sábado, 25 de junio de 2011

Paul Torday: La pesca del salmón en Yemen (**)

            (315 pág.; Salamandra)                                       (47; noviembre de 2010)
            Sin duda alguna una primera mitad de un humor irónico y fino sobre el funcionamiento de la Administración inglesa (¿solo?). Aunque la segunda parte se pone más seria, la curiosidad pudo conmigo y leí más de cien páginas de una “echada” (¡esa noche dormí menos de cinco horas y al día siguiente iba a trabajar!).
            Esta es la idea principal: a un jeque se le antoja poder pescar salmones en un río de su hacienda en Yemen, por lo que le encarga a una inmobiliaria inglesa que haga las gestiones ante la Administración inglesa para que le faciliten la infraestructura que necesita para ello. Y aquí entran los políticos con sus intereses tan particulares.
            La trama avanza a través de correos electrónicos, llamadas, diarios, diario personal del protagonista, la narración directa, las sesiones parlamentarias, etc. En resumen, muy ágil y divertida.


“Estimado doctor Jones:
            Le escribo por indicación de Peter Sullivan, del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth (Sección Oriente Medio y Norte de Africa).”


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viernes, 24 de junio de 2011

Francis Scott Fitzgerald: Suave es la noche (**)

            (473 pág.; Alfaguara)                                           (46; noviembre de 2010)
            El libro está dividido en tres partes. La primera transcurre en la Riviera francesa durante los años veinte del siglo XX. Describe la vida de algunos millonarios que se podían permitir tener como única preocupación conocer qué diversión habría por la noche o al día siguiente. Es un capítulo muy agradable de leer y un disfrute para todo aquél que guste de ese período de entre guerras donde libertad y libertinaje estaba permitido y se confundían para esa minoría.
            El segundo capítulo habla del pasado anterior y el tercero sigue a partir del punto en que terminó el primero. En estos dos capítulos la fiesta ya se ha acabado y el alcohol ya no es divertido. Las divergencias entre unos y otros y, sobre todo, entre el matrimonio protagonista principal hace que la novela se vuelva agria.
            Está muy bien escrito ya que te parece estar acompañando a los protagonistas y cuando lo acabas te apetece seguir leyendo más de esa época que tan bien describió Scott Fitzgerald (El gran Gatsby).


“En la apacible costa de la Riviera francesa, a mitad de camino aproximadamente entre Marsella y la frontera con Italia, se alza orgulloso un gran hotel de color rosado.”

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Sherwood Anderson: Winesburg, Ohio (**)

            (254 pág.; El cercle de Viena)                                  (45; octubre de 2010)
            Este autor (desconocido hasta ahora por mí, como tantos otros) está considerado el narrador por excelencia de su generación y su estilo fue tenido en cuenta por autores como Hemingway, Faulkner, Wolfe, Steinbeck, … casi nada.
            Cada capítulo del libro se refiere a un personaje pero, a su vez, el siguiente capítulo enlaza con el anterior de forma que va explicando la vida de los habitantes de un pueblo “perdido” de Estados Unidos a principios del siglo pasado (¡ya han pasado 90 años de su publicación!).
            Los capítulos son cortos, de una decena de páginas y relatan historias de anhelos, sinsabores, amores, caracteres, aspiraciones, etc. de manera suave, nada estridente, hasta elegante: “Winesburg havia desaparegut i la vida que hi havia dut havia esdevingut el simple teló de fons sobre el qual pintaría els somnis de la seva edat adulta”.
            No estoy seguro de que la traducción sea muy buena (es de Francesc Parcerisas).


“L’escriptor, un home vell amb un bigoti blanc, tenia problemes per ficar-se al llit.”

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domingo, 19 de junio de 2011

Amélie Nothomb: Las Catilinarias (*/**)

            (134 pág.; Circe)                                                       (44; octubre de 2010)
            Es el tercer libro que leo de esta autora y me esperaba algo similar a los dos anteriores, y hasta la mitad del libro lo es: la presión que recibe una persona por parte de otra a la que impone su presencia. Durante esta mitad, y a pesar de que para el que lo relata es un padecimiento, las situaciones presentadas son hilarantes, pero a partir de cuando aparece el cuarto personaje de la novela todo se decanta hacia otra vertiente mucho más seria y cuyo mensaje, de haberlo, se me escapó, además de no parecerme coherente con lo expresado por los dos personajes principales durante la primera parte del libro.
            Sólo se lo recomendaría a alguien que conociera a la autora, o la mitad del libro a cualquiera que quiera reírse un buen rato; pero solo hasta la mitad.


