domingo, 29 de mayo de 2016

William S. Maugham: La joven romántica (**/***)

(225 pág.; Club de los Lectores)                    (33; mayo de 2016)
Este es el tercer y último libro que tenemos en casa de este autor y el único de relatos, a pesar de los muchos que escribió, tantos, que en este libro pide disculpas porque en el anterior el famoso diablillo de las imprentas hizo que apareciera la frase “No creo que escriba más relatos” en lugar de la que él quiso: “No creo que escriba muchos más relatos”. Para nuestra suerte escribió muchos más.
Después de leer El filo de la navaja y Servidumbre humana no debería haberme sorprendido el tipo de relatos que escribía Maugham, que tratan, mayoritariamente y tal como no se cansa de ir diciendo en algunos de ellos, de la “condición humana”. No en vano en las dos mencionadas novelas si de algo habla es de esa condición con la que cada uno afronta los retos de la vida.
La suerte que tenemos la mayoría de los mortales es que no nos vemos abocados a las situaciones tan límites como las que se plantean en estos relatos, en los que figura el misterio, el drama e, incluso, un poco de terror, además de enfermedades que hoy en día no nos hacen residir en un sanatorio para el resto de nuestra vida. En cualquier caso, unos relatos interesantes y con una traducción al español de los años cincuenta que ahora queda anticuada, pero que a mí me ha resultado curiosa de leer.




“La reunión era muy reducida, porque nuestra invitadora gustaba de que la conversación se hiciese general.”
Episodio


sábado, 28 de mayo de 2016

Orhan Pamuk: Una sensación extraña (***)

(636 pág.; Literatura Random)   (32; mayo de 2016)   (Premio Nobel 2006)
Quizá me tendría que haber dado cuenta mucho antes, pero entre el cine y la lectura hay una gran diferencia: cuando estás viendo una película, salvo excepciones, estás con los sentidos dirigidos hacia la pantalla en la que se te plantea una historia y no la abandonas hasta su desenlace. Para leer, sobre todo un libro como este, deberíamos ponernos cómodos empezar por la primera hoja y no abandonar la lectura hasta llegar a la hoja en la que se nos indica la fecha de impresión, y así esta, la impresión, sería equivalente a la que recibimos cuando vemos una película.
¿Y por qué ahora me he dado cuenta de esto y lo digo? Porque la historia que nos cuenta Pamuk es el desarrollo de Estambul desde los sesenta hasta nuestros días, con una veintena larga de personajes en un mundo desconocido para nosotros, por lo que cada vez que abandonamos su lectura hemos de reencontrarnos con el aire que se respiraba en la novela en esos momentos y las situaciones en las que se encontraban los personajes, y su lectura no mantiene la intensidad que, creo yo, el autor le quiso dar.
Es una novela que, para la gente de mi edad, podemos creer que algo de ello hemos vivido, aun a pesar de las enormes diferencias culturales, sociales y religiosas; pero hemos visto cómo crecían nuestras ciudades y cómo iban desapareciendo los rígidos esquemas sociales, sobre todo en la familia.
La novela se lee con ganas y con mayor interés a medida que va avanzando la historia. Esta tiene un narrador, pero los personajes participan en la narración hablando en primera persona, dando su opinión y haciendo avanzar los hechos. Un buen acierto para una estupenda novela.




“Esta es la historia de la vida de Mevlut Karatas, vendedor de yogur y de boza.”


domingo, 22 de mayo de 2016

Douglas Adams: Guía del autoestopista galáctico (**/***)

