocían en él al gran escritor romántico), por la gran cantidad de gente que llegó a conocer; en cualquier caso, una lectura muy recomendable, pues habla de un tiempo viejo para él que de aquí a pocos años ya será bicentenario.





“Este libro no necesita prólogo: la carta del señor Valverde, con la cual va honrado, y la primera mía, contestación a ella, justifican la publicación en El Imparcial de los artículos cuya colección forma el texto de este volumen; y el motivo de coleccionarlos en él, es la demanda que de su colección me han hecho los amigos que me leen y los libreros que me venden.”