“No sabemos nada de nosotros mismos.”

sábado, 18 de junio de 2011

José Saramago: Memorial del convento (***)

            (467 pág.; Alfaguara)       (43; octubre de 2010)       (Premio Nobel 1998)
            Si la memoria no me falla, no le hizo ninguna gracia a El Vaticano que le entregaran el Premio Nobel a Saramago. Creía que era por ser comunista (que ya es un buen motivo), pero leyendo este libro se sale de dudas: es por su ateísmo  (¿se puede ser ateo total y radical?; si se puede, este libro lo es).
            Saramago es un ateo clarividente: nos hace ver de manera sencilla y, muchas veces, humorística las contradicciones de la religión católica (¿sólo de ésta o de cualquiera?). Casi en cada página algún personaje deja ir una frase de media docena de palabras en la que deja al descubierto flancos que, obviamente, no puede ver el creyente porque así se le ha educado.
            Pero no sólo es eso este libro, sino que además hace una descripción histórica y social muy detallada del siglo XVIII en Portugal. También describe los trabajos de la época (y lo que costaba realizarlos antes de la revolución industrial) llegando a un detalle pormenorizado que asombra. A mi gusto el mejor ejemplo de esto último, son las páginas que dedica al traslado durante ocho días de una pieza de mármol que pesa veintitantas toneladas a “lomos” de bueyes y hombres. Me sentí totalmente rodeado del sudor y del esfuerzo que costó realizarlo.
            Como creo que es una buena muestra de su fino lenguaje y su vena satírica, ahí van unas líneas:
“… el rey está preparándose para la noche. Lo desnudaron los camareros, … y esto ocurre en presencia de otros criados y pajes, este que abre el gran cajón, aquél que aparta la cortina, uno alza el velón, otro le amortigua el brillo, dos que no se mueven, dos que imitan a éstos y tantos que no se sabe qué hacen ni para qué están.”


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lunes, 13 de junio de 2011

Antonio Muñoz Molina: El jinete polaco (**)

            (605 pág.; Booket)                                                    (42; octubre de 2010)
            Este es el último libro que reseño unos meses después de haberlo leído. No es lo mismo que hacerlo justo después de acabarlo porque la sensación se amortigua con el tiempo, pero a poco que pienses en él recuerdas la impresión que te produjo.
            En este caso, al principio me recordó bastante Corazón tan blanco de Marías, seguramente porque el protagonista tiene la misma profesión y porque los inicios de ambas novelas me parecen poco claros. Obviamente el tema se separa del de Marías y se acerca a los recuerdos que tenemos los que nacimos a mediados del siglo pasado por la descripción que hace de una España que la generación siguiente a la nuestra puede parecerle lo mismo que a nosotros nos parecerían las vivencias a principios del siglo XIX, y si me apuras, más alejado todavía.
            Aparecen personajes secundarios muy interesantes, tales como el jefe de policía de Mágina, la población origen del protagonista, el fotógrafo o el comandante de la guarnición y cuyas historias le dan a la historia principal un interés añadido.     (dic-10)


“Sin que se dieran cuenta se les hizo de noche en la habitación de donde no habían salido en muchas horas, donde habían estado abrazándose y conversando en una voz cada vez más baja, como si la penumbra y luego la oscuridad que no notaban hubieran ido apaciguando el tono de sus voces pero no la avidez mutua de palabras, igual que se había apaciguado el modo al principio perentorio … “

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domingo, 12 de junio de 2011

Edward Rutherfurd: London (**)

            (1.452 pág.; Punto de Lectura)                           (41; septiembre de 2010)
            Curioso inicio sobre la historia de la ciudad de Londres: ¡cuatrocientos millones de años antes de ahora! Una novela que abarca tal cantidad de años, aunque se salta unos cuantos millones en los primeros capítulos, no puede ser corta, pero es, con mucho, el libro más extenso que he leído.
            A través de una serie de familias de ficción va explicando la evolución de Londres desde sus primeros habitantes hasta finales del siglo XX y que, mezclados con personajes reales y con las situaciones sociales de cada época, va conformando un compendio histórico no sólo de Londres sino de Inglaterra y, en ocasiones, de los pueblos de Europa que tuvieron que ver con ella.
            Para leerlo hasta el final sólo se necesita suficiente paciencia y tiempo.     (dic-10)


“Muchas veces, desde que la Tierra era joven, el lugar había permanecido bajo el mar.”

