domingo, 25 de septiembre de 2011

John Banville: Los infinitos (*)

(290 pág.; Anagrama)                       (19; mayo de 2011)

No me ha gustado. Lo cogí con ganas, pues me lo regaló Marisol el pasado año (con las nuevas adquisiciones voy tan atrasado como con los clásicos) y había leído El Lémur (que está escrito bajo su seudónimo) y tenía ganas de ver si este me quitaba el recuerdo del final flojo. Pero lo que ha resultado es que toda la novela me ha parecido insulsa, sin mayor interés que el saber que tiene pocas páginas y que con un poco de suerte lo acababa de una sentada (un fin de semana y dos noches).

La novela trata de una familia en la que el padre, ya mayor, está en coma. El narrador es Hermes; sí, el hijo de Zeus; pues en esta obra se mezclan los dioses con sus criaturas, sin que estas lo sepan. Pero esto que podría ser divertido, ameno o ingenioso, a mí no me lo ha parecido en absoluto. Esta opinión es contraria a Martin Amis y Don DeLillo, entre otros, pero es la opinión que me ha provocado la lectura de este libro anodino y sin mayor gracia.




“Entre las cosas que creamos para que les sirvieran de consuelo, el amanecer da buen resultado.”

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sábado, 24 de septiembre de 2011

Wilkie Collins: La dama de blanco (**/***)

(431 pág.; Montesinos)          (18; mayo de 2011)

Uno de los autores favoritos de Marisol, y no defrauda. Esta historia se le ocurrió a Collins cuando vio a una muchacha vestida de blanco con semblante apenado sentada en un solitario banco. ¡Pues vaya imaginación! La acción transcurre en el siglo XIX, que es el del autor, pero su prosa es más ligera que la de Jane Austen, aunque obviamente la sociedad retratada es la misma.

Una joven menor de edad acepta el contrato de matrimonio con un noble al que su padre le ha dado el consentimiento. Este muere y la joven conoce a un profesor de dibujo del cual se ha enamorado en secreto, pero decide mantener su compromiso, aunque el noble parece necesitar más la posible herencia que le proporcionaría su futura mujer que a esta. Y…

Esta es la historia que se desarrolla a lo largo de trescientas páginas. Del resto no hablo para no desvelar de qué van, pero me parecen mucho menos interesantes. Hay otros personajes, de los que cabe resaltar el tío de la mencionada joven, el cual vive recluido en su habitación para no soportar, egoístamente, al resto de la humanidad; o al conde italiano, que participa muy activamente en todo lo malo que les sucede a los protagonistas.




“Era el último día de julio.”

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domingo, 18 de septiembre de 2011

Gilbert K. Chesterton: El hombre que fue Jueves (*/**)

(233 pág.; El País)                  (17; abril de 2011 en Huesca)

Como estoy convencido que hay que leer a los autores que, a pesar del tiempo, han llegado hasta nosotros ahora le tocaba el turno a Chesterton. Pero, ¡mira por donde!, en el mismo mes me trago otro libro surrealista y, la verdad, es que no los entiendo.

En este caso se trata de un policía que se infiltra en una célula anarquista y no explico más porque el principio es muy inteligente e ingenioso. Pero a partir de la mitad y, sobre todo el final, es totalmente surrealista, por no decir, ininteligible. En este caso, parece ser que todo esto tiene que ver con la conversión al cristianismo de Chesterton, ¿pero qué culpa tenemos los que ya nacimos así?

Ojala el autor se hubiera aplicado una frase que dice el protagonista de la novela: “La aventura podrá ser loca, pero el aventurero debe ser cuerdo”. En fin, tengo dos libros más de él y, dios mediante, les daré su oportunidad, pero espero y deseo que haya utilizado otro estilo.




“El barrio de Saffron Park –Parque de Azafrán- se extendía al poniente de Londres, rojo y desgarrador como una nube del crepúsculo.”

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sábado, 17 de septiembre de 2011

Vikas Swarup: Seis sospechosos (**)

(549 pág.; Anagrama)                       (16; abril de 2011 en Huesca)

Aunque el título pudiera parecer que se trata de una novela negra, la imagen de la portada lo desmiente, tal y como la trama del libro confirma. Es muy divertido. Hay personajes como el americano, con frases verdaderamente desternillantes, o el político, cuyos capítulos avanzan a través de las llamadas telefónicas que hace a sus subalternos para que incumplan la ley, o a los empresarios que le pagan sobornos para seguir sus trapicheos.

La mayor parte del libro es para describir la docena de personajes que intervienen en él, para descubrir los motivos por los cuales seis de ellos son sospechosos de un asesinato o para retratar una India con muchos más detalles de los que creemos conocer de la vida diaria en sus calles o en los barrios pobres. India que parece conocer muy bien, pues no en vano es el autor de la novela Slumdog Millionaire.

Al final, en cuarenta páginas un periodista cuenta la verdad de los hechos y, en las diez últimas, se pone serio y lanza un mensaje sobre la corrupción entre los políticos y los poderosos. Claro que no hay que preocuparse, pues esto sólo pasa en el subcontinente indio. ¿O es que Gürtel no es un nombre indio?




“No todas las muertes son iguales.”

