domingo, 30 de octubre de 2011

André Gide: Los monederos falsos (*)


(424 pág.; El País)   (30; junio de 2011 en Budapest)  (Premio Nobel 1947)

No me ha gustado nada, no he entendido el mensaje si es que lo tiene y me han parecido muy escabrosas las relaciones homosexuales que constantemente se dan a entender. No quiero parecer pacato, pero es que son relaciones entre adolescentes que no tienen el bachillerato y hombres adultos, algunos de ellos familiares de los primeros.

La historia trata de bastantes personajes todos ellos conocidos entre sí, pero basada en supuestos alejados de la realidad: alumnos de bachiller que hacen circular monedas falsas (de ahí el título) y a dos de ellos quieren nombrarlos directores de una publicación.

He leído que esta obra está muy bien considerada. Seguro que es así, pero yo no la pienso aconsejar.

He dejado para el final dos hechos importantes: le doy importancia a que ganara el premio Nobel de Literatura; no me importa que Gide fuera homosexual, es más, lo comento sólo para que no parezca que lo paso por alto.




““Ha llegado el momento de pensar que oigo pasos por el corredor”, se dijo Bernard.”



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viernes, 28 de octubre de 2011

Maxence Fermine: El violín negro (*/**)


(133 pág.; Anagrama)                                   (29; junio de 2011)

Este mes voy recibiendo una de cal y otra de arena.

Este libro, sin ser como el anterior, de ahí que lo valore como semi-aconsejable, es un cuentecito con poca gracia. Tiene tan poca gracia, que hasta el texto redactado por la editorial en la solapa de la portada solo habla del libro anterior del autor, de este no dice ni una palabra.

Si hubiera profundizado en la historia y en los personajes habría sido interesante. Es un cuento que de tan poético que quiere ser se queda sin sustancia ni moraleja. Tal como está lo mejor es su longitud, por lo que no quiero explayarme.




“Por una curiosa inclinación que rayaba a veces en la locura, Johannes Karelsky nunca tuvo otra meta en la existencia que transformar su vida en música.”

domingo, 23 de octubre de 2011

Thomas Pynchon: La subasta del lote 49 (*)


(184 pág.; Tusquets)                          (28; junio de 2011)

Chiste malo: Pynchon = pinchazo.

El primer libro que intenté leer de él no lo quise acabar. Ya había invertido muchas horas en no dormirme teniendo tantos libros por leer. Pero me quedé con el regusto de no haberlo llegado a disfrutar, como me pasó, al final, con La broma infinita cuyo autor es un seguidor de su estilo. Por eso en una lista que le di a Anna de libros que me interesaban figuraba este.

Y sin esperar su turno (pues los nuevos los voy leyendo por orden de “llegada” a mis manos) lo leí de un tirón: ¡dos días perdidos! Y esta vez no habrá clemencia.

Nuevamente desarrolla un tema inconexo, incoherente y con poca gracia. Esperaba algo que tuviera el aliciente de la subasta, del contenido del lote, de su historia; pero no. Se lía con personajes extraños y con situaciones o experiencias ininteligibles para mí. La única ventaja de este libro respecto del primero que intenté leer de él es que es ocho veces más corto.

Lo mejor: la dedicatoria de mi hija por mi 54º cumpleaños.




“Una tarde de verano, al volver de una fiesta organizada por Tupperware donde la anfitriona había puesto quizá demasiado kirsch en la fondue, la señora Edipa Maas se enteró de que la habían nombrado albacea de la herencia de un tal Pierce Inverarity, un magnate californiano de las inmobiliarias que cierta vez había perdido dos millones de dólares en su tiempo libre pero …”

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sábado, 22 de octubre de 2011

Julian Barnes: El loro de Flaubert (**)


(229 pág.; Anagrama)                                   (27; junio de 2011)

Había leído de este autor El perfeccionista en la cocina y Marisol media docena más, por lo que es un autor a ser leído periódicamente por la cantidad de libros que tenemos de él, y porque el primero me pareció muy divertido.

El loro de Flaubert no es del mismo estilo. Sus poco más de doscientas páginas tienen alguna ironía, algún comentario mordaz (si tienen más se me escaparon), pero de lo que trata esta obra es de la biografía de Flaubert. De las muchas biografías que he leído, sobre todo cuando era joven, ninguna es como esta.

Esta biografía no tiene un orden cronológico, ni ningún otro. Capítulo a capítulo se van dando a conocer hechos, circunstancias o actitudes de Flaubert, pero sin estar basados en un orden preestablecido. Por ejemplo, nombres parciales de tres capítulos consecutivos en la mitad del libro:
Los ojos de…; La travesía del Canal…; Guía ferroviaria… .

