(297 pág.; Impedimenta) (30;
mayo de 2016)
Este libro que había visto recomendado en varias
publicaciones y en diferentes momentos decido comprarlo, junto con otros tres
para sacarme el gusanillo de no tocar papel, y espero un tiempo a ver si lo
encuentro gratis en formato eBook. No es posible, así que me pongo a pasar
páginas.
Una mujer que no es inglesa nos cuenta su trabajo en una
biblioteca de Inglaterra durante la época invernal. En el capítulo central, el
más largo, rememora las tres semanas que pasó en casa de unos ingleses cuando
tenía dieciséis años. Y en el último volvemos a la actualidad inicial de la
novela.
Cuando la terminé de leer me vino a la cabeza la palabra
“indecisión”. Esa es la sensación que me han dado a mí los personajes de la
novela: son indecisos (o son británicos y yo no sé la diferencia). Tanto es así
que he llegado a creer que el indeciso es el autor, pues no en vano destruyó sus
dos primeras novelas una vez concluidas. En mis cuatro malas rayas en relación
a Los buscadores de conchas ya
apuntaba que hay cierta forma de escribir o tocar unos temas u otros que
parecen escritos por, o dirigidos a, uno de los dos sexos, sin que eso sea
descalificativo de ninguno de ellos. Esta novela escrita por un hombre termina,
si no comienza, siendo escrita para una mujer e, insisto, sin menoscabo de su
calidad o profundidad, aunque a mí no me convenciera del todo.
“Durante la noche había dejado de nevar, pero, como seguía
helando y los copos no se derretían, la gente comentaba que aún nevaría más.”
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