domingo, 31 de julio de 2022

Stefan Zweig: Mendel el de los libros (**/***)

(64 pág.; Acantilado)              (45; julio de 2022)

He de indicar que la puntuación entre dos y tres estrellas es debida al número de páginas y no a la calidad del texto o a la historia, que se merecen el máximo de tres estrellas; pero dado que este es el autor del que leo un libro cada diez de otros, he preferido ajustar la nota por abajo, pues no muy tarde volveré a leer otro de sus inmejorables cuentos.

Este libro lo tenía recomendado desde hace tiempo y también lo hace Irene Vallejo (El infinito en un junco), así que lo escogí para el CLC, que cumplía dos años este mes, y parece ser que ha gustado.

El inicio de la historia es la parte que más me gusta del libro: el narrador entra en un bar en el que supone que no ha entrado nunca pero algo llama su atención y, entonces, empieza a recordar que cuando era estudiante había estado allí y que había una persona muy singular, Mendel, al que le había preguntado por bibliografía para un trabajo que tenía que hacer. En mis palabras es algo muy banal, y si lo he descrito es porque no desvelo nada y, en cambio, cualquiera que lo lea apreciará que mi resumen, que sí lo es, puede alcanzar, en la pluma de Zweig, altos vuelos y muchas páginas, haciendo que el lector recorra con el narrador los rincones del bar y quiera saber qué sucedió tantos años antes.





“De vuelta en Viena tras una visita a los barrios de la periferia, me vi inmerso de improviso en un chaparrón que, con húmedo látigo, perseguía a la gente obligándola a correr hasta los portales de las casas y otros refugios.”



viernes, 29 de julio de 2022

Platón: Obras completas - V (***)

(451 pág.; Aguilar)                 (46; julio de 2022)

La imagen que aparece es la parte del león de las casi quinientas páginas que me quedaban para acabar con el libro de Platón y, nuevamente, me parece increíble la capacidad de crear todo un corpus legislativo partiendo de la nada, literalmente: en un territorio vacío asienta a 5.040 personas  exactamente (porque ese número es divisible por todos los números del 1 al 12 menos el 11), divide el terreno en doce partes iguales y otras muchas más divisiones y les da a cada familia dos terrenos, uno mejor y otro no tan bueno, y deja sitio para los lugares oficiales, etc, etc.

Luego se dedica a indicar cómo elegir a todos los magistrados, guardianes de las leyes, jueces y demás miembros que se precisa en una ciudad… y comienza a legislar. Y todo con un detalle como si el mundo no se fuera a acabar o él tuviera todo el tiempo para hacerlo (no lo tuvo y se quedó sin revisar toda esta parte). Baja tanto al detalle con el quién, el cómo, el cuánto y todo esto en relación a todos los casos que pueda darse que el Gran Hermano no fue invención de Huxley sino de Platón. Si yo tuviera su tiempo (y sus ganas) contaría la cantidad necesaria de personas que indica que son precisas y tengo mis dudas de que con las poco más de cinco mil haya suficientes, teniendo en cuenta que solo los hombres libres se tienen en cuenta para estos cargos.

Después de Las leyes están los diálogos dudosos, los apócrifos y las definiciones. Largo camino he recorrido y sé que no he sacado de él todo lo que hubiera podido, pero no me quedaré con la ganas de haber leído a Platón… medio siglo después de haber comenzado.





“Ateniense.– Decidme, extranjeros: ¿es un dios o un hombre aquel a quien vosotros atribuís el origen de vuestras leyes?”



viernes, 22 de julio de 2022

Sasha Abramsky: La casa de los veinte mil libros: (**)

(368 pág.; Periférica)             (44; julio de 2022)

Hace algún tiempo que regalé este libro a Anna porque a los dos nos gustan los libros y pensé que también a los dos nos gustaría vivir en una casa con tantos (quizá más a mí, que miro con verdadera y sana envidia las casas de escritores como Marías o Pérez Reverte, entre otros que no recuerdo, pero que todos tienen decenas de miles; yo, gracias a Marisol, me he de conformar con un escaso par de miles). El mensaje que quiero dar con esta entrada, aparte del obvio, es que no me fijé mucho de lo que trataba y, si lo hice, me pareció bien, aunque una vez leído ya no tanto.

El autor es bisnieto y nieto de importantes rabinos, profundamente conocedores de todos los textos sagrados judíos y su padre era un coleccionista de libros tanto judíos como comunistas, además de libros valiosos por su antigüedad o por alguna característica que los diferenciaban, como primeras ediciones, manuscritos, dedicados o cartas. El libro trata de la vida de su abuelo, nacido en Rusia, comunista convencido hasta la declaración de Kruschev de que el camarada Stalin había condenado a muerte o a Siberia de por vida a personas inocentes. El personaje es verdaderamente interesante porque, sin tener estudios superiores, en todo a lo que se dedicó en su vida llegó a ser alguien importante, logrando dar clases en Oxford o siendo un especialista de libros antiguos en las casas de subastas.