(174 + 87; Anagrama)                                   (31; mayo de 2016; en Huesca)
Si los Hermanos Marx, o cualquiera de sus componentes escritores, hubieran escrito ciencia ficción este libro hubiera podido ser firmado por ellos sin ningún género de duda, pues es de humor surrealista y de ideas a cuál más sorprendente. Aunque no sea una historia “seria” de ciencia ficción, su lectura es obligatoria. La única pega que yo le pondría es que los capítulos son de continuidad muy libre.
El primer capítulo no tiene precio y aquí van unas pinceladas: al protagonista le van a tirar su casa, un conocido suyo es extraterrestre y en un cuarto de hora la Tierra va a desaparecer. Con estos mimbres Adams crea una historia hilarante y, como nadie pensará que el protagonista desaparece en el primer capítulo, puedo anticipar que los dos sujetos ya mencionados se convierten en autoestopistas galácticos viviendo una serie de situaciones graciosas, curiosas y propias de una comedia… que sucediera en el espacio.
En el eBook que encontré hay exactamente la mitad de páginas más que en el libro impreso y en ellas se nos explican las dificultades que se tuvieron que sortear para llevar a la pantalla esta obra. Su autor no lo pudo ver, pues murió en el mes de mayo de 2001. Yo espero hacerlo.




“En los remotos e inexplorados confines del arcaico extremo occidental de la Espiral de la Galaxia, brilla un pequeño y despreciable sol amarillento.”


sábado, 21 de mayo de 2016

Philip Larkin: Una chica en invierno (**)

(297 pág.; Impedimenta)                              (30; mayo de 2016)
Este libro que había visto recomendado en varias publicaciones y en diferentes momentos decido comprarlo, junto con otros tres para sacarme el gusanillo de no tocar papel, y espero un tiempo a ver si lo encuentro gratis en formato eBook. No es posible, así que me pongo a pasar páginas.
Una mujer que no es inglesa nos cuenta su trabajo en una biblioteca de Inglaterra durante la época invernal. En el capítulo central, el más largo, rememora las tres semanas que pasó en casa de unos ingleses cuando tenía dieciséis años. Y en el último volvemos a la actualidad inicial de la novela.
Cuando la terminé de leer me vino a la cabeza la palabra “indecisión”. Esa es la sensación que me han dado a mí los personajes de la novela: son indecisos (o son británicos y yo no sé la diferencia). Tanto es así que he llegado a creer que el indeciso es el autor, pues no en vano destruyó sus dos primeras novelas una vez concluidas. En mis cuatro malas rayas en relación a Los buscadores de conchas ya apuntaba que hay cierta forma de escribir o tocar unos temas u otros que parecen escritos por, o dirigidos a, uno de los dos sexos, sin que eso sea descalificativo de ninguno de ellos. Esta novela escrita por un hombre termina, si no comienza, siendo escrita para una mujer e, insisto, sin menoscabo de su calidad o profundidad, aunque a mí no me convenciera del todo.




“Durante la noche había dejado de nevar, pero, como seguía helando y los copos no se derretían, la gente comentaba que aún nevaría más.”


sábado, 14 de mayo de 2016

Margaret Atwood: El cuento de la criada (***)

(284 pág.; Seix Barral)                                              (29; mayo de 2016)
Seis años después segundo libro de esta autora y, a mi gusto y parecer, mejor que el anterior. En la contraportada es comparado a Un mundo feliz, libro que también leí hace seis años y del que guardo un buen recuerdo, pero no la historia que cuenta, pero, en cualquier caso, yo diría que se debe diferenciar del de Huxley en que este es un libro en el que la protagonista es la mujer, aunque yo no lo tacharía de feminista, a lo sumo, de reivindicativo… y no le faltan razones.
Debido a una crisis política y social, sobre la que algo se explica a lo largo del libro, Estados Unidos se convierte en una dictadura pero, sobre todo, en un arrinconamiento de la mujer en todos sus ámbitos: sin nombre; sin derechos; sin bienes, que pasan al familiar masculino más próximo; convertidas en criadas; o peor (aunque para ellas es mejor) en criadas sexuales para conseguir un hijo y que lleve los apellidos de algún matrimonio capitoste sin facultades para procrear. Atwood recrea en esta historia todo un sistema para aprisionar a la población en general y, en particular, a todas las mujeres… pero nada es perfecto, pues aunque en la teoría pueda serlo, en la práctica es dirigido por personas, en este caso por hombres, y podemos ser muchas cosas, pero perfectos no.
Un libro muy interesante, con una historia muy bien contada de la que deseas saber cada vez más, tanto del pasado que les ha llevado a esa situación, como del futuro que les espera. Ya no tenemos más libros en casa de esta autora, pero de aquí a unos cuantos años, si no le dan el Nobel antes, tendremos alguno más.




