(151 pág.; Lumen) (25;
abril de 2016)
Este es el único libro de Tennesse Williams que tenemos
en casa, así que llegados a su estantería y vistos los ya leídos y los que
quedaban por leer lo escogí con gusto, pues las películas que he visto de sus
obras, y son bastantes, a pesar de que son grandes dramas me han gustado mucho
y echo en falta repetir su visionado.
No sabía que era un libro de cuatro relatos, en el que el
del título ocupa el sesenta por ciento de las páginas, pero no vi ningún
problema en ello, pues los libros de relatos también me gustan mucho. Así que
empiezo con ese empeño y me quedo sorprendido
porque no me esperaba de este autor una historia de política-ficción, en la que
el hermano del protagonista, que acaba de volver a su ciudad, se encuentra con
que aquel y otros capitostes han convertido la ciudad en la fábrica de un arma
que destruirá a todos los enemigos que se puedan encontrar en el camino y,
además, controlan absolutamente todo dentro de la propia ciudad, pues nada les
es desconocido y todo es dirigido por ellos. El final me dejó perplejo y no sé
si es porque no podía haber un final más ortodoxo o porque el autor quiso acabar
de una forma más extraña todavía que la propia historia que explicaba.
Los otros tres relatos, verdaderamente cortos pues van de
las doce a las veinte páginas, son completamente diferentes, pero también
sorprendentes en sus temáticas. Libro interesante aunque muy diferente a lo que
creía que iba a leer.
“Cuando Gewinner Pearce regresó al hogar, tras haber viajado
durante años, en compañía de un preceptor y consejero, el recientemente
fallecido doctor Horace Greaves, todo lo que vio desde el aeropuerto, incluso
el edificio de éste, le pareció tan diