domingo, 28 de agosto de 2011

James Blish: Un caso de conciencia (*/**)

(204 pág.; Martínez Roca)     (11; marzo de 2011)
            A pesar de haber leído muy poco de ciencia ficción, creo que no me equivoco si digo que esta novela es muy peculiar. Aparte del hecho de que es muy “técnica” en explicaciones de cómo funciona la vida en el planeta Litina, incluso con explicaciones físico químicas que mis conocimientos no me permiten saber si son ciertas o solo son “ciencia ficción” y que la hacen un poco tediosa, existe la figura de un cura que cree que dicho planeta es la creación del diablo, por lo que considera que debe aislarse de los humanos.
            La razón del título es debida al problema que tiene el cura: si el planeta ha sido obra del diablo es que este puede crear vida, lo que es contradictorio con la creencia católica. ¡En fin!
            El capítulo final sí que tiene un error grave: a fin de poder ver en tiempo real lo que sucede en dicho planeta que está a 50 años luz de la Tierra se ha inventado un sistema en el que la luz tarda veinte minutos en recorrer dicha distancia. Floja cosecha de ciencia ficción debió haber en 1958 para que recibiera el Premio Hugo al año siguiente.


“La puerta de piedra se cerró con estrépito.”

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sábado, 27 de agosto de 2011

David Lodge: La vida en sordina (**)

(354 pág.; Anagrama)                       (10; marzo de 2011)
            El libro habla de un profesor de universidad jubilado anticipadamente y con problemas de oído. Lodge padece sordera y describe con mucho sentido del humor los problemas de no llevar audífono, de que se te acaben las pilas y no tengas repuesto, de que contestes al teléfono y se acoplen los sonidos, etc., etc.
            Ya lo he dicho: con mucho sentido del humor. Pero también describe todos los problemas que padece un sordo y que, comparado con los de un ciego, no produce ningún sentimiento afectuoso en la gente. También trata de los años otoñales de la vida, los del propio protagonista y los de su padre, todo ello con un toque de simpatía y humanidad.
Curiosamente, esta novela y la anterior tienen un final parecido que no explicaré. Allí servía para descansar de tanta zafiedad. Aquí sirve para cerrar una novela entrañable, divertida y que, a los que estamos en el verano de nuestras vidas y que nos acercamos sin pausa a ese otoño del protagonista, lo veamos como una estación más donde la falta de un sentido como el del oído puede ser una desventaja de la que hay que saber sacar provecho: cuando estés al lado de un charlatán sólo tienes que desconectar el audífono y mover la cabeza de vez en cuando.
Además, mientras leas un libro tan interesante como este, nada te distraerá.



“El hombre alto, de pelo gris, con gafas, que estaba en el borde del gentío en la sala principal de la galería, encorvándose muy cerca de la joven de blusa de seda roja, con la cabeza gacha y alejada de la cara de ella, y que asentía juiciosamente y emitía a intervalos un murmullo mundano, no es, como podría pensarse, un cura de asueto al que ella le ha convencido de que la confiese en mitad de …”

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domingo, 21 de agosto de 2011

Jaime Bayly: Los últimos días de “La Prensa” (*)

(391 pág.; Planeta)                (9; marzo de 2011)
            Viví casi cinco años en Perú, y aunque en la primera pasada que hice a la biblioteca no lo leí, en la segunda pensé que me gustaría recordar algo de mis vivencias allí. Pero eso sólo duró las cinco primeras páginas. En ellas habla de calles que yo conocí y con modismos que fueron los míos en mi pubertad. Y así se acabó mi sueño de revivir esos cinco años.
            A partir de aquí, dibuja unos personajes con trazo grueso, pues sólo comenta alguna anomalía, el mote y a qué se dedica el sujeto de ese capítulo. Porque cada capítulo, ligeramente aislado del anterior, es para comentar algún suceso o anécdota con poca o ninguna gracia.
            Todo el libro es soez, procaz y pederasta. Claro que la pederastia es la “bien vista”: mujer soltera, ligeramente mayor, con jovencito con ganas de descubrir el sexo, pero pederastia al fin y al cabo.
            La historia es vacua y se llega al final cuando al autor se le acabaron las peregrinas ideas que hace acometer a sus personajes.
            Lo mejor de todo: hay muchos más libros que leer que no son de este autor.