El autor nos va describiendo la casa de sus abuelos a través de las estancias, la cantidad y calidad de los libros que se encuentra en cada una de ellas, las reuniones con decenas de personas destacadas en múltiples campos del saber y, a la vez, la vida de su abuela que, a pesar de ser una profesional, se dedicaba en cuerpo y alma a alimentar los cuerpos de los que vivían en la casa más todos aquellos que se presentaban y se podían quedar a comer, cenar y, en algunos casos, a vivir.

Un cierto desorden cronológico más alguna información redundante que se va dando hacen que la lectura llegue a cansar, aparte del hecho de ser el judaísmo y el comunismo los temas absorbentes de la historia.





“No hay sonido en la tierra como el de un hombre callado, un hombre digno, que se rompe en un dolor primario.”



domingo, 17 de julio de 2022

Juan L. Cebrián: Caos. El poder de los idiotas (**/***)

(167 pág.; Espasa)                  (43; julio de 2022)

Hace más años de los que empecé este blog que leí La red, obra de este mismo autor y dedicada a internet, por lo que tenía anotado repetirlo… más de trece años después. Qué le vamos a hacer si ese es mi ritmo y la cantidad de autores que quiero leer por vez primera o repetir. Como ha sido el caso.

No me gustan mucho los subtítulos en un libro y menos si es para llamar la atención, como podría ser el caso del que me ocupo, pero nada más empezar a leerlo uno se apercibe del porqué y hasta aplaude la razón: Cebrián se apoya en la crisis del covid para empezar a demostrar qué es un idiota que, en el caso concreto, era el que más salía por televisión y que menos sabía del asunto, a la vista de que cada aparición entrañaba una corrección de la anterior. A partir de aquí empieza a hablar de muchas situaciones políticas y de políticos, tanto actuales como de otros tiempos, y demostrando que detrás (aunque muchas veces en primera fila) había un idiota con poder.

Sus vastos conocimientos y muchos contactos hacen que lo que nos va contando sea mucho más que sobre políticos y, además, muy ameno, por lo que sus casi doscientas páginas se leen como si fueran sobre una historia de intriga y no pudieras dejarla hasta conocer al culpable que, en este caso ya lo conocíamos desde la portada: el idiota.





“Al principio casi nadie lo creía y desde el poder se agitaba esta incredulidad.”



viernes, 15 de julio de 2022

Antonio Muñoz Molina: Tus pasos en la escalera (**/***)

(319 pág.; Seix Barral)                       (42; junio de 2022)

Este es el tercer libro que leo de este autor y, aunque tardaré unos años, no será el último. En la pequeña reseña del segundo terminaba diciendo “¿Cuándo podré volver a leerle?”, ahora ya lo digo en el primer párrafo. Curiosamente, en el anterior decía que la lectura se hacía lenta hasta que entraban más personajes; en cambio aquí, que solo está el narrador, más algunos personajes incidentales pero ni siquiera secundarios, toda la novela es pausada, pero lleva al lector a acumular una tensión por el qué va a pasar.

El narrador es un profesional que ha dejado el trabajo y, con su pareja, han decidido irse de Nueva York a vivir a un piso que compraron cuando fueron la primera vez a Lisboa. Ella tiene que terminar unas conferencias ya acordadas en algunos lugares del mundo, por lo que él se encarga de hacer el traslado de los enseres, de adecuar la casa que necesitaba actualizarse, de colocar las cosas como él recuerda que estaban en NY para que ella se sienta más cómoda y nos va relatando lo que hace y porqué, lo que tenían y cómo, lo que ella verá cuando llegue y se alegrará, etc., etc.

Nos habla también de cómo es y está Lisboa (me cogieron ganas de volver a pasear por sus calles), de la gente, las tiendas… y van pasando las hojas y ella no llega, pero él no se alarma, pues estará en algún lugar del mundo dando una conferencia. El lector aguza el oído para oír los pasos de ella en la escalera.





“Me he instalado en esta ciudad para esperar en ella el fin del mundo.”



domingo, 10 de julio de 2022

Tamiki Hara: Flores de verano (**)

(120 pág.; Impedimenta)                   (41; junio de 2022)

No sé de dónde ha salido este libro que ninguno de nosotros recuerda haber comprado pero que, en cambio, está en nuestra biblioteca. La edición es preciosa, pues la foto de la portada, que es un forro, se reproduce a tamaño doble en la portada y contraportada. El título es el de una de las partes que incluye el libro, pues en él está la trilogía más famosa de este autor.

Hara se desplazó a Hiroshima poco tiempo antes de que se lanzara la bomba atómica sobre esa ciudad, y salvó la vida de casualidad, pues a su alrededor la ciudad había sido asolada. Las cifras de muertos, desaparecidos y huérfanos (el gobierno japonés estaba sacando a los menores de edad de Hiroshima porque se estaba esperando un ataque aéreo por lo que muchos se quedaron sin ninguno de los dos padres), más el incremento de los casos de diversos cánceres son monstruosos.

