(408 pág.; Debolsillo) (24;
abril de 2016)
Anna me regaló este libro por Reyes
porque de algún sitio saqué que debía leerse. A mí no me decía nada ni el
título ni el autor, pero lo pedí, me lo regalaron y leí la contraportada, y ahí
sí que me di cuenta de que sí sabía de qué iba: hay una película que vimos
Marisol y yo, Revolucionary road, que
no nos gustó nada. ¡Ay, señor, dónde me había metido!
Y aunque es cierto que al inicio de la novela la pareja
protagonista no para de gritarse y enfadarse por todo, similar a las escenas
que han quedado en mi memoria de lo que vi, luego el autor profundiza en el
trabajo del marido, en lo que este siente respecto de lo que hace y como ve
pasar su vida y espera seguir haciéndolo; también nos va descubriendo qué es lo
que desea hacer la esposa a fin de que mejoren las condiciones entre ellos y su
nivel económico y, a su vez, hay personajes secundarios que arropan a estos dos
principales y dan una buena consistencia a esta historia.
Marisol dice que es una historia de neuróticos norteamericanos,
y seguro que tiene razón, pero creo que está bien contada y no se aleja mucho
de una realidad que nosotros podamos conocer, esto hace que al leerla te des
cuenta de que en la vida uno tiene unos deseos que el devenir va puliendo y
puliendo, de forma sutil o acerada, y que cada uno termina aceptando y
asumiendo su realidad… o neurótico, sea o no norteamericano.
“Los sonidos finales del ensayo general dejaron a los Laurel
Players allí plantados, sin nada que hacer, callados e indefensos, parpadeando
ante las candilejas de un auditorio vacío.”
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