domingo, 30 de agosto de 2020

Juan G. Vásquez: Los informantes (**/***)

(344 pág.; Alfaguara)                         (41; agosto de 2020)

A pesar de que este libro me gustó más que el anterior, tampoco lo tuve fácil, pues el tema de los nombres no lo llevo muy bien y, al principio, aparecen varios personajes que, entre sus nombres y apellidos alemanes, me descolocaban un tanto.

El que habla en el inicio de la novela es un escritor, hijo de un reputado abogado, que ha entrevistado a una alemana que llegó a Colombia huyendo de la Alemania nazi y fue amiga de su padre, por lo que en el libro, fruto de esa larga entrevista, se remueve el pasado, aunque no se menciona a su padre. A este no le ha hecho ninguna gracia, pues considera que lo que sucedió en los años treinta y cuarenta queda muy lejos en la memoria y nadie quiere recordarlo. No es esta la opinión del autor del libro que considera que la vida de la amiga de la familia es suficientemente atractiva para que interese en la actualidad.

Tal como he dicho, el narrador es un escritor que nos cuenta la peripecia con su padre a raíz de haber escrito ese libro, cuyo contenido nos es contado por la amiga de la familia, por lo que casi la totalidad de la historia es conocida a través de alguien que la va relatando mediante largos capítulos y parece que fueran autobiográficos. El trasfondo de la historia trata de los alemanes que huyeron y fueron a residir a Colombia.





“En la mañana del siete de abril de 1991, cuando mi padre me llamó para invitarme por primera vez a su apartamento de Chapinero, había caído sobre Bogotá un aguacero tal que las quebradas de los Cerros Orientales se desbordaron, y el agua bajó en tropel arrastrando ramas y tierra, tapando las alcantarillas, inundando las calles más angostas y levantando carros pequeños con la fuerza de la…”



sábado, 29 de agosto de 2020

Imre Kertész: Liquidación (**)

(152 pág.; -)             (40; agosto de 2020, en Madrid; Premio Nobel 2002)

Ya hacía seis años que había leído un libro de él y tenía ganas de repetir, pues me había gustado mucho, pero con este me he llevado una sorpresa ya que no he conseguido, realmente, entenderlo bien.

La historia comienza en la sala de reuniones de una editorial en la que Keserü, el protagonista de la historia, lleva bajo el brazo la propuesta de editar un libro, pero en la reunión se plantea la posibilidad de cerrar la empresa por sus malos resultados, por lo que Keserü no se atreve a sugerir la edición del mencionado libro. Ahora leemos que esto era una obra de teatro en la que Keserü interpreta uno de los papeles protagonistas y que, con los otros actores, estaban ensayando la escena de la editorial… y me perdí, a pesar de llegar al final y ver que había más mar de fondo todavía.

Supongo que es una hábil construcción de este laureado escritor y que yo no puedo apreciar.





Llamemos Keserü a nuestro hombre, al héroe de esta historia.”




domingo, 23 de agosto de 2020

Yasujiro Ozu: La poética de lo cotidiano (***)

(221 pág.; Gallo Nero)     (39; agosto de 2020, en Monasterio de Piedra)

Dejo de leer el libro anterior y empiezo este que me regaló Marisol en la Feria del Libro de Madrid el año pasado. No lo he encontrado digitalizado, pero me lo llevé por si le pasaba algo a mi lector y así tener algún libro en papel. Me gusta tanto su lectura que lo termino ese mismo día de madrugada.

Es excelente por el enorme conocimiento del cine que tiene Ozu y su cuidadosa manera de exponer sus ideas, en ningún momento se hace aburrido, a pesar de hablar del cine japonés de los años veinte en adelante.

Comprendo que no es un libro para todo el mundo, pero por poco que le guste a uno el cine, su lectura es muy gratificante, pues habla de los inicios de este arte/industria a través de la pluma de uno de sus creadores, siendo muy conocedor de lo que se hacía en Hollywood en esos años.





“Hoy en día los jóvenes lo tienen difícil para convertirse en cineastas.”



sábado, 22 de agosto de 2020

Manuel Vilas: Alegría (*/**)

(leídas 94 de 351 pág.;Planeta)  (38;agosto de 2020,Monasterio de Piedra)

Eva me regaló este libro en Navidad y, como ya he dicho recientemente, el retraso ha hecho que llegara a las vacaciones de verano (en este caso mejor hubiera sido que no hubiera llegado el regalo).

La alegría de este hombre está en construir retruécanos mentales que solo le pueden importar a él; no tiene ni tienen ninguna gracia; todos sus recuerdos terminan siendo belleza y/o alegría (pues como los míos); una pequeña muestra sería la parrafada inicial que figura al pie de la imagen del libro y otra que recuerdo yo, más o menos de donde dejé de leerlo: hizo un viaje a EE.UU. con su hijo y comieron lasaña y a Vilas le asaltan unas lágrimas de emoción cuando ve la bandeja en la basura porque su hijo fue feliz comiendo dicho plato. Pues muy bien: parafraseando a Petronio “coma lasaña, pero no escriba libros”.

Mientras leía ese centenar de páginas me di cuenta de lo mucho que echaba de menos a Trapiello, que me explicaba sus vivencias, al igual que Vilas, y, en cambio, cuánto había disfrutado leyéndolas. Un par de días después nos vimos con Eva y le expliqué mi parecer: resulta que ella también se lo había comprado y lo dejó, más o menos, por donde yo desistí de seguir informándome de tonterías personales que no conducen a nada y, aunque podían ser bellas, no me daban ninguna alegría. Ay, premio Planeta: cuántas alegrías das a los autores y qué pocas a los lectores.





Todo aquello que amamos y perdimos, que amamos muchísimo, que amamos sin saber que un día nos sería hurtado, todo aquello que, tras su pérdida, no pudo destruirnos, y bien que insistió con fuerzas sobrenaturales y buscó nuestra ruina con crueldad y empeño, acaba, tarde o temprano, convertido en alegría.”



domingo, 16 de agosto de 2020

Fred Vargas: Bajo los vientos de Neptuno (**)

(491 pág.; Punto de Lectura)    (37; agosto de 2020, Monasterio de Piedra)

Hace unos años leí que esta autora, porque resulta que es una mujer, era de las mejores escritoras francesas de intriga, pero Marisol, que ya había leído unos libros de ella, me dijo que no le gustaba, por lo que se quedó pendiente. La estantería en la que se encuentran sus novelas se está quedando con pocos autores nuevos, así que en esta ocasión he decidido leer uno de sus libros.

Adamsberg, el inspector de esta autora, tiene previsto viajar a Canadá con un grupo de sus subalternos a fin de conocer técnicas de identificación, pero mientras llega el día del viaje, le asaltan todos los antiguos pensamientos sobre la implicación de su hermano en un asesinato. El sigue pensando que fue un juez, pero no lo pudo demostrar antes de que este muriera. Sorprendentemente, un asesinato de las mismas características ha vuelto a producirse y, contra toda lógica, Adamsberg irá diciendo que ha sido ese mismo juez el autor.

La historia es enrevesada, el personal a su cargo tiene unas capacidades detectivescas extraordinarias y, en el colmo de la efectividad, aparece una hacker septuagenaria que se puede infiltrar donde quiera, lo que, personalmente, creo que reduce la calidad de la intriga; no obstante, no deja de ser una entretenida novela.





“Apoyado en el negro muro del sótano, Jean-Baptiste Adamsberg contemplaba la enorme caldera que, la antevíspera, había abandonado cualquier forma de actividad.”



sábado, 15 de agosto de 2020

Eduardo Mendoza: El asombroso viaje de Pomponio Flato (**/***)

(190 pág.; Booket)             (36; agosto de 2020, en Monasterio de Piedra)

Hace unos meses se me ocurrió crear un club de lectura que no encontró más interesados que a Anna y Joel, por lo que lo hubiera dejado correr, pero ellos insistieron y lo que hemos hecho ha sido que cada uno de nosotros cuatro, Marisol se añadió, sugerirá un libro de menos de trescientas páginas para leer en un mes, y este ha sido el primero. Tanto Marisol como yo lo habíamos leído antes de 2009, pues no aparece en estas páginas, y recordábamos que nos había gustado y reído leyéndolo.

