sábado, 25 de julio de 2020

Tom Wolfe: La hoguera de las vanidades (***)

(636 pág.; Anagrama)                        (31; julio de 2020)

Este es uno de los pocos libros que leí, más o menos, cuando fue publicado, es decir, hará unos treinta años y, me gustó tanto, que lo puse en la lista para repetirlo, como he hecho ahora. Lo he vuelto a disfrutar muchísimo, incluso diría, que mucho más; quizá porque la edad da una mirada más profunda a la posibilidad de perder todo lo conseguido hasta el momento que, teniendo la mitad de años que tengo ahora, no se tiene o puede apreciar. En cualquier caso, lo aconsejo para cualquier edad a partir de la adolescencia, pues antes no creo que se pueda comprender todo lo que entraña.

El protagonista de la novela, aunque es una historia coral, es un reconocido vendedor de bonos de Wall Street: un Amo del Universo, en palabras de Wolfe (luego me extenderé sobre sus palabras). Por un desliz, que descubrirá el lector a su debido momento, la vida se le complicará de manera insospechada y debido a ello, media docena de personajes saldrán a la luz y conoceremos sus maneras de enfrentarse a la vida y sus pequeños e inconfesables secretos que, para cada uno de ellos, es la forma en que se sobrepone a todo lo que en su existencia no funciona como les gustaría o debiera ser, según su criterio.

Wolfe con esos, mal contados, diez personajes construye un edificio en el que queda representada toda la sociedad neoyorquina y, por ende y salvando las distancias, cualquier sociedad del primer mundo. Cada uno de ellos busca sobrevivir a su situación particular, busca conseguir algo que le gratifique la vida que lleva y con las descripciones que Wolfe hace de ellos quedan retratados de una manera que no les favorece. Las palabras que utiliza para crear el ambiente que mejor pueda describirlos o hacer que el lector pueda concebir la situación en la que se encuentran son brillantes onomatopeyas o adjetivos que a otra pluma no se le habría ocurrido y dejan al lector perplejo ante tal crisol de imágenes a través miles de palabras. En esta ocasión valen más las mil palabras, mucho más.





“¿Y qué nos dice luego?”



sábado, 18 de julio de 2020

Natsume Soseki: Botchan (**)

(240 pág.; Impedimenta)                               (30; junio de 2020)

Dos libros de este autor me encuentro en la estantería virtual de Marisol, así que voy a internet a enterarme de quién es y averiguar porqué ella los tiene. Es un escritor, profesor de literatura, que tuvo mucho éxito en los pocos años que vivió, y entre sus obras más importantes está la que hoy comento. Dicen que la distancia es el olvido y no puede aplicarse a este libro, pues ha habido un traductor, un editor, una compradora y un lector, por lo menos. Pero sí que la distancia en el tiempo y en la cultura hacen que no sea lo mismo leer este libro ahora y aquí, que hace más de cien años y por un japonés. También me gustaría saber qué piensa un japonés de hoy en día de las historietas que va contando este “niño mimado”.

Las dos últimas palabras es el equivalente al título en japonés, protagonista de la novela y profesor de instituto destinado a una remota población, por lo que ya hay un choque cultural entre su manera de ver las cosas, como tokiota que es, y los habitantes de ese pueblo. Para él es la primera vez que dará clases, pero eso no le amilana; no obstante, el comportamiento de sus alumnos, de sus colegas y de la propia dirección del centro harán que no se sienta a gusto y que adopte las más extrañas posturas frente a lo que le va sucediendo.

Según la editorial, esta novela “es una de las más hilarantes y entretenidas novelas japonesas de todos lo tiempos”. A mí me ha parecido que estaba bien, que si sabes que intenta plasmar lo extraño que se encontró Soseki en Londres puede que le encuentres un porqué, pero el adjetivo hilarante es para cuando lloro de risa y no fue el caso. Yo diría, más bien, que el personaje es muy singular.





