(184 pág.; Tusquets) (28; junio de 2011)
Chiste malo:
Pynchon = pinchazo.
El primer
libro que intenté leer de él no lo quise acabar. Ya había invertido muchas
horas en no dormirme teniendo tantos libros por leer. Pero me quedé con el
regusto de no haberlo llegado a disfrutar, como me pasó, al final, con La broma
infinita cuyo autor es un seguidor de su estilo. Por eso en una lista que le di
a Anna de libros que me interesaban figuraba este.
Y sin
esperar su turno (pues los nuevos los voy leyendo por orden de “llegada” a mis
manos) lo leí de un tirón: ¡dos días perdidos! Y esta vez no habrá clemencia.
Nuevamente
desarrolla un tema inconexo, incoherente y con poca gracia. Esperaba algo que
tuviera el aliciente de la subasta, del contenido del lote, de su historia;
pero no. Se lía con personajes extraños y con situaciones o experiencias
ininteligibles para mí. La única ventaja de este libro respecto del primero que
intenté leer de él es que es ocho veces más corto.
Lo mejor: la
dedicatoria de mi hija por mi 54º cumpleaños.
“Una tarde de verano, al volver de una fiesta organizada por
Tupperware donde la anfitriona había puesto quizá demasiado kirsch en la
fondue, la señora Edipa Maas se enteró de que la habían nombrado albacea de la
herencia de un tal Pierce Inverarity, un magnate californiano de las
inmobiliarias que cierta vez había perdido dos millones de dólares en su tiempo
libre pero …”
eBook: sí. http://www.librosmagnet.com/
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