Pomponio es un naturalista que llega a Galilea a principios de nuestra era. Todas sus acciones están acompañadas de las mejores intenciones, pero no surten los efectos deseados. No obstante, como se ve que es de buena pasta, Jesús, el hijo del carpintero, lo contrata para que defienda a su padre que está acusado de homicidio y sobre el que pesa la condena de morir crucificado.

El inicio de la novela es muy jocoso y luego se convierte en una novela paródica de la historia sagrada católica, lo que añadido a los juegos de palabras hacen de esta historia una entretenidísima lectura. Se lee muy gustosamente.




“Que los dioses te guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar el cuerpo que el hado nos envía, la diarrea es la más pertinaz y diligente.”


domingo, 9 de agosto de 2020

Salman Rushdie: Hijos de la medianoche (***)

(795 pág.; Debolsillo)                         (35; julio de 2020)

Escribo estas líneas antes de irme quince días de vacaciones pues, de lo contrario, cuando vuelva no me podré acordar de lo que quiero explicar, así es de portentosa mi memoria. Anna me lo regaló en la Navidad pasada y hasta ahora no lo he podido leer (aún no sé cómo puedo llevar este retraso en los libros que me han regalado). Este autor siempre me ha dado un poco de respeto (algo más que un poco), pues con el revuelo (por llamarlo de alguna manera y suavemente) que se levantó con Los versos satánicos siempre me había parecido que era un autor complicado y, más bien, de ensayo. Me alegro que sacara esta recomendación de alguna publicación y que haya terminado leyéndolo: es un libro estupendo, muy bueno, aunque quizá no sea para todo el mundo. Ya llegaré a ello.

El protagonista de la novela es un joven que está relatando su vida desde el mismo momento de su nacimiento, pues casualmente coincidió con la proclamación de la independencia de la India en 1947 (año de nacimiento de Rushdie). A partir de aquí, va asociando sus vivencias y las de su familia al propio devenir de su país: la muerte de Gandhi, las guerras con Pakistán y Bangladesh, el mandato de Indira, etc. No quiero entrar más en detalles porque hasta el título tiene su razón de ser y soy muy reacio (o lo intento) a no desvelar aquello que avanza lo que el autor ha decidido explicar más tarde.

A medida que lo iba leyendo, y puedo estar muy equivocado, me venía a la cabeza García Márquez y sus Cien años de soledad, de la que creo que es deudor o, cuando menos, homenajea Rushdie, pues la historia de estos Hijos hay que englobarla dentro del realismo mágico (de ahí que crea que quizá no sea para todos los públicos) y encuentro un cierto juego entre los nombres de los personajes de ambas novelas: si en la de García Márquez los descendientes se van llamando igual que dos generaciones atrás, en la de Rushdie todas las mujeres que tienen relación con el protagonista cambian su nombre por otro. En cualquier caso, es notable el trabajo de asociar las vicisitudes del protagonista (¿cuánto hay de la propia vida del autor en ellas?) con los acontecimientos vividos en la India. Sin duda, y sin miedo, vale la pena leerlo.





“Nací en la ciudad de Bombay… hace mucho tiempo.”



sábado, 8 de agosto de 2020

James Thompson: El noveno círculo de hielo (**)

(304 pág.; Roca)                                 (34; julio de 2020)

Marisol es muy aficionada a los libros de intriga y mucho más a comprar libros, aunque ahora solo sean digitales. Desde que tenemos lectores digitales ha adquirido algunos más de seiscientos, por lo que debe salir a una media de dos libros a la semana, más o menos. Esta introducción es debido a que el libro que aparece en la primera línea o en la imagen es de los que cumplen ambas condiciones y, aunque ya no me los encuentre en las estanterías, me los encuentro en el excel donde aparecen todos ellos y así pasan, lentamente, a ser leídos, lo cual no me parece mal, porque de otra manera no leería tantos libros actuales y me relajo un poco de los más raros que acostumbro a leer.