“Dormíamos en lo que, en otros tiempos, había sido el gimnasio.”


domingo, 8 de mayo de 2016

Cormac McCarthy: La carretera (**)

(209 pág.; Debolsillo)                                    (28; mayo de 2016)
Segunda novela que leo de este autor y su prosa la encuentro igual de seca. Por lo que recuerdo de No es país para viejos, me pareció más entretenida que esta, pues aquí no hay más que soledad y futuro incierto, en caso de que lo haya.
La Tierra ha sido devastada por una catástrofe nuclear, que no se explica, y quedan muy pocos habitantes en ella, o por lo menos donde transcurre la acción: Estados Unidos. Los protagonistas son un padre y un hijo de edades indeterminadas, aunque el hijo no debe ser mayor de ocho o diez años. A lo largo de la carretera que van recorriendo para llegar al sur sufren todo tipo de penalidades: frío, cansancio, hambre, enfermedades, clima adverso y, lo peor, miedo cuando se encuentran a sus semejantes.
Y así durante doscientas páginas, que llegan a hacerse tan largas como el recorrido de los protagonistas. No obstante, puede ser interesante para darse cuenta de hasta dónde se puede aguantar y los recursos que podemos obtener con imaginación.




“Al despertar en el bosque en medio del frío y la oscuridad nocturnos había alargado la mano para tocar al niño que dormía a su lado.”


sábado, 7 de mayo de 2016

Stephen Hawking: Dios creó los números (**)

(1.031 pág.; Crítica)                                      (27; mayo de 2016)
Debió ser en 2007 cuando me enteré de la publicación de este libro y, sin preocuparme por su contenido o precio, se lo pedí a Anna como regalo de Navidad. No puedo olvidar que me comentó que “le había costado mucho dinero”. Ella tenía trece años e invirtió en él diez de las semanadas que cobraba. Nunca más le he vuelto a pedir un libro si antes no he mirado lo que cuesta, pues me avergoncé de no haberlo pensado. Esto en cuanto al precio.
En cuanto al contenido tampoco paré mientes de lo que iba por lo que fue toda una sorpresa la profundidad del contenido: a criterio de Hawking aparecen los diecisiete matemáticos más importantes de la historia y treinta y uno de sus importantes trabajos, parcial o totalmente. No soy un erudito en matemáticas, pero algo estudié y aún recuerdo, por lo que con ganas empecé a leerlo.
¡Pobre de mí! El prefacio bien, la sinopsis biográfica del primero mejor, pero ¡ay! cuando empieza con los axiomas, las fórmulas matemáticas, los desarrollos y demás zarandajas debidas a la traducción del griego según un traductor o según otro. En resumen, es un libro matemático muy interesante pues contiene las obras originales de autores que van desde los griegos hasta el pasado siglo, con biografías muy completas y trabajos increíbles de que hayan sido concebidos pero, desgraciadamente, sólo lo puede leer alguien que haya estudiado exactas o con altos conocimientos de matemáticas y paciencia para seguir su desarrollo.
Este año, dolido por haber pedido algo que no tenía que haberlo hecho y menos a mi hija, y que no había leído, me propuse leer cada semana un capítulo, me refiero a la biografía, y cazar palabras al vuelo del descubrimiento del autor en cuestión. La verdad es que he disfrutado mucho leyendo cómo la matemática fue ampliando sus campos y las profundidades de estos, aunque no haya podido seguir los razonamientos expuestos. Algún día tendré que comprar a Anna una primera edición de un clásico para compensar, de alguna manera, su generoso regalo.




“Dios creó los números. El hombre todo lo demás.”
Leopold Kronecker