domingo, 27 de marzo de 2016

Marcos Ordóñez: Comedia con fantasmas (**)

(419 pág.; Libros del Asteroide)                    (19; marzo de 2016)
Eva me recomienda este libro y Anna me lo regala por Navidad, el primero de la media docena que recibo, por lo que también es el primero en ser leído.
Y no ha sido una mala recomendación, por lo cual yo también la transmito, pero… ella podía presuponer que a mí me iba a gustar y yo no sé si a alguien que no tenga ninguna relación con el teatro, más allá de haber ido a ver alguna obra cada cierto tiempo, puede gustarle un libro que habla  del teatro desde los años veinte hasta cerca de los ochenta en España, aunque sea a través de una historia.
Y la historia no es que esté mal contada o sea aburrida, pues aunque la trama es contarnos cómo fue cambiando el teatro en esos sesenta años, en Madrid y algo en Barcelona, y aderezada por los hechos históricos insoslayables del siglo XX, no hay que olvidar que queda circunscrita a lo que es el teatro, cómo vive o sobrevive la gente que se dedica a él, tanto dentro del teatro como fuera de él, las rencillas o las avenencias entre ellos, y mil cosas más que suceden en uno de esos mundillos que el conocimiento humano ha creado, y más en este que es tan teatral.
Algunos personajes están basados en personas que se dedicaron al teatro, como por ejemplo Pombal fue Enrique Rambal García, esto lo he encontrado en internet, padre del Rambal que protagoniza El ángel exterminador de Buñuel y, esto me lo invento, Nacho Pancorbo es el alter ego de Alfredo Landa o Paco Rabal, ex aequo. Aunque pueda malinterpretarse, este libro es puro teatro.




“Voy a hablar de un mundo que ya no existe.”


sábado, 26 de marzo de 2016

Marcel Proust: A la sombra de las muchachas en flor (II) (*/**)

(leídas 256 de 624 pág.; RBA)                       (18; marzo de 2016)
Hace más de cinco años dije que tenía en cartera la segunda parte de las desventuras de este, ahora ya joven, buscador del tiempo perdido y con ella también yo he perdido un poco del mío: no se hizo la miel para la boca del asno, de acuerdo.
A medida que iba avanzando en la lectura de este tomo me planteaba preguntas como ¿esto es, de verdad, literatura?; no le niego su enorme capacidad intelectual, pero ¿hace falta hacer digresiones de todo lo que se va desarrollando en la historia?; ¿todas las, mal llamadas por mí, acotaciones, que al fin y al cabo son ideas personales del autor, son, filosóficamente hablando, ciertas? (en esta última pregunta se me ha pegado, humildemente hablando, algo de su estilo, pues he puesto seis comas, lejos, muy lejos, de la infinidad de comas y guiones que necesita para desarrollar sus ideas, párrafo tras párrafo, incansablemente, y que el lector, también con el mismo adverbio, irá desentrañando si la paciencia no le abandona, como me ha sucedido a mí cuando llevaba más del cuarenta por ciento).
En resumen, lamento de veras no apreciar en lo que vale, y no lo pongo en duda, esta obra, pero han podido conmigo la salud de un joven que habla con un conocimiento de causa que ya quisiera para mí, con mi edad y para hablar de los hechos de mi vida, pues no podría estar tan seguro como lo está él de cosas que comienza a descubrir, me viene a la cabeza el teatro, por ejemplo; o las reuniones de señoras o de gente importante que salidos de otra pluma, la de Austen o Collins, por citar a dos autores de los que he leído más de un libro, expondrían o criticarían de igual manera, pero el lector apreciaría que la historia avanza, a pesar de los comentarios particulares del autor, y en esta nos alargamos tanto en las disquisiciones que, al final, la historia más que avanzar pega saltos.
No es mi miel.



Como —cuando se habló de invitar por primera vez a cenar al Sr. de Norpois— mi madre se lamentó de que el profesor Cottard estuviese de viaje y ella misma hubiera cesado por completo de frecuentar a Swann, pues uno y otro habrían interesado seguramente al antiguo embajador, mi padre respondió que un comensal eminente, un sabio ilustre, como Cottard, nunca podía quedar mal en …”



domingo, 20 de marzo de 2016

Scott Turow: Presunto inocente (**/***)

