domingo, 28 de enero de 2018

Haruki Murakami: De qué hablo cuando hablo de correr (**/***)

(232 pág.; Tusquets)                          (4; enero de 2018)
Regalé este libro a un compañero del trabajo que cada semana corre alguna carrera, desde 5 km hasta maratones, y pensé que algún día lo leería, así que lo busqué digitalizado. Aunque el título no deja lugar a dudas de lo que va el libro y, por consiguiente, muchos lectores pueden creer que no les interesa, he de aclarar que Murakami aprovecha su gusto por correr para explicarnos qué piensa sobre algunas cosas, qué hace, también para hablarnos de sus viajes y sus aficiones y, obviamente, de cómo le ha ido en algunas de sus carreras. Para no explicar al tuntún lo que él hace ordenadamente, solo diré que recorrió la distancia entre Atenas y Maratón él solo. Lo menciono como uno de esos hechos que pueden ser atractivos o interesantes.
A pesar de que tenía a Murakami en el dique seco por culpa del libro que me regaló Marisol hace muchos años, he de reconocer con placer que la lectura de este libro me ha gustado mucho y la he disfrutado, casi casi, como si yo hubiera conseguido todo lo que él relata que ha hecho.




“La existencia de una máxima que dice que un auténtico caballero nunca habla de las damas con las que ha roto, ni de los impuestos que ha pagado es..., es una mentira como una catedral.”


sábado, 27 de enero de 2018

David Vann: Sukkwan Island (**/***)

(210 pág.; Alfabia)                             (3; enero de 2018)
Marisol se compró esta novela al poco de salir a la venta y me apetecía leerla, pero me dijo que no le había gustado. Como ya no quedan muchos autores por leer en esa balda al final me decido a leerla, pues me seguía tentando. Le comenté que la estaba leyendo y entonces me aclaró que le había puesto nerviosa su lectura, no tanto que no le hubiera gustado. Y no es para menos.
Un padre divorciado que tiene un hijo y una hija convence al primero de que se vaya con él a una isla desierta durante un año para tener una relación más cercana. A pesar de que ni el hijo ni su madre querían, al final ceden. La idea es llevarse algo de comida y pescar o cazar en la isla. La casita es pequeña y la relación más que cercana es opresiva. Nada sale como el padre había supuesto. No obstante, el lector no puede sorprenderse del mal resultado, pues a medida que va leyendo se va enterando de las peregrinas ideas del padre. En resumen, ni para pasar un fin de semana con él.




“Tu madre y yo teníamos un Morris Mini.”


domingo, 21 de enero de 2018

Arnold Bennett: Enterrado en vida (**/***)

(304 pág.; Impedimenta)                              (2; enero de 2018)
Marisol no deja de comprar libros y de aconsejarme algunos. Yo voy destilando esa información y acoplándola a mis largas listas de libros por leer. Este es el caso de uno de ellos. A punto he estado de considerarlo un libro recomendable sin más, pero lo cierto es que está bien escrito, la idea es original y, a pesar de que hacia la mitad decrece el interés pero hay un giro que devuelve la vitalidad a la narración y de que la timidez del protagonista no siempre actúa (y es vital en la historia), considero que su lectura es gratificante, es decir, muy recomendable. Bennet fue un autor de éxito y muy bien considerado en su momento, pero hoy se recuerda más a los que consideraban que su estilo estaba caduco: el grupo de Bloombury.
El protagonista es un pintor de mucho éxito cuyas obras se venden a buen precio. Nadie lo tiene físicamente presente, pues su timidez es tal que no permite entrevistas ni aparece por las exposiciones. Por una circunstancia que no quiero desvelar tiene la oportunidad de cambiar su identidad y desaparecer del mundanal ruido. ¿No hemos pensado alguna vez que ojalá pudiéramos hacer eso y que desaparecieran todos nuestros líos de los que no sabemos cómo librarnos? Aquí tienes la respuesta.




