(241 pág.; Edhasa) (13;
marzo de 2016)
El prólogo es de la pluma de Silverberg y está dedicado a
razonar sobre el sexo de James Tiptree junior, pues no figura este apellido en
la guía de Nueva York ni en la de Washington, que es donde tiene su apartado
postal. Nadie conoce a este autor que ganó dos premios Hugo y tres Nebula y quedó
finalista doce veces en estos dos premios. Silverberg asegura que es un hombre,
pero si no lo fuera, insiste en que escribe como un hombre. ¡Cómo se debió
divertir la señora Alice B. Sheldon leyendo esta introducción, autora de los
relatos que la siguen!
Yo no sé si escribe como un hombre, pero sí que sus
historias son especiales: en algunos de los relatos de este libro se habla algo
de sexo de una manera casual, pero también extraña; en sus historias pueden
aparecer hechos extraños o irreales y seres inexistentes en nuestro mundo, pero
no es eso exactamente lo que más llama la atención, sino es el contenido de sus
historias, algunas de ellas ininteligibles para mí.
La que más me ha llamado la atención ha sido La muchacha que estaba conectada, pues
en ella muestra cómo saltarse la prohibición de hacer anuncios mostrando el día
a día de la vida de una joven muy bella, quien cae bien a todo el mundo y por
la que el público está muy interesado y, de esta manera, van apareciendo
objetos que ella utiliza y quedan en la retina de los televidentes. A mí me
parece que este relato podría ser la semilla de El show de Truman.
En cualquier caso, estoy seguro que cualquier lector de
ciencia ficción, sea del sexo que sea, encontrará alguna historia que le
sorprenda en el libro de este ilocalizable hombre.
“Escucha, zombie.”
La muchacha que estaba
conectada
eBook: sí.
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