Segunda entrega del inspector Vaara que no sale muy bien parado de la primera, lo que se va comentando a lo largo de la novela, en la que debe dilucidar un par de cuestiones: si un nonagenario héroe de guerra que estuvo con su abuelo en la Segunda Guerra Mundial fue un criminal de guerra y si la espantosa muerte de una mujer fue obra de su amante o de su marido, todo ello aderezado con su miedo a que su mujer pueda perder al hijo que está por nacer.

Aclaremos que el asesinato de la mujer mencionada ha sido hecho de forma espeluznante y, aunque se relata por partes, es demasiado explícito, por lo que puede haber algún alma sensible que pueda quejarse de tanto detalle (yo no creo ser muy sensible, pero me sobró alguna línea). Tampoco es parco en detalles en cuanto a los desplazamientos por Helsinki, pero esto no causa horror. Me parece que ya lo he expresado en alguna otra ocasión, pero este tipo de libros está bastante saturado, por lo que los recién llegados (con relación a los de hace un siglo) han de ser diferentes a los anteriores y pueden caer en excesos. No obstante, su lectura es recomendable y yo solo avisaba.





“El bebé me da una patadita en la mano y me despierta de mi siesta.”



domingo, 2 de agosto de 2020

Stefan Zweig: Miedo (***)

(144 pág.; Acantilado)

No sé cuándo compró Marisol este libro, pero yo lo descubrí el pasado mes y, siendo el autor quien es, no dudé en leerlo. Ya he leído cuatro de Zweig y puedo afirmar sin lugar a dudas que se puede recomendar cualquiera de sus libros sin temor a equivocarse, pues crea historias donde parece que no las hay y todas ellas muy interesantes. Además, de los cuatro libros leídos diría que son todos ellos diferentes y, quizá, el único punto en común sería la tensión que logra crear, como en este, cuyo título no lleva a engaño.

La protagonista aparece en el párrafo que está a continuación de la portada del libro y este párrafo ya nos pone en situación de saber que pasa algo que, por lo menos a la protagonista, le provoca miedo. Poco a poco vamos sabiendo el porqué y, más adelante, el desarrollo de la trama consigue que el lector también sienta esa sensación de desasosiego que te atenaza y que llegas a pensar “si me pasara a mí no sabría que hacer”, como a la pobre doña Irene. Como todos sus libros, imprescindible.





“Al bajar por la escalera de la casa de vecindad donde vivía su amante, doña Irene volvió a sentir cómo se apoderaba de ella, en un instante, aquel absurdo miedo.”



sábado, 1 de agosto de 2020

Elizabeth Strout: Olive Kitteridge (***)

(377 pág.; Mirmanda)                        (32; julio de 2020)

Qué libro tan bueno y curioso, a la vez. No es un libro de relatos, pero los capítulos lo parecen, pues cada uno de ellos explica las situaciones personales de personajes diferentes a los del anterior capítulo, aunque en todos, si no me equivoco, aparece Olive bien como protagonista, bien como mero secundario. A pesar de que los personajes sean diferentes, todos son familiares, amigos (pocos) o conocidos de Olive y así va creando la historia en torno a ella.

Olive Kitteridge es una maestra de matemáticas jubilada y de muy malas pulgas, pues nada le parece bien. Todos la temen o recuerdan con miedo. Sus opiniones nunca son favorables a nadie y siempre cree que nada saldrá como se desea. Su marido, el farmacéutico del primer párrafo, es todo lo contrario a ella, siempre dispuesto a echar una mano y deseoso de que se vean cumplidas las ilusiones de los demás. Con estos mimbres la autora va presentando las personas que tienen contacto con la protagonista y las relaciones entre ellos, junto con las opiniones de Olive, las cuales llegan a ser tan cáusticas y siempre tan desfavorables que llega un momento que uno tiene que sonreír al ver la poca simpatía que demuestra la protagonista. La historia principal está alimentada de muy buenas historias particulares. Estupendo libro.





“En Henry Kittering va treballar molts anys de farmacèutic al poble del costat.”