“Doña Inés Tudela y su nieto Diego bajaron de un taxi en la plaza San Martín.”

sábado, 20 de agosto de 2011

Jane Austen: Mansfield Park (**/***)

(563 pág.; Plaza& Janés)                   (8; febrero de 2011)
            Era, sin duda, una escritora pendiente, y ha sido un placer leerla.
            Retrata los personajes con unas pocas palabras y ves cómo aparecen ante ti. Es curioso como los personajes hablan con párrafos realmente largos, dando toda clase de explicaciones sin que sean interrumpidos por sus interlocutores y que estos, a su vez, respondan también largamente.
            Los estamentos sociales están claramente reflejados en esta novela, incluso dentro de una propia familia: el hijo mayor se queda el apellido y la fortuna, el siguiente tiene que buscarse un medio de vida … y las hijas … un primogénito con el que casarse, por lo que es habitual, cuando una casadera oye hablar de un joven soltero, que pregunte por su renta anual.
            La novela fue publicada a principios del siglo diecinueve y es de suponer que a las familias pudientes no les haría mucha gracia verse reflejadas de la forma en que aparecen en ella: vacías, preocupadas por el qué dirán y sin otro afán ni ocupación más allá de cómo llenar el tiempo.
Unos de los mejores capítulos de la novela son los que describen que, precisamente para llenar tanto tiempo libre, se les ocurre representar una obra de teatro en ausencia de su padre, aun a pesar de que este no lo aprobaría.
Aunque peque de repetitivo: si un libro escrito doscientos años atrás ha llegado hasta nosotros, leerlo no será en balde.


“Hará unos treinta años, miss Maria Ward, de Huntingdon, con una dote de sólo siete mil libras, tuvo la buena fortuna de cautivar a sir Thomas Bertram, de Mansfield Park, condado de Northampton, viéndose así elevada al rango de baronesa, con todas las comodidades y consecuencias que entraña disponer de una hermosa casa y una abultada renta.”

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lunes, 15 de agosto de 2011

Lawrence Durrell: Balthazar (**)

(348 pág.; Edhasa)                 (7, febrero de 2011)
            En marzo del pasado año (número 12) leí el primer libro de El cuarteto de Alejandría. Quizá valdría la pena haberlos leído más próximos el uno de otro para tener más presentes los personajes y sus caracteres.
            En este libro, el narrador le envía sus apuntes para la creación de un libro que trata de las vidas de los personajes de la novela anterior a uno de ellos. Este, a su vez, le corrige y amplía con datos, situaciones y pensamientos de dichos personajes que el narrador desconoce. A su vez, otro personaje es un escritor y van dándose a conocer sus propias ideas respecto de ellos. Aunque parece un poco lioso (que a veces lo es) se puede seguir el hilo.
            El libro va a más, hasta llegar a las cincuenta últimas páginas en las que, además, hay un misterio de por medio con el que se alcanza el climax. En este libro no se describe tanto como en el anterior la ciudad de Alejandría, pero a cambio, hay una descripción muy interesante de la vida en el desierto, así como de los tres días que dura el Carnaval.
            El libro me lo regaló Anna en Navidad. Es una edición muy cuidada y con la letra para gente de mi “experiencia” visual.


“Tonalidades del paisaje: del castaño al bronce, horizonte escarpado, nube baja, suelo de perla con sombras nacaradas y reflejos violetas.”


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domingo, 14 de agosto de 2011

Miguel A. Asturias: Leyendas de Guatemala (*)

(96 pág., leídas 65; El Periódico)    (6; febrero de 2011)      (Premio Nobel 1967)
            Quedaban treinta y una páginas por leer, pero ya no podía más de onomatopeyas seguidas y repetidas una tras otra. Me refiero a la obra de teatro Cuculcán. Mucho aguanté.
            En referencia a las cinco leyendas he de decir que la mayoría no las entendí y que no me gustaron, aunque le reconozco una envoltura poética que ya quisiera para mí. Quizá fue por eso.
            Seguro que el Premio Nobel era muy merecido, pero con tanto autor todavía por leer …