“El peculiar ángulo que el eje de la Tierra forma con el plano de la eclíptica –ángulo del cual depende en buena medida nuestra geografía, y por ende, nuestra historia– era la causa de que en la época en que comienza este relato se produjera el fenómeno conocido en Londres con el nombre de verano.”


sábado, 20 de enero de 2018

Rubén Darío: Cuentos macabros (**/***)

(53 pág.; Ruth Casa)                          (1; enero de 2018)
Quería volver a leer otro libro de Darío después de cuatro años de haber leído su impresionante Azul… y, a duras penas, encontré estos macabros cuentos. Parece ser que este poeta, periodista y diplomático publicó un libro de cuentos en su vida y que solo se reedita la obra mencionada. De aquí a algunos años más ya veremos qué otra obra encuentro de él.
Este pequeño libro contiene nueve cuentos de los casi cien que publicó en diarios y revistas y son del estilo de los que escribía Poe pero, por lo que recuerdo de este último autor, mucho más cortos y, quizá, menos truculentos. Vale la pena leer el librito por conocer la prosa cargada de adjetivos con la que Darío asustó a sus contemporáneos, a pesar de que no creo que hoy en día sean tan macabros como hace un siglo o, que nuestro presente es tan convulso que ya no nos impresiona cualquier cosa, por muy bien escrita que esté.




“Que el doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador, que su voz es profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre La plástica de ensueño, quizá podríais negármelo o aceptármelo con restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro!"
El caso de la señorita Amelia


domingo, 14 de enero de 2018

James Thurber: La vida secreta de Walter Mitty y otras historias (**)

(260 + 68 pág.; Versal)                                  (74; diciembre de 2017)
Las veces anteriores, cuando pasaba por esta estantería tenía ganas de coger este libro, pero hasta este momento otros me parecieron más oportunos, pero ya le ha llegado la ocasión. Está considerado como uno de los mejores escritores de cuentos o relatos cortos del siglo XX, pero me parece un tanto exagerado. El archivo digital que encontré de este libro tenía otra selección de sus historias, por lo que he leído más de las que hay en el que tenemos en casa.
El libro comienza con una biografía, que resulta ser autobiografía, realmente divertida; tiene tres o cuatro relatos buenos, pero la mayoría son relatos que no me han dicho mucho, quizá hace un siglo, más o menos, y leídos en el New Yorker tuvieran más interés, pero no me parece a mí que un libro sea el mejor soporte; sus personajes tienen tendencia a ser anodinos pero sorprendentes o que se encuentran en situaciones incoherentes, en eso su imaginación es desbordante. De sus fábulas, mejor no hablar: no salvo ni una. Pero insisto en que he leído tres o cuatro buenos, uno de ellos, el del pie de la portada.




“Los libros sobre eficiencia mental no regatean detalles acerca de cómo conseguir un Ajuste Magistral, como lo llama uno de ellos, pero a mí me parece que los problemas que exponen, y descartan, son un su gran mayoría poco imaginativos y pedestres: los pequeños altercados en la mesa del desayuno, los inconvenientes rutinarios en la oficina, las familiares ansiedades causadas…”
Fuerzas destructivas en la vida


sábado, 13 de enero de 2018

Bertolt Brecht: Madre Coraje y sus hijos (***)