(519 pág.; El País)                                          (17; marzo de 2016)
Este libro está en el estante que queda a la altura de mi mesita de noche y durante años he mirado el color verde del lomo a la espera de leer su contenido. Es cuestión de tiempo, como lo del punto de apoyo. Con su lectura me he dado cuenta que me gustan las historias de juicios, tanto leídas como visionadas pues, si están bien contadas, son historias de encajes de bolillos, es decir, no conocemos realmente lo sucedido y a través del juicio se desenmaraña, o bien, conocemos lo que pasó, pero el juicio está desvirtuado. De bote pronto me vienen a la memoria: El emperador de Ocean Park, La hoguera de las vanidades, Testigo de cargo (relato menor e insulso) pero la película es una maravilla, y también estarían la propia del título, Algunos hombres buenos, Falso culpable y, por similitud, Tempestad en Washington, que aunque no es propiamente un juicio goza de sus características.
En esta novela, el primer ayudante del fiscal general de un condado de Estados Unidos es acusado de haber violado y asesinado a una compañera de trabajo, fiscal como él. Este es el nudo, pero mucho antes de ello nos van mostrando diversos aspectos y personajes relacionados con la fiscalía, casos que se han visto coronados por el éxito, las elecciones a las que se tiene que someter el fiscal general y lo que entraña que no esté al frente de la oficina y, una vez sale a la luz lo indicado al principio de este párrafo, pasamos a conocer cómo se desarrolla un juicio, las tensiones entre la defensa y la fiscalía, la participación del juez y cómo va dando bandazos la posible absolución en base a las pruebas y los argumentos presentados.
Como es una novela y no un libro de texto de Derecho, a lo largo de la historia vamos enterándonos de pequeñas triquiñuelas de los personajes que nos conducirá a la inesperada traca final. Ya lo he dicho, me gustan las historias de juicios, sobre todo si están tan bien engarzadas como esta.




“Siempre empiezo así:
–Yo soy el fiscal.”


sábado, 19 de marzo de 2016

Petra Hartlieb: Mi maravillosa librería (**)

(233 pág.; Periférica)                                    (16; marzo de 2016)
Un día me planté en la Fnac dispuesto a quitarme el mono de no comprarme libros y, entre los cuatro que cayeron, este ha sido el primero en ser leído.
Marisol se me adelantó y me dijo que “estaba bien”. Y eso es lo que está: bien. La autora y su marido hicieron una propuesta económica para quedarse una librería que había cerrado y ella nos explica en este libro los avatares de tal aventura. Esta aventura, que yo diría prodigiosa por el buen resultado que les ha dado teniendo en cuenta de que hablamos de venta de libros, transcurre en Viena y todos aquellos que lean el libro se sorprenderán, por lo menos a mí me sucedió, de que a las nueve de la mañana ya haya gente esperando para comprar libros y que en la semana de Navidad entren unos setecientos clientes… a una librería de barrio de sesenta metros cuadrados.
Este libro puede interesar a los amantes de los libros, a los lectores voraces, y a los que, como yo, alguna vez pensaron que les gustaría tener una librería (y que la autora aclara que no es lo mismo leer que vender). A pesar de que lo leí en un solo día no lo aconsejo a los que no pertenezcan a alguno de los apartados anteriores, pues les puede parecer aburrido o pesado por monotemático.
Navegando para ver esa “maravillosa librería” encontré este blog: ttp://www.devoradoradelibros.com/ que, habiendo nacido más o menos cuando el mío, ha recibido doscientas veinte veces más visitas, que se dice pronto, por lo que lo aconsejo para el que quiera tener una opinión más profunda sobre este libro, y otros cientos más. Además, me enteré de esta web de intercambio de libros: http://es.bookmooch.com/. No está mal lo que ha dado un libro que sólo está bien.




“Hemos comprado una librería.”


domingo, 13 de marzo de 2016

Robert Graves: Yo, Claudio (***)

(508 pág.; El País)                                          (15; marzo de 2016)
En la época que no leía, que he explicado unos libros antes, este se pasó bastante tiempo sobre mi mesita de noche, y por ende, bastantes años a que lo leyera. Pero no hay espera que no valga la pena si es para un disfrute como el que proporciona este estupendo, ingenioso, instructivo, apasionante, divertido e intrigante libro. Y el que tenga dudas de que no sea así, y mucho más, que deje de leer mis anodinas líneas y lea las cuatro primeras del libro que figuran al pie de la portada… y coja el libro y siga leyendo.
La vida en el imperio romano desde Augusto hasta Calígula, pasando por Tiberio. Más o menos cien años de historia con el centro en el inicio de nuestro calendario. Claudio nos lo va contando todo: bodas, divorcios, nombramientos de cónsules, sacerdotes y demás cargos importantes, conquistas, honores; y todo ello de una manera ágil, interesante, por lo que la lectura va avanzando cada vez a más velocidad y sin tener ganas de que se detenga en ningún momento.
Como no quiero explicar nada (más) de la historia, quiero mencionar a un personaje que abarca casi todo el libro y que es principal en él: Livia. Y también, fuera de líneas, creo que se debe recordar para el que no la conozca la fabulosa serie, en blanco y negro y formato teatral, que produjo la BBC con esta historia y que lleva el mismo nombre. Imperdibles ambas.




“Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico Esto-y lo-otro-y-lo-de-más-allá (porque no pienso molestarlos todavía con todos mis títulos), que otrora, no hace mucho, fui conocido de mis parientes, amigos y colaboradores como «Claudio el Idiota», o «Ese Claudio», o «Claudio el Tartamudo» o «Cla-Cla-Claudio», o, cuando mucho, como «El pobre tío Claudio», voy a escribir ahora esta extraña …”


domingo, 6 de marzo de 2016

Henry James: Otra vuelta de tuerca (*/**)

(137 pág.; Debolsillo)                                    (14; marzo de 2016)
Marisol me había dicho que Otra vuelta de tuerca le había producido mucho miedo y yo, a pesar de que a este autor lo tenía arrinconado, le hice caso y lo desenterré.
Esta madrugada lo he terminado de leer, y eso que me ha costado un poco a pesar de su corta extensión, y a mí también me ha producido miedo, otra vez, el autor: no me ha gustado. Se lo comento a Marisol esta mañana y me dice que se refería a la película y que la vio cuando era niña, ¡amos anda!
Por qué no me ha convencido: leída en la época victoriana a la luz de las velas, no digo que no, pero hoy, con luz y taquígrafos, es otra cosa; demasiado psicológica, lo que piensa la institutriz, lo que piensa la institutriz de lo que piensan el ama de llaves y los niños; un error conceptual: ya cerca del final el niño de diez años, que es un modelo de bondad, respeto, belleza e inteligencia, cercano todo ello a los ángeles, se dirige a la institutriz, a la que respeta y ha respetado hasta ese momento, con la expresión “querida”, repetida varias veces, por lo que yo creo que no es coherente con el personaje; otra escena poco creíble es la del lago entre la institutriz, el ama de llaves, al niña y la canoa; y para terminar, a mi me asustan más los vivos, y cuanto más vivos más me asustan, que los muertos, por muy muertos que estén. Bye, bye, Henry.




“La historia nos había mantenido alrededor del fuego lo suficientemente expectantes, pero fuera del innecesario comentario de que era horripilante, como debía serlo por fuerza todo relato que se narrara en vísperas de navidad en una casa antigua, no recuerdo que produjera comentario alguno aparte del que hizo alguien para poner de relieve que era el único caso que conocía en que la …”


sábado, 5 de marzo de 2016

James Tiptree, jr.: Mundos cálidos y otros (**)

(241 pág.; Edhasa)                                         (13; marzo de 2016)
El prólogo es de la pluma de Silverberg y está dedicado a razonar sobre el sexo de James Tiptree junior, pues no figura este apellido en la guía de Nueva York ni en la de Washington, que es donde tiene su apartado postal. Nadie conoce a este autor que ganó dos premios Hugo y tres Nebula y quedó finalista doce veces en estos dos premios. Silverberg asegura que es un hombre, pero si no lo fuera, insiste en que escribe como un hombre. ¡Cómo se debió divertir la señora Alice B. Sheldon leyendo esta introducción, autora de los relatos que la siguen!
Yo no sé si escribe como un hombre, pero sí que sus historias son especiales: en algunos de los relatos de este libro se habla algo de sexo de una manera casual, pero también extraña; en sus historias pueden aparecer hechos extraños o irreales y seres inexistentes en nuestro mundo, pero no es eso exactamente lo que más llama la atención, sino es el contenido de sus historias, algunas de ellas ininteligibles para mí.
La que más me ha llamado la atención ha sido La muchacha que estaba conectada, pues en ella muestra cómo saltarse la prohibición de hacer anuncios mostrando el día a día de la vida de una joven muy bella, quien cae bien a todo el mundo y por la que el público está muy interesado y, de esta manera, van apareciendo objetos que ella utiliza y quedan en la retina de los televidentes. A mí me parece que este relato podría ser la semilla de El show de Truman.
En cualquier caso, estoy seguro que cualquier lector de ciencia ficción, sea del sexo que sea, encontrará alguna historia que le sorprenda en el libro de este ilocalizable hombre.




“Escucha, zombie.”
La muchacha que estaba conectada

eBook: sí.