“Seis hombres poblaron la Tierra de los Arboles: los tres que venían en el viento y los tres que venían en el agua, aunque no se veían más que tres.” (Leyenda del Volcán)

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sábado, 13 de agosto de 2011

12 Autores en tu bolsillo: 12 Amores de verano (**)

            (236 pág.; Debolsillo)             (5; febrero de 2011)
            El libro era un obsequio de la editorial y Fnac y el título quizá sea muy comercial a mi gusto, teniendo en cuenta la nómina de los autores.
            Obviamente se trata de una docena de relatos, de una longitud de unas pocas páginas hasta la treintena. Todos referidos a una relación amorosa, pero no necesariamente de duración corta. Ideal para leer en un día de verano.
Los que más me han gustado: Italo Calvino (La aventura de un lector) por divertido, Julio Cortázar (Vientos alisios) por el sorprendente final y Alfredo Bryce Echenique (A veces te quiero mucho siempre) porque yo no habría podido expresar mejor mis propios pensamientos.


“En pleno verano un muchacho estaba echado en un maizal.” (Dylan Thomas: Una vista del mar)

domingo, 7 de agosto de 2011

Irène Némirovsky: Suite Francesa (**/***)

            (521 pág.; La Magrana de Butxaca)             (4; febrero de 2011)
            Este libro consta de dos capítulos. En el primero se cuenta el éxodo de los franceses cuando los alemanes invadieron Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Hay una serie de personajes, desde gente llana del pueblo hasta nobles, a través de los cuales se cuentan las vicisitudes vividas en esos momentos. El segundo capítulo transcurre en un pueblo tomado por los alemanes y todos los personajes que desarrollan la historia son nuevos.
            Mientras lo estás leyendo no entiendes el porqué este cambio tan abrupto. Al final de libro, que también acaba subrepticiamente, hay unos anexos: el primero de ellos está dedicado a la forma que Némirovsky concebía sus personajes y sus libros. Para este había pensado en unos cuatro o cinco capítulos, con un total de unas mil páginas. Se quedó en la mitad. Los alemanes la arrestaron por ser judía a mediados de julio de 1942 y la asesinaron un mes más tarde en un campo de concentración. Su marido siguió igual suerte que ella tres meses más tarde.
            El segundo anexo incluye la correspondencia que en ese tiempo cursó su marido a mucha gente para intentar salvarla. Es desolador.
            Es el segundo libro que leo de ella y al igual que en el primero, he de decir que su expresión es pausada, tranquila, nada altisonante, pero lo que cuenta te hace sentir todo el sufrimiento que debió sentir la gente que vivió esos momentos. En el anexo ella se pregunta si encontrará el tono para esta obra: sin duda lo consiguió, pues sin usar ningún tipo de truculencias transmite al lector toda la tensión que debió representar el abandonar tu hogar (primer capítulo), así como lo que debió ser tener que compartir tu vida y tu casa con los invasores de tu patria.
            Es importante leerlo para que de vez en cuando se nos encoja el corazón con los avatares vividos por la generación que, en mi caso, nos precedió.


“Calent, pensaven els parisencs.”

sábado, 6 de agosto de 2011

Rafael Alberti: Marinero en tierra (*/**)

            (159 pág.; Losada)                 (3; enero de 2011)
            No es lo mío. No hay duda alguna.
            Lo intento con ganas, pero pocos autores de poesía, y pocas poesías, consiguen atravesar mi trozo de cartón piedra.
            Este es su primer libro y ganó el Premio Nacional de Literatura cuando Alberti sólo contaba veintidós años. El jurado estaba compuesto por Antonio Machado, Menéndez Pidal y Gabriel Miró, por lo que vuelvo a mi primera frase: no es lo mío, sin duda.
            Creía que aunque no llegara a entender totalmente sus versos me harían vibrar, pero no ha sido así. Como muestra de lo que no entiendo:
¡Jee, compañero, jee, jee!
¡Un toro azul por el agua!
¡Ya apenas si se le ve!
-¿Queeé?
-¡Un toro por el mar, jee!
Como muestra de la poesía que me gusta (tuve que esperar hasta la penúltima página):
¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!


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