sábado, 26 de enero de 2019

David Forrest: Y a mi sobrino Albert… (*)


(leídas 109 de 207 pág.; Versal)                              (58; diciembre de 2018)
Dicen que una imagen vale más que mil palabras: me hubiera tenido que fijar más en la portada y no elegir este libro de la estantería. También me hubiera podido enterar mejor de lo que querían decir esos puntos suspensivos del título: “le dejo la isla que le gané a Fatty Hagan en una partida de póquer.” ¿A que tiene gracia? Pues así es toda la novela… (que leí hasta que me cansé de ella, pues era un chiste malo seguido de otro que no tenía gracia). Yo también sé usar los puntos suspensivos. Forrest tenía que haber aprendido de Les Luthiers: “La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa”.
Al joven de la portada ya sabemos que su tío le ha dejado en herencia una isla. El se piensa que es una isla importante, pero resulta un peñasco sin ningún atractivo, salvo la joven de la portada que le gusta ir a ella a tomar el sol desnuda. Cuando consigue conquistarla y van a hacer el amor, un barco espía ruso se empotra en la isla y… en este momento es mejor coger otro libro.




“Albert preguntó:
–¿Hay ballenas por aquí?”



domingo, 20 de enero de 2019

Leni Riefenstahl: Memorias (**/***)


(928 pág.; Lumen)                             (57; diciembre de 2018)
Hacía mucho tiempo que quería leer este libro, pues aunque no he visto la película por la que es muy conocida, me interesaba saber de su vida, de la que lo desconocía todo. Y por fin había llegado ese momento. Los primeros capítulos me dejaron un poco frío, pues literariamente no tiene un gran valor y si a esto le añadimos un detalle exagerado acaba siendo aburrido leer sobre los primeros años de vida de una persona … pero pasado ese momento (y llega muy pronto) empiezas a descubrir una persona excepcional.
Leni, como llegaron a conocerla los habitantes de Sudán, fue bailarina en sus primeros años de su vida; como se lesionó, aprovechó el ofrecimiento de rodar películas de escalada, con lo que en su adolescencia hacía alpinismo descalza; en un rodaje no pudo asistir el director de la película y ella dirigió las escenas con tan buen tino que a partir de entonces, además de actriz también era directora; practicó esquí y participó en campeonatos; Hitler vio sus películas y le exigió que rodara la convención del partido nazi y, en el 36, la Olimpiada de Berlín; sus películas ganaron premios internacionales, pero debido a la Segunda Guerra Mundial, pasó años sin poder trabajar y lo perdió todo; se fue a rodar una película en Africa y acabó siendo reconocida mundialmente por las fotografías sobre los pueblos Nuba; descubrió el submarinismo a los setenta años y lo practicó hasta pasados los noventa, mientras hacía fotografías que eran publicadas por las revistas más prestigiosas; y sobre los ochenta años dedicó cinco de su vida a escribir este libro, un detallado diario que sería enormemente aburrido sino fuera sobre la vida de Leni Rienfenstahl.




“No resulta fácil desprenderme del presente y sumergirme en el pasado para comprender el largo y accidentado peregrinar de mi vida.”



domingo, 13 de enero de 2019

David S. Kidder & Noah D. Oppenheim: 365 días para ser más culto (**/***)


(766 pág.; Booket)                             (56; diciembre de 2018)
Hará un par de años regalé un libro a como este a Marisol y a Anna, y el día 1 de enero decidí que yo también podía intentar ser más culto y aunque he tardado un año (menos un día, pues tiene notas para 52 semanas, por lo que le falta una para el último día), creo que he conseguido que algo me quede en la mollera y, aunque lo pierda, nadie me quitará las entretenidas horas de nuevos conocimientos e ideas que me ofreció.
El libro ofrece un par de páginas para cada día y los temas versan sobre historia, literatura, artes plásticas, ciencia, música, filosofía y religión. Obviamente son escuetas presentaciones, en algunos casos con alguna frase discutible o innecesaria, muy orientada al mundo anglosajón u occidental, salvo en religión donde son minoría las notas sobre la religión católica. No obstante todo lo que se pueda decir acerca de sus carencias, creo que no es vana su lectura, por lo menos a aquellas personas, como yo, que tienen lagunas del tamaño de los océanos. He buscado si tenían más publicaciones de este estilo, pero están todas en inglés, por lo que lo dejaré para mi próxima vida.




“El signo de exclamación en matemáticas es tan divertido como parece.”
Los factoriales!


sábado, 12 de enero de 2019

Ricardo Palma: Tradiciones peruanas (***)


(383 pág.; Aguilar)                             (55; diciembre de 2018)
Ultima parte de este largo, y muy interesante para mí, libro sobre tradiciones. Lo empecé a hojear hace unos cincuenta años, volví a él hace cuarenta y ahora lo he leído hasta la última sílaba. Ojalá tuviera la memoria que, seguramente, tuvo su autor. Lo que he leído sobre historia, geografía, lingüística (muy importante en la vida de Palma), biografías y costumbres, entre otros muchos temas que olvido, me han dado, sino conocimientos dada mi ausencia de memoria, muchas horas de entretenimiento. Por eso, las tres estrellas que se lleva cada una de las partes en que lo he leído.
Esta última la componen artículos y versos, críticas, correspondencia, refranes, adagios y epigramas, geografía y diversos índices, siendo cada apartado tan interesante como al lector puedan interesarle estos temas. Yo he leído hasta los índices geográficos, es decir, la relación de las poblaciones que van apareciendo en las historias y me he quedado maravillado de los centenares de sitios y lo lejanos a la residencia del autor que han llegado a aparecer. Ya no tendré tiempo de volver a leerlo, pero siempre recordaré que puedo abrir el libro por cualquier parte y disfrutar de su lectura.




“Como ya voy teniendo, y es notorio,
bastante edad para morir mañana,
según dijo con chispa castellana
Ramón de Campoamor y Campoosorio,

que, en lo desmemoriado,
es un segundo yo pintiparado,
quiero dejar escrita cierta historia
de un amor, como mío,

extravagante y digno de memoria
perpetua en bronce o alabastro frío.
¿La he leído en francés o la he soñado?

¿Mía es la narración o lo es de un loco?
¿He traducido el lance o me ha pasado?
Lectora, en puridad: de todo un poco.”
De cómo desbanqué a un rival