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sábado, 11 de junio de 2011

Anónimo: Poema de mío Cid (**)

            (301 pág.; bilingüe; El País)                                       (40; agosto de 2010)
            No por muy conocida la historia del Cid deja de ser interesante y entretenida la lectura de este poema, que explica las vicisitudes que padece el Cid desde su destierro de Castilla por orden de Alfonso VI hasta su regreso y cómo logra que ello sea así.
Aunque ya lo he comentado en otras ocasiones, insisto en que hay que perderles el “miedo” a los clásicos, pues no en vano han soportado el paso del tiempo, en este caso más de ocho siglos (que se dice pronto), y esto es garantía de que están bien escritos, de que cuentan una historia atrayente, de que algo se puede aprender de ellos.
De los que deberíamos tener miedo es de esos bestsellers que lo son por el mero hecho de estar en el escaparate de una librería (cuando no en el almacén de una editorial). ¡De esos hemos de estar atentos!     (dic-10)


“Envió el rey don Alfonso a Ruy Díaz mío Cid por las parias que le tenían que dar los reyes de Córdoba y de Sevilla, cada año.”



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domingo, 5 de junio de 2011

György Dragomán: El rei blanc (**)

            (255 pág.; La Magrana)                                             (39; agosto de 2010)
            Transcribo de la contraportada: “El rei blanc és una novel·la sobre l’aventura i el dolor de passar de la infantesa a l’adolescència, ambientada en els anys de paranoia anteriors a l’enfonsament del comunisme rere el Teló d’Acer”.
            También indica que es un libro aplaudido a nivel internacional, pero no deja de ser una serie de relatos que no están mal, algunos más enternecedores que otros, alguno divertido, pero poco más.
            Destacaría el deseo del protagonista y su confianza de que su padre volverá y las humillaciones que sufre por ese hecho.     (dic-10)


“Abans d’anar a dormir, vaig posar el despertador sota el coixí per sentir-ne només jo el dring i perquè la mamà no es despertés, però el despertador encara no havia sonat quan jo ja estava despert: estava massa nerviós per la sorpresa que preparava.”

sábado, 4 de junio de 2011

Marcel Proust: En busca del tiempo perdido – 1. Por el camino de Swann (**/***)

(503 pág.; Alianza Editorial)                                      (38; agosto de 2010)
            Como en el caso anterior, este libro era una deuda pendiente, pero había oído hablar tanto de él, en el sentido de su dificultad o pesadez, que no me atrevía.
            No voy a decir que se pueda recomendar a cualquier lector, pues aunque seguro que está muy bien escrito y es muy importante dentro de la literatura universal, hay que cogerlo con muchas ganas y no desanimarse ante el aluvión de palabras que llega a encontrar para describir cualquier cosa: objetos, flores, situaciones, ya digo, lo que sea puede ser descrito utilizando decenas de palabras.
            Además de la enorme cantidad de descripciones que hay en él, están los personajes: el narrador, un niño que se pasa el día soñando con el momento en que su madre irá a darle el beso de buenas noches y que cuando no lo recibe se deprime hasta límites insoportables (esto entre otros rasgos de carácter muy particulares), y el propio Swann, personaje al que se le dedican unos cientos de hojas para relatar sus desafortunados amores o sus cenas con unos amigos que pasan de desear su compañía a menospreciarlo sin dejarle que les acompañe en sus cenas diarias. Además de lo que acabo de describir hay situaciones y vivencias muy particulares.
            Aunque pueda parecer lo contrario no me disgusta haberle dedicado el tiempo que cuesta leer sus quinientas páginas, y tengo en cartera la segunda de las siete partes de las que se compone la búsqueda de ese tiempo que ya no volverá, ni para sus personajes ni para sus lectores.      (dic-10)


“Mucho tiempo he estado acostándome temprano.”

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