(130 pág.; I.N.A.E.M.)                         (73; diciembre de 2017)
Como ya he ido diciendo otras veces, cuando un autor me ha gustado lo repito, pero esto puede tardar años (seis en este caso) y la razón ya la he apuntado en alguna ocasión: hay muy buenos autores y yo tengo la suerte de ir pillándolos poco a poco. Y repetir a todos ellos y leer a los que aún no lo he hecho es solo cuestión de tiempo, nada más.
Si alguien es perspicaz y se fija en el extremo superior derecho de la portada verá un símbolo en rojo: no es el de una editorial sino de una web en la que hay unos treinta mil libros digitalizados;  remarco esto, porque ni en Amazon ni en Casa del libro he encontrado esta obra de él, entonces…
Había leído en crónicas periodísticas ante un hecho de valentía las dos primeras palabras del título e, incluso, en masculino, así que tenía curiosidad por saber de qué iba la obra, pues es una obra de teatro de la que estoy hablando: Madre Coraje es una mujer que tiene una hija muda y dos hijos adultos para ir a la guerra. Estamos en el siglo XVII en la guerra de los Treinta Años. Ella tiene un carromato y va de aquí para allá vendiendo todo aquello que pueda interesar dadas las circunstancias. Para ello tiene que trampear controles, que no se le lleven a los hijos a la guerra y que su hija se mantenga pura para que, con un poco de suerte, encuentre un marido. Hay diálogos o explicaciones de Madre Coraje que son todo un hallazgo por su eficaz manera de mostrar cómo funciona el mundo que ha creado la llamada humanidad. Brecht escribió esta obra al inicio de la época nazi y se anticipó escribiendo lo que se avecinaba.




“RECLUTADOR.— ¿Qué gente se puede reclutar aquí?”


domingo, 7 de enero de 2018

Robert L. Stevenson: La isla del tesoro (**)

(269 pág.; El País)                              (72; diciembre de 2017; en Madrid)
Tendría que haberla leído cuando era adolescente y, seguramente, la habría disfrutado más. O tendría que haber leído su Mr. Hyde, pero esta no la tengo. Cada historia tiene su momento, a menos que su fuerza pueda transcender el tiempo y la edad del lector. En este caso el problema es el lector.
Un joven adolescente, hijo de unos cantineros, se relaciona con un marino retirado, malhablado y mal pagador que se esconde en esa pensión. Un día recibe una visita que, a pesar de esperada, lo intranquiliza de tal manera que le confiesa un secreto al muchacho. A raíz de la visita y del secreto conocido comenzará una aventura de la que este que saldrá rico o difunto.




“El squire Trelawney, el doctor Livesey y algunos otros caballeros me han indicado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, sin omitir detalle, aunque sin mencionar la posición de la isla, ya que todavía en ella quedan riquezas enterradas; y por ello tomo mi pluma en este año de gracia de 17… y mi memoria se remonta al tiempo en que mi padre era dueño de la hostería...”


sábado, 6 de enero de 2018

Flàvia Company i Navau: Haru (**)

(380 pág.; Catedral)                         (71; diciembre de 2017)
Cuando estaba cerca de leer el libro número 550 Anna ya me había preparado su recomendación. A ella le había gustado, aunque tenía dudas de si me gustaría a mí. Obviamente, nos conocemos. Este libro es para recomendar a una adolescente o a una persona a la que le guste la filosofía oriental, sin que con ello quiera decir que no esté bien, pero no es de mi estilo. Ya no faltan muchos para los 600; ya veremos qué me depara el destino.
Haru, la protagonista, cuando muere su madre es ingresada en una escuela para aprender a tirar con arco. La escuela imparte sus enseñanzas envuelta en todo el misticismo oriental y Haru es muy dada a dejarse llevar por su ímpetu juvenil, lo que obliga a los tres profesores de la escuela a domeñarla. Ella no es la única alumna y tampoco es la única a la que le cuesta doblegarse ante la disciplina. La novela nos explica, de manera más o menos detallada, sus años en la escuela y luego, a vuelapluma, sus años de adulta, pero sobre todo, da una visión ejemplarizante de cómo alcanzar lo que uno desea o, a veces, lo que no sabe que desea, pero que puede hacer que su existencia haya tenido significado para sí y los demás.




“La condició perquè jo els expliqui aquesta història és que no em preguntin d’on l’he treta i que acceptin que hi haurà detalls que no conegui o per als quals no tingui explicació.”