En resumen, este libro puedo aconsejárselo a alguien que le guste mucho este autor, a alguien que le gusten mucho las biografías (pero poniéndole sobre aviso), o bien a alguien que quiera conocer todo lo que es cognoscible de Flaubert. Sobre esto último casi diría que es enciclopédico.



“Seis norteafricanos jugaban a la petanca al pie de la estatua de Flaubert .”

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domingo, 16 de octubre de 2011

James Ellroy: El gran desierto (**)


(633 pág.; Ediciones B)                      (26; junio de 2011)

Este libro lo definiría como novela negra americana de policías. Las tres primeras palabras de la definición no creo que precisen mayor aclaración. Con la cuarta quiero dar a entender que se trata de una novela en la que buena parte de la trama tiene que ver con el intríngulis propio del sistema norteamericano policial; es decir, en Los Angeles, hay una policía del condado y otra de la ciudad y entre ellas no hay, lo que se dice, una buena relación. Quizá es lo mismo que puede pasar aquí, pero no he leído tanta novela negra como para tener una división de novela negra europea de policías.

Aparte de esta digresión, que la hago porque al principio de la novela pensé que no me aclararía con la adscripción de los personajes y sus relaciones interpersonales, la novela está muy bien. Es actual, o sea, no se anda con remilgos a la hora de describir atrocidades, atención sensibles, y a la hora de sufrir, puede sufrir cualquier personaje, no solo los que no están en el bando bueno.

Bando, por otro lado, que tampoco está libre de culpa.




“Cayeron chaparrones antes de medianoche.”

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sábado, 15 de octubre de 2011

Elisabeth Sanxay Holding: Miasma (*)


(197 pág.; Lumen)                             (25; junio de 2011)

Leí una buena crítica de este libro y se lo regalé a Marisol. Me dijo que empezaba bien, pero que no le gustó. No me lo aconsejaba.

¡Mala suerte! No le hice caso. La única ventaja es que es corto y lo leí en un día. Tal como me dijo, hasta la mitad del libro la historia que cuenta es interesante, ágil, da gusto leerla porque se avanza fácilmente y pinta un escenario en el que no ocurre nada, pero que parece que hay trampa escondida, con lo que crea el aliciente de querer saber más.

Pero hasta la mitad. Luego creo que desbarra con algún personaje y la historia del mismo, y el final demasiado rápido, sencillo y sin profundidad.

En la solapa del libro lo dice claro: “Olvidada por muchos y venerada por algunos”. En los años treinta no lo sé, pero hoy soy de los primeros.




“Antes de trasladarse al pequeño pueblo de Shayne, Alexander Dennison lo calculó todo con sumo cuidado.”

miércoles, 12 de octubre de 2011

Miguel Delibes: El hereje (**)


(497 pág.; Ediciones Destino)                        (24; junio de 2011)

El primer libro de Delibes y, como esperaba, con un gran conocimiento del campo castellano, tanto humano como económico, etimológico o forma de vida. Aunque para seguir el hilo argumental no sea preciso, un diccionario cerca no irá mal, pues aparte del léxico propio del campo, está el del vestido, el de los barcos y alguna palabra suelta que demuestra su vasto conocimiento del idioma.

Novela ambientada en el siglo XVI, une la vida de un vallisoletano a la reforma de Lutero, dando una visión muy interesante de cómo se vivía en aquel siglo en España y del costo, y fracaso, que tuvo la reforma aquí.

A pesar de estar relatada con grandes párrafos y de haber, relativamente, poco diálogo su lectura no se hace pesada y cada vez apetece más conocer el desenlace, el cual está tan bien descrito que al lector le parece estar en el centro de los sucesos.




“El Hamburg, una galeaza a remo y vela, de tres palos, línea enjuta y setenta y cinco varas de eslora, dedicada al cabotaje, rebasó lentamente la bocana y salió a mar abierta.”


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domingo, 9 de octubre de 2011

Miguel Hernández: Poemas (**/***)

(139 pág.; Plaza & Janés)                  (23; mayo de 2011)

Con muchas ganas he leído este pequeño compendio de la poesía de Miguel Hernández, pues era otro autor del que no había leído nada. Pero, en cambio, conocía algunos de sus poemas, ya que la portentosa memoria de Marisol me los había recitado.

Y me ha sabido a poco. En parte a mi insensibilidad hacia la poesía y en parte a que no están la mayoría de los que recordaba y que tienen más carga sentimental o que tocan temas sociales.

No obstante, este es un autor que me hace vibrar y que pienso repetir más adelante.

