domingo, 7 de enero de 2018

Robert L. Stevenson: La isla del tesoro (**)

(269 pág.; El País)                              (72; diciembre de 2017; en Madrid)
Tendría que haberla leído cuando era adolescente y, seguramente, la habría disfrutado más. O tendría que haber leído su Mr. Hyde, pero esta no la tengo. Cada historia tiene su momento, a menos que su fuerza pueda transcender el tiempo y la edad del lector. En este caso el problema es el lector.
Un joven adolescente, hijo de unos cantineros, se relaciona con un marino retirado, malhablado y mal pagador que se esconde en esa pensión. Un día recibe una visita que, a pesar de esperada, lo intranquiliza de tal manera que le confiesa un secreto al muchacho. A raíz de la visita y del secreto conocido comenzará una aventura de la que este que saldrá rico o difunto.




“El squire Trelawney, el doctor Livesey y algunos otros caballeros me han indicado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, sin omitir detalle, aunque sin mencionar la posición de la isla, ya que todavía en ella quedan riquezas enterradas; y por ello tomo mi pluma en este año de gracia de 17… y mi memoria se remonta al tiempo en que mi padre era dueño de la hostería...”


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