sábado, 30 de abril de 2016

Donna Tartt: El jilguero (**/***)

(1.148 pág.; Lumen)                                      (26; abril de 2016)
El tercero y último, por ahora, de los libros escritos por esta escritora que escribe un tocho cada once años y, mayoritariamente, sus personajes son jóvenes. Este es el que más me ha gustado de los tres y, a pesar de sus más de mil cien páginas, no se hace tediosa su lectura, aunque quizá pudiera expurgarse para llegar a algún lector impresionable por el volumen.
En un museo de Nueva York estalla una bomba y un muchacho pierde a su madre, pero conoce a un moribundo que le insta a robar un cuadro. Este es el principio de la novela y no quiero hablar más de la trama para que el que la lea vaya descubriendo hasta qué punto puede torcerse la vida; cuan sólo se puede encontrar uno si la poca familia que tienes no quiere hacerse cargo de ti, o sí, pero de manera totalmente interesada; de hasta dónde se puede llegar con las drogas, con independencia de la edad que se tenga (los capítulos más crudos a este respecto, y son bastantes, dan que pensar y alegrarse de no haber caído ante esa adicción).
En la novela aparecen unos veinte personajes, desde muchachos preadolescentes hasta personas ya maduras, por lo que hay muchas historias y muchas situaciones en las que se ve inmerso el personaje principal y un amigo suyo de edad similar. La historia viene a cubrir un periodo de unos veinte años.
Creo que esta escritora es excesiva, parsimoniosa, capaz de imaginar situaciones límites, pero que entran dentro de las posibilidades de lo que se ha ido explicando hasta ese momento. En resumen, tiene muchas más virtudes que defectos y no quiero exponer los que yo he encontrado, que son un par, para que sea cada uno el que extraiga sus propias conclusiones sobre tan singular autora.




“Me encontraba aún en Amsterdam cuando soñé con mi madre por primera vez en mucho tiempo.”


domingo, 24 de abril de 2016

Tennessee Williams: Un empeño caballeresco (**/***)

(151 pág.; Lumen)                                         (25; abril de 2016)
Este es el único libro de Tennesse Williams que tenemos en casa, así que llegados a su estantería y vistos los ya leídos y los que quedaban por leer lo escogí con gusto, pues las películas que he visto de sus obras, y son bastantes, a pesar de que son grandes dramas me han gustado mucho y echo en falta repetir su visionado.
No sabía que era un libro de cuatro relatos, en el que el del título ocupa el sesenta por ciento de las páginas, pero no vi ningún problema en ello, pues los libros de relatos también me gustan mucho. Así que empiezo con ese empeño y me quedo sorprendido porque no me esperaba de este autor una historia de política-ficción, en la que el hermano del protagonista, que acaba de volver a su ciudad, se encuentra con que aquel y otros capitostes han convertido la ciudad en la fábrica de un arma que destruirá a todos los enemigos que se puedan encontrar en el camino y, además, controlan absolutamente todo dentro de la propia ciudad, pues nada les es desconocido y todo es dirigido por ellos. El final me dejó perplejo y no sé si es porque no podía haber un final más ortodoxo o porque el autor quiso acabar de una forma más extraña todavía que la propia historia que explicaba.
Los otros tres relatos, verdaderamente cortos pues van de las doce a las veinte páginas, son completamente diferentes, pero también sorprendentes en sus temáticas. Libro interesante aunque muy diferente a lo que creía que iba a leer.




“Cuando Gewinner Pearce regresó al hogar, tras haber viajado durante años, en compañía de un preceptor y consejero, el recientemente fallecido doctor Horace Greaves, todo lo que vio desde el aeropuerto, incluso el edificio de éste, le pareció tan diferente que llegó a pensar que el avión había efectuado una escala imprevista.”
Un empeño caballeresco


sábado, 23 de abril de 2016

Richard Yates: Vía Revolucionaria (***)

