(380 pág.; Catedral) (71; diciembre de 2017)
Cuando estaba cerca de leer el libro número 550 Anna ya
me había preparado su recomendación. A ella le había gustado, aunque tenía
dudas de si me gustaría a mí. Obviamente, nos conocemos. Este libro es para
recomendar a una adolescente o a una persona a la que le guste la filosofía
oriental, sin que con ello quiera decir que no esté bien, pero no es de mi
estilo. Ya no faltan muchos para los 600; ya veremos qué me depara el destino.
Haru, la protagonista, cuando muere su madre es ingresada
en una escuela para aprender a tirar con arco. La escuela imparte sus
enseñanzas envuelta en todo el misticismo oriental y Haru es muy dada a dejarse
llevar por su ímpetu juvenil, lo que obliga a los tres profesores de la escuela
a domeñarla. Ella no es la única alumna y tampoco es la única a la que le
cuesta doblegarse ante la disciplina. La novela nos explica, de manera más o
menos detallada, sus años en la escuela y luego, a vuelapluma, sus años de
adulta, pero sobre todo, da una visión ejemplarizante de cómo alcanzar lo que
uno desea o, a veces, lo que no sabe que desea, pero que puede hacer que su
existencia haya tenido significado para sí y los demás.
“La condició
perquè jo els expliqui aquesta història és que no em preguntin d’on l’he treta
i que acceptin que hi haurà detalls que no conegui o per als quals no tingui
explicació.”
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