El autor era un escritor sin mucho renombre, pero gracias a estos relatos ha sido conocido en el mundo entero. Creo que la importancia de este libro radica, más que en su prosa, en el hecho de haber sido contado en primera persona. Al final del libro hay unas fotos de cómo quedó la ciudad.





“Cuando nos trasladamos al pueblo de Yahata, al principio yo aún conservaba toda mi energía: cargaba a los heridos en el carro y los llevaba al hospital, recogía por donde podía la comida que se estaba repartiendo para poder subsistir y me mantenía en contacto con Jun’ichi en Hatsukaichi-cho.”

De las ruinas


viernes, 8 de julio de 2022

Pierre Grimal: Memorias de Agripina (**)

(335 pág.; El País)                   (40; junio de 2022)

Alargada es la sombra de Graves y enorme la de esta época de la historia de Roma, pues cojas el personaje histórico que cojas vale la pena saber de su vida, ya que los entresijos del poder son de por sí tan interesantes y poderosos que pueden sacar los colores a los guionistas cinematográficos actuales.

Parece ser que la madre de Nerón y última esposa de Claudio escribió unas memorias, que no han llegado hasta nuestros días, pero que se conoce su existencia a través de las obras de otros escritores romanos, y Grimal, reconocido latinista francés, las recrea en esta novela. A mi gusto, la diferencia con Graves o McCullough, es que este personaje y la narración no son del mismo nivel, pero lo salva el entorno y por eso he comenzado por él en el primer párrafo.

Como ya he anticipado, Agripina fue madre y esposa de emperadores de Roma, además de bisnieta (Augusto) y hermana (Calígula) de otros dos, y en esta novela se nos cuenta su vida y el empeño que puso en que su hijo llegara a emperador, fuera como fuera.

Grimal la presenta como si fuera otra Livia, coincide con ella en ser madre de un emperador que no estaba previsto que lo llegara a ser, pero me cuesta creer que fuera así, salvo para darle emoción a la historia que cuenta.





“Comienzo a escribir lo que ha de ser mi historia y la de mi familia esta noche, al final del tercer día de los Juegos Palatinos, y mis ojos están llenos de horror.”



domingo, 3 de julio de 2022

Bernardo Atxaga: Obabakoak (***)

(387 pág.; Zeta)                      (39; junio de 2022)

Obabakoak es el pueblo ficticio en el que Atxaga desarrolla algunas de sus novelas, como es el caso de este libro, que consta de dos partes en las que cada una de ellas está compuesta por una especie de relatos. Con esta última frase quiero decir que la historia se desarrolla a través de unos capítulos diferenciados entre sí, aunque con relación entre ellos.

La segunda parte, más larga que la primera, consta de relatos que han escrito los personajes de la historia y que conforman sus capítulos. La narración se vuelve tan interesante, debido en parte a una intriga y, a su vez, a los relatos que se van leyendo, que es difícil dejar de leerla. Es decir que, a pesar de que los relatos imaginarios son independientes los unos de los otros, estos atrapan al lector lo mismo que la historia principal.

Debería haber una nota en la portada indicando que no debe leerse antes de ir dormir, pero como Marisol sabe que soy insomne me lo recetó sin ningún tipo de miramiento.





“Encuadernados la mayoría en piel y severamente dispuestos en las estanterías, los libros de Esteban Werfell llenaban casi por entero las cuatro paredes de la sala; eran diez o doce mil volúmenes que resumían dos vidas, la suya y la de su padre, y que formaban, además, un recinto cálido una muralla que lo separaba del mundo y que lo protegía siempre que, como aquel día de febrero, se sentaba a…”



viernes, 1 de julio de 2022

Isabel Allende: El amante japonés (**)

(352 pág.; Plaza & Janés)                   (38; junio de 2022)

Hará dos o tres años que Fernanda me recomendó este libro y, como no hay recomendación que caiga en saco roto, este mes lo he leído. Mientras escribía la nota del libro anterior me costaba distinguir entre aquella novela y esta, por ciertas similitudes que tienen ambas, aunque de un cariz muy diferente, pues esta es muy acaramelada en comparación a la anterior.

Allende tiene oficio y, escogidos unos personajes judíos de Europa central, unos japoneses residentes y con descendencia en Estado Unidos y una familia acaudalada de este mismo país, solo le falta encontrar un momento en la historia en la que estos tres diferentes orígenes tengan unas vivencias tan singulares que, alguien con la facilidad que a ella le presupongo para la escritura, pueda construir una historia de lectura fácil, que engancha pero, a la vez, es un tanto inverosímil y de poco calado. Por si no queda claro, el periodo apuntado son los años treinta y cuarenta del siglo XX.

Al igual que Fernanda, puedo aconsejar su lectura pero después de La casa de los espíritus, que es la mejor de las tres que le he leído.




“Irina Bazili entró a trabajar en Lark House, en las afueras de Berkeley, en 2010, con veintitrés años cumplidos y pocas ilusiones, porque llevaba dando tumbos entre empleos, de una ciudad a otra, desde los quince.”