(408 pág.; Debolsillo)                                    (24; abril de 2016)
Anna me regaló este libro por Reyes porque de algún sitio saqué que debía leerse. A mí no me decía nada ni el título ni el autor, pero lo pedí, me lo regalaron y leí la contraportada, y ahí sí que me di cuenta de que sí sabía de qué iba: hay una película que vimos Marisol y yo, Revolucionary road, que no nos gustó nada. ¡Ay, señor, dónde me había metido!
Y aunque es cierto que al inicio de la novela la pareja protagonista no para de gritarse y enfadarse por todo, similar a las escenas que han quedado en mi memoria de lo que vi, luego el autor profundiza en el trabajo del marido, en lo que este siente respecto de lo que hace y como ve pasar su vida y espera seguir haciéndolo; también nos va descubriendo qué es lo que desea hacer la esposa a fin de que mejoren las condiciones entre ellos y su nivel económico y, a su vez, hay personajes secundarios que arropan a estos dos principales y dan una buena consistencia a esta historia.
Marisol dice que es una historia de neuróticos norteamericanos, y seguro que tiene razón, pero creo que está bien contada y no se aleja mucho de una realidad que nosotros podamos conocer, esto hace que al leerla te des cuenta de que en la vida uno tiene unos deseos que el devenir va puliendo y puliendo, de forma sutil o acerada, y que cada uno termina aceptando y asumiendo su realidad… o neurótico, sea o no norteamericano.




“Los sonidos finales del ensayo general dejaron a los Laurel Players allí plantados, sin nada que hacer, callados e indefensos, parpadeando ante las candilejas de un auditorio vacío.”


domingo, 17 de abril de 2016

Stieg Larsson: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (***)

            (749 pág.; Destino)                                        (23; abril de 2016)
            Más de cuatro años después de haber leído la primera parte leo esta segunda con verdadero interés, pues el recuerdo que tenía de aquella me hacía presuponer que esta me iba a gustar tanto o más. Marisol (que ha leído la saga) considera que las historias en las que el protagonista es el malvado son amorales pero, por muy manida que ya esté la frase, todo es relativo: la protagonista causa daño, cierto, pero es a los que causan más daño que ella y, además, no se le puede atribuir el adjetivo de amoral. Y a mayor abundamiento, su personaje hace que el lector se sienta atraído por ella (de aquí la opinión de Marisol), pero también está el personaje masculino que, sin duda, tiene el favor de los que lean la novela.
            La historia, que puede leerse con independencia de la primera parte, pues al principio se busca la manera de explicar las relaciones entre los personajes y cómo quedaron al finalizar esta, es entretenida, diversa, intensa y cruda, por qué no decirlo, en grado sumo, pues hay de todo y más, no en vano Larsson era periodista y, a mi entender, un hábil narrador de historias con muchos personajes y líneas de acción: una revista de investigación, un libro sobre la trata de blancas, los mafiosos que se dedican a ella y algunos trapicheos más, la protagonista que es una persona aislada del mundo pero que ha conseguido librarse de lo que la acosaba, la policía que se enfrenta a un caso claro pero que acaba pareciendo sin pies ni cabeza, la justicia y otras fuerzas públicas que velan por los intereses generales a pesar del daño que pueda causarse a los particulares,… si no me dejo ninguna en el tintero.
Aún me queda el tercer libro por leer de los siete que quería escribir Larsson, pero el más amoral de los males no creados por el hombre que merman nuestra existencia se lo impidió.




“Estaba amarrada con correas de cuero en una estrecha litera de estructura de acero.”


sábado, 16 de abril de 2016

Leopoldo Alas “Clarín”: Dona Berta (**)

            (60 pág.; Createspace)                                  (22; abril de 2016)
            Seis años después de haber leído la inmejorable Regenta leo otra obra del mismo autor. En este caso una obra menor en tamaño y calidad, lo primero porque no llega a la décima parte y lo segundo porque no tiene la profundidad ni el interés de la primera.
            Doña Berta es una anciana que tuvo un hijo sin tener marido y sus hermanos lo dieron en adopción y a ella la enclaustraron en la casa familiar que tienen en un pueblecito de Asturias. Sus tres hermanos ya han muerto y ella conoce a un pintor que le habla de un capitán, al que retrató y conoció poco antes de que este muriera. A ella le parece que pudiera haber sido su hijo y decide ir a ver el cuadro original a Madrid. Toda una aventura para una mujer octogenaria y sorda.
A pesar de que la obra no deja de ser un relato, es interesante por la cantidad de vocabulario que no es habitual y por una forma narrativa que quizá sea anticuada aunque a mí me gusta, pero creo que entre la primera parte, que se desarrolla en Asturias y es más extensa, y la segunda de Madrid hay una diferencia notable en la descripción de los hechos y como si no se supiera de qué hablar o hubiera prisa en acabar la historia.