“Desde niño he tenido una impulsividad innata que me viene de familia y que no ha hecho más que crearme problemas.”




sábado, 11 de julio de 2020

P.D. James: El faro (**)

(526 pág.; Bruguera)                          (29; junio de 2020)

Me encontré este libro y, como ya hacía mucho que había leído un libro de ella, lo cogí para leer otro más. No me acordaba de cuál era el estilo de esta gran dama del crimen, pero a poco que llevas leído tiene más de novela de Agatha Christie que de novela negra, aunque con la diferencia de que James elabora mucho más los personajes, tiene casi el doble de páginas que las de Christie, y no se nos reúne en el salón de la mansión para explicarnos cómo ha ido el asunto y todo lo que había detrás que desconocíamos. Entretenida y de una actualidad rabiosa: se declara una infección por SARS.

El faro del título de la novela está en una isla próxima a la Gran Bretaña y se ha convertido en un lugar de lujo para gente adinerada que busca esconderse, casi, de sí mismos. El inspector Adam Dalgliesh, tal y como aparece en las primeras líneas de la historia, es llamado urgentemente porque en la isla ha aparecido colgado del faro el cuerpo de un residente y, como próximamente va a haber una reunión política de alto nivel en la isla, es necesario que no haya ninguna duda sobre su seguridad.



 


No era algo desacostumbrado que el comandante Adam Dalgliesh fuera convocado a reuniones no programadas con personas imprevistas y a horas inconvenientes, por lo común con un propósito específico: podía tenerse la certeza de que en algún lugar yacía un cadáver que reclamaba su atención.”


domingo, 5 de julio de 2020

Publio Virgilio Marón: Eneida (***)

(416 pág.; Alianza)                             (28; junio de 2020)

Parafraseando a Newton, “Virgilio iba a hombros de un gigante”, es decir, de Homero. Joel me regaló este libro hace ya muchos meses y, por fin, lo he podido leer: una delicia. La edición de la que muestro su portada no es cómoda de leer, pues los versos de Virgilio ocupan toda la línea y las páginas están llenos de ellos: abruma. Tuve suerte de encontrar una versión digitalizada con los versos ocupando una línea y media, por lo que la lectura es mucho más fluida y con más de cuatrocientas notas que abrían un recuadro, que es lo más práctico. Las notas detallan todos los accidentes geográficos, los nombres de las ciudades y todo ser vivo o imaginario que aparece, un conocimiento enciclopédico. El libro impreso no tiene ni una nota pero, en cambio, tiene veintisiete páginas de índice onomástico. Entre los dos se puede aprobar una tesis.

La primera parte de la Eneida es como la Odisea: en este caso, el héroe busca un sitio donde volver a vivir después de la derrota de Troya y padece tormentas, pérdidas de naves y tripulación y se ve envuelto en amoríos con una reina. La segunda parte es como la Ilíada, es decir, batalla tras batalla para poder tener un territorio donde asentarse. La diferencia con las obras de Homero es que en las de este, sobre todo en esta última, la repetición es constante y en la de Virgilio no se comete ese “error”, sino que hasta las muertes de los soldados son descritas de formas muy diferentes. Ventajas de ser el segundo y ser tan buen escritor: está considerada la cumbre de las narraciones latinas. Y yo lo he disfrutado, espero que muchos más.





“Yo soy aquel que modulé otro tiempo canciones pastoriles

al son de mi delgado caramillo.”



sábado, 4 de julio de 2020

Mary Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo (***)

(229 pág.; -)                            (27; junio de 2020)

En una noche de cuentos de pesadillas una muchacha de dieciocho años creó este monstruo hace casi doscientos años. Cualquiera que no haya leído el libro o visto la película creerá que el de la portada es al que yo me he referido, pero nada más lejos de la realidad: el título se refiere a un científico y mi calificativo a la sociedad. Ese es el verdadero monstruo. Una novela estupenda que me dijo Anna que la leyera: da gusto ir en un carro con corceles alados.

Está escrita la novela como se acostumbraba hace dos siglos, es decir, mediante una serie de cartas a través de las cuales nos enteramos que un joven quiere encontrar un paso en el Mar del Norte. En su viaje se encuentra con el doctor Frankenstein que le cuenta sus tribulaciones y lo que, a su vez, le contó a él el de la portada. Es difícil que alguien no conozca, poco o mucho, algo de la historia, pero si no se ha leído el libro se pierde toda la poesía y la crítica que entraña. Esta creación pertenece por derecho propio al acervo global.





“Te alegrarás de saber que ningún percance ha acompañado el comienzo de la empresa que tú contemplabas con tan malos presagios.”