No comento nada de su vida y de su muerte. ¿Para qué? De todos son conocidas ambas y de tamañas injusticias, la humana y la divina, yo no podría decir nada nuevo ni nada bien dicho que expresara cuánto me repugna la primera y en que poco fío la justicia de la segunda.




En esta ocasión, en lugar de las primeras palabras del libro, he preferido el final de uno de los últimos poemas escritos por Miguel Hernández antes de morir a los treinta y dos años:

“Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.”

sábado, 8 de octubre de 2011

David Thomson: Sospechosos (**)


(428 pág.; Roja & Negra)                  (22; mayo de 2011)

 A Thomson, crítico de cine reconocido, se le ofreció la posibilidad de hacer un diccionario de personajes del cine. Como la obra le parecía inabarcable la circunscribió al cine negro. Y puestos en faena, pensó que más que ir describiendo uno a uno los personajes era mucho más sugerente detallar la vida del personaje antes o después de lo que aparece en la película y hacer que personajes de películas diferentes se crucen en sus caminos.

Esta obra puede ser tomada como una “biografía” de personajes de película o como una novela negra en la que aparecen decenas de personajes, los cuales conocemos en buena parte, y cuya trama está compuesta de pequeños retazos de sus vidas.

Es por ello que este libro se ha de recomendar a alguien que le guste la novela negra, el cine policiaco, o bien, que haga como Huxley: que lo lea como un diccionario, aunque quedará lejos de la marca de este. El se leyó la Enciclopedia Británica.

Con todo lo dicho y como me lo pasé bien leyéndolo, lo recomiendo.




“En noviembre de 1901, en el Tulip Tree, el burdel de la calle Stockton de San Francisco donde trabajaba, Opal Chong, a sus diecinueve años, dio a luz a Jacob.”

domingo, 2 de octubre de 2011

Santiago Rusiñol: L’auca del señor Esteve (**/***)


(219 págs. + 68 y 29; Educaula)        (21; mayo de 2011)

Las tapas del libro aún están calientes y me pongo a escribir mis impresiones.

Como la biblioteca de Anna ya tiene libros interesantes que yo no tengo, le pedí hace unos días que me aconsejara tres. Los tres eran en catalán y escogí este y he quedado gratamente sorprendido, pues aunque había oído hablar de Rusiñol no esperaba que me gustara tanto (¿quizá el haber trabajado 27 años en una tienda donde el taulell era lo más importante ha influido en ello?).

Esta edición tiene una introducción en la que sitúa la obra en el contexto espacio temporal, pues habla de lo que era Barcelona hace siglo y medio, por lo que te pone en ambiente.

La idiosincrasia de la saga de los Esteves (aunque no todos se llaman así) y la vida en el barrio de la Rivera están descritos de forma brillante, con un lenguaje muy llano, ágil y sin miedo a usar palabras no catalanas o usadas por el pueblo. Los carácteres de estos hombres prácticos son un hallazgo. Aunque parezca que no explico el argumento algo de él hay en la única pregunta del texto.

Por si aún no se tienen ganas de leerlo, la frase final es de las mejores que he leído, y para saborearla como se merece sólo nos separan doscientas páginas de pequeño tamaño, con la letra grande y un texto que, una vez comenzado, no se puede dejar.




“El jorn que va nàixer l’Estevet, el seu pare, el senyor Ramon, després d’esperar anys i anys aquella criatura tardana, per les contingències del comerç, no va poguer estar perenne al costat de la seva esposa.”

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sábado, 1 de octubre de 2011

Roald Dahl: Mi tío Oswald (**)


(196 pág.; Anagrama)                       (20; mayo de 2011)

El escritor de cuentos e historias para niños (Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas, entre muchos otros) en su primera novela, escrita cuando contaba 63 años, se destapa con esta historia que bien podría figurar entre las de La sonrisa vertical o ser un anticipo del atrevido Henry Miller.

Aunque contada en tono de guasa, no deja de haber escenas y descripciones exclusivas para mayores de edad. Aunque le sobran unas decenas de páginas porque se repiten las historias que cuenta, tiene dos ideas que para el momento en que fue escrito (1979) me parecen muy adelantadas o, cuando menos, de rabiosa actualidad: una pastilla tipo “viagra” y un banco de esperma de genios. Estas dos ideas son las que le dan pie a las descripciones “subidas de tono”.

Insisto que es una comedia, pero para adultos liberales, muy liberales, pues el protagonista comparte sus beneficios con una compañera de estudios, ya que ella es el anzuelo que atrae a los genios a tan específico banco, lo cual no creo que sea muy políticamente correcto.





“Empiezo a sentir, una vez más, el impulso de saludar a mi tío Oswald.”


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