“Hay un lugar en el Norte de España adonde no llegaron nunca ni los romanos ni los moros; y si doña Berta de Rondaliego, propietaria de este escondite verde y silencioso, supiera algo más de historia, juraría que jamás Agripa, ni Augusto, ni Muza, ni Tarick habían puesto la osada planta sobre el suelo, mullido siempre con tupida hierba fresca, jugosa, obscura, aterciopelada y reluciente, de aquel …”


sábado, 9 de abril de 2016

Mika Waltari: Sinuhé, el Egipcio (***)

(623 pág.; El País)                                          (21; abril de 2016)
Ya no recuerdo cuándo fue que tuve noticia de este libro por primera vez, pero hará más de treinta años y hasta ahora no había tenido su momento, por lo que lo cogí con ganas y he de decir que sus más de seiscientas páginas valen la pena.
Sinuhé es una persona atípica, en el tiempo en el que transcurre la acción y más en el actual, pues su motivación no es el éxito, ni el dinero, ni el poder, sino el conocimiento y por ello es un viajero incansable y curioso del saber ajeno. Y a pesar de no buscar la fortuna o la proximidad a los poderosos, se hace rico y se codea con estos últimos. Claro que si la novela sólo tratara de lo comentado hasta ahora sería como cualquier historia banal de las que ahora se hacen como churros. Pero no, pues Sinuhé nos cuenta cómo era la forma de vida del Egipto de hace más de tres mil años, en la que se nos explica la distribución del poder, lo que vale una vida humana, cómo se estudia y aplica la medicina, la sucesión de los faraones, los pueblos vecinos y sus costumbres, y todo ello narrado de forma muy amena. Imperdible el personaje del esclavo que tiene, a mi parecer con un cierto regusto a Sancho Panza.
La novela está basada en un par de papiros encontrados, pero pertenecientes a otro momento de la historia, pero seguro, seguro, que ni eran tan fáciles de leer ni tan sugestivos. 




“Yo, Sinuhé, hijo de Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro.”


sábado, 2 de abril de 2016

Manuel Vicent: Balada de Caín (**)

(191 pág.; Destino)                                        (20; marzo de 2016)
Al final se le coge el truquillo, es lo que le dije a Marisol cuando terminé de leer esta novela. Y es que no es moco de pavo seguir la vida de Caín cuando nace, ya fuera del edén, mientras ejércitos militares del siglo XX pululan por el desierto, junto con las andanzas de este mismo Caín, en este último siglo, en Nueva York tocando el saxofón. Pero así es Vicent, capaz de aunar lo irrelacionable (palabra que no está en el Diccionario de la Real Academia, pero que me parece de significado obvio).
Esta novela es de hace treinta años, casi nada, y en aquella época yo leía El País y la columna de Manuel Vicent. Lo primero que dejé de leer fue su columna y no porque no me gustara, sino todo lo contrario: siempre me hacía pensar en lo mal que estaba el mundo utilizando bellas palabras y relaciones entre cosas y hechos que nunca se me hubiera ocurrido. Ahora hace unos años que ya no leo el diario, a lo sumo lo hojeo: ya me he convencido del todo que la maldad campea a sus anchas, ¡a qué añadir leña!
No quiero decir que esta novela sea para todos los públicos, pues ya he comentado al principio la mezcla irreal de situaciones y tiempos, pero sí que, por lo menos una vez, hay que leer a Vicent: tienen una enorme capacidad de encontrar bellas palabras o construir frases bonitas, en absoluto ñoñas, a la vez que va relacionando diversas circunstancias hasta llevarte a la conclusión que él ya tenía prevista y que es, a todas luces, inesperada.




“Según tengo entendido mis padres se aparearon ya muy lejos del edén.”