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domingo, 11 de septiembre de 2011

Stephen L. Carter: El emperador de Ocean Park (**)

(717 pág.; El País)                          (15; abril de 2011)

El padre del protagonista, juez que llegó a ser propuesto para el Tribunal Supremo, muere de un aparente ataque al corazón. La esposa de aquél es candidata al Tribunal de Apelaciones, antesala del Supremo. La hija del juez cree que fue asesinado. Hay muchas personas interesadas en las “disposiciones” del juez, que su hijo debe encontrar y entregar al que mejor uso haga de ellas.

Este es, en cuatro líneas, el resumen argumental de esta novela de más de setecientas páginas. Una vez leí que a más de una novela de esta longitud le sobran doscientas páginas … o las setecientas. Es posible que este caso sea el de las doscientas, pero en honor a la verdad, y teniendo en cuenta que no he leído mucha novela negra, la manera de ir poco a poco conociendo detalles de la vida del protagonista y la gente que conoce, bien de la facultad donde da clases, bien de los muchos conocidos que tuvo su padre en vida, hace que las hojas vayan pasando sin dificultad.

Un dato muy curioso de la novela: el protagonista y su familia son de “la nación más oscura”, hecho que no acostumbra a suceder y que a lo largo de la novela te lo recuerda el autor, a través de la idiosincrasia o vicisitudes vividas por esa “nación”.

A pesar de que para mí la palabra “bestseller” tiene una connotación negativa, en este caso he acertado leyendo este libro.




“Cuando mi padre murió dejó el abono para los Redskins a mi hermano, la casa de Shepard Street a mi hermana y la de Martha’s Vineyard a mí.”


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sábado, 10 de septiembre de 2011

Mijaíl Bulgákov: El maestro y Margarita (*/**)

(474 pág.; Alianza Tres)         (14; abril de 2011)

De entre los libros que tenemos de Bulgákov Marisol me aconsejó este.

Tiene un inicio muy bueno: no solo aparece el diablo en la Tierra y hace la vida más corta a un personaje, aparte de volver loco a él y a un amigo, sino que cuenta cómo vivió Poncio Pilatos, la condena y crucifixión de Cristo, de una manera tal que pasa a ser una vivencia muy real. Todo ello hace de los primeros capítulos sino hilarantes muy divertidos.

Pero después se vuelve muy disparatado, surrealista y, a mi gusto, entonces deja de tener la gracia y coherencia del principio. Al final solo tenía curiosidad de ver cómo acabaría el libro, más que interés por seguir leyéndolo.

Quizá haya que tener en cuenta que era una crítica a la burocracia rusa de los años treinta, pero el que no la conoce, como es mi caso, se pierde su segunda intención.




 “A la hora de más calor de una puesta de sol primaveral en “Los Estanques del Patriarca” aparecieron dos ciudadanos.”

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domingo, 4 de septiembre de 2011

Mario Vargas Llosa: El sueño del celta (**)

(454 pág.; Alfaguara)   (13; marzo de 2011)    (Premio Nobel 2010)

            Dudaba entre comprarlo o no porque en casa tenemos libros de él que aún no he leído, pero Anna me lo regaló por Reyes. Ya empieza a saber qué me puede gustar leer.

            Pero de haber sabido su contenido no sé si me hubiera gustado leerlo. Me explico: es la vida del irlandés Roger Casement, que llegó a ser nombrado Caballero por sus servicios a la Corona de Inglaterra y terminó ahorcado por sus deseos de independencia de Irlanda.

            Hasta aquí bien. Los servicios que prestó a la Corona, y que en el libro se detallan con un exacerbado realismo, fueron las investigaciones que desarrolló tanto en el Congo Belga como en Iquitos (Perú) contra la esclavitud y las sádicas torturas que se infligían a los oriundos por parte de los europeos, de ahí la imagen de la portada.

            No sé cuál ha sido la razón de Vargas Llosa para escribir este libro, pero consigue horrorizar con sus detalladas descripciones.




“Cuando abrieron la puerta de la celda, con el chorro de luz y un golpe de viento entró también el ruido de la calle que los muros de piedra apagaban y Roger se despertó, asustado.”

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sábado, 3 de septiembre de 2011

Bertolt Brecht: Historias de almanaque (**/***)

(141 pág.; Alianza Editorial)               (12; marzo de 2011)

Una serie de relatos cortos entre los que figura El círculo de tiza de Augsburgo, que viene a ser una historia similar a la del rey Salomón y las dos madres. A principios de los setenta en el Teatro Español de Barcelona se representó la obra El círculo de tiza caucasiano con José Bódalo y María Fernanda d’Ocón y que yo fui a ver porque mi madre tocaba el piano en un interno. Por supuesto, en aquel momento no tenía ni idea del autor de la obra y ha sido una sorpresa encontrar que se hiciera una obra de teatro (que no recuerdo su duración) de un relato de 22 páginas.

Además de este relato, que es el primero, quiero resaltar el “dedicado” a Giordano Bruno titulado El manto del hereje y el último, Historias del señor Keuner, pues muchas de ellas son casi aforismos, además de divertidas.

A través de la mayoría de estos relatos queda claro que era un autor comprometido con la izquierda. Con independencia de las opiniones de cada uno, creo que su lectura es muy aconsejable.




“En tiempos de la guerra de los Treinta Años vivía en la ciudad libre imperial de Augsburgo del Lech un protestante suizo llamado Zingli, dueño de una gran curtiduría y almacén de cueros.” (El círculo de tiza de Augsburgo)


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