(749 pág.; Destino) (23;
abril de 2016)
Más de cuatro años después de haber
leído la primera parte leo esta segunda con verdadero interés, pues el recuerdo
que tenía de aquella me hacía presuponer que esta me iba a gustar tanto o más.
Marisol (que ha leído la saga) considera que las historias en las que el
protagonista es el malvado son amorales pero, por muy manida que ya esté la
frase, todo es relativo: la protagonista causa daño, cierto, pero es a los que
causan más daño que ella y, además, no se le puede atribuir el adjetivo de
amoral. Y a mayor abundamiento, su personaje hace que el lector se sienta
atraído por ella (de aquí la opinión de Marisol), pero también está el
personaje masculino que, sin duda, tiene el favor de los que lean la novela.
La historia, que puede leerse con
independencia de la primera parte, pues al principio se busca la manera de
explicar las relaciones entre los personajes y cómo quedaron al finalizar esta,
es entretenida, diversa, intensa y cruda, por qué no decirlo, en grado sumo,
pues hay de todo y más, no en vano Larsson era periodista y, a mi entender, un hábil
narrador de historias con muchos personajes y líneas de acción: una revista de
investigación, un libro sobre la trata de blancas, los mafiosos que se dedican
a ella y algunos trapicheos más, la protagonista que es una persona aislada del
mundo pero que ha conseguido librarse de lo que la acosaba, la policía que se
enfrenta a un caso claro pero que acaba pareciendo sin pies ni cabeza, la
justicia y otras fuerzas públicas que velan por los intereses generales a pesar
del daño que pueda causarse a los particulares,… si no me dejo ninguna en el
tintero.
Aún
me queda el tercer libro por leer de los siete que quería escribir Larsson,
pero el más amoral de los males no creados por el hombre que merman nuestra
existencia se lo impidió.
“Estaba amarrada con correas de cuero en una estrecha litera
de estructura de acero.”
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