domingo, 18 de noviembre de 2018

Orhan Pamuk: Me llamo Rojo (***)


(687 pág.; Punto de Lectura) (51; noviembre de 2018) (Premio Nobel 2006)
Hace más de diez años que leí este libro, pues aún no escribía estas líneas, y recuerdo que su final dio consistencia a toda la novela y a olvidar el posible aburrimiento que el lector pueda padecer leyendo sobre los caballos que, en el siglo XVI, pintaban los otomanos. La sensación que he tenido durante esta década era que la mitad del libro hablaba sobre el dibujo de caballos y que su final era de los mejores que he leído nunca. He esperado hasta ahora para repetir su lectura y hacerlo junto con Anna y Marisol. He descubierto más cosas que la primera vez y la he disfrutado mucho más. Marisol ha terminado ahora mismo su lectura y también ha quedado maravillada de la habilidad de Pamuk. Sus vastos conocimientos, su ingenio y amor por Estambul quedan reflejados en todas sus obras. Es una lástima que estas no sean para la mayoría del público, pero vale la pena adentrarte en su mundo y pagar el peaje que ello representa porque puedes estar seguro que no te defraudará.
Está a punto de cumplirse un milenio de la muerte de Mahoma y el sultán desea hacer un libro ilustrado que muestre toda la belleza y bienes que tiene su reino para entregarlo a los venecianos y que lo admiren, tanto por su cultura como por su poderío. Además desea que haya una lámina en la que él aparezca dibujado al estilo occidental, es decir, que sea reconocible y con perspectiva. Como no está permitido aparecer dibujado tal como uno es, se encarga este libro, de manera secreta, a un gran maestro y este contrata a cuatro ilustradores, pero uno de ellos aparece muerto, por lo que se teme que se haya descubierto a qué fin se dedicaban.




“Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo.”


sábado, 10 de noviembre de 2018

Stephen Vizinczey: Un millonario inocente (**/***)


(398 pág.; Seix Barral)                                  (50; octubre de 2018)
Hace ya seis años que leí En brazos de la mujer madura y me gustó tanto que llevaba tiempo esperando leer otro libro de este autor. A pesar de que he terminado poniendo la misma puntuación, el libro del que estoy hablando no tiene la misma gracia que el anterior. Se puede decir que ha salido de la misma pluma, pues el tema erótico o sensual lo trata igual (a lo que yo recuerdo) y se atreve con temas como los paraísos fiscales, la conservación de la naturaleza, las industrias químicas y, sobre todo, los abogados y la justicia en Nueva York, pero a pesar de su acidez en este último tema, no llega a la altura de Dickens. Quizá el mayor defecto que tiene este libro es la cantidad de personajes que aparecen y que se diluyen en la historia.
El sueño de un muchacho es descubrir pecios españoles de la época imperial y para ello, desde muy temprana edad, empieza a estudiar con ahínco los movimientos de los barcos, sus últimos avistamientos antes del hundimiento y todo lo que pueda tener que ver con ese fin. Debido a que su padre es un actor de éxito oscilante no está mucho tiempo en un sitio y puede consultar muchas bibliotecas de Europa. A pesar de que su padre considera que está perdiendo el tiempo él no ceja en el empeño.




“Mientras contemplo las torres y las almenas de Toledo, la antigua capital de España, que se levanta en lo alto, al otro lado de la hondonada, decido poner por escrito los hechos más importantes de mi vida, para que la gente sepa todo lo que he pasado.”



sábado, 3 de noviembre de 2018

Lucia Berlin: Manual para mujeres de la limpieza (***)


(432 pág.; Alfaguara)                        (49; octubre de 2018)
A Marisol no le gustan los libros de relatos, por lo menos así lo dice, pero no deja de regalármelos e incluso, como es el caso, de comprárselos ella. El caso es que yo no era consciente de que me gustaran, pero después de haber leído sesenta y cuatro libros de este estilo de narración he de concluir que me gustan y mucho, aunque no creo que sea casualidad que treinta y uno de ellos me hayan parecido muy buenos. Es decir, la selección ha sido afortunada. Y este es uno de los mejores, aunque de los más duros de leer. Berlin, que no tuvo una vida nada fácil, aplica todo lo que le ha sucedido, todo lo que ha visto a su alrededor y todo aquello que ha podido imaginar que no era agradable que le sucediera a uno para describir unos trozos de vida que golpean al lector sin dejarle respirar y que le hacen cuestionarse si este es el mejor de los mundos posibles.
Este manual que no es para mujeres de la limpieza (si no estoy equivocado solo sale una), sino que es para mujeres, salvo un par de relatos en los que el protagonista es un hombre, describen todas aquellas situaciones en las que la mujer se ve compelida a soportar a familiares directos, a jefes difíciles, además de circunstancias que no facilitan en absoluto una vida más o menos tranquila. Los relatos están escritos con un vocabulario sencillo, con frases nada alambicadas y sin entrar a cuestionar los porqué: la protagonista se encuentra así y eso es lo que relato, viene a decir la autora. Pero el mal cuerpo nos lo quedamos nosotros porque las historias son muy buenas; es la vida la que no lo es. Al pie de la portada uno de los más bellos: debería estar en todas las consultas médicas.




“Nunca se oyen sirenas en la sala de urgencias; los conductores las apagan en Webster Street.”
Apuntes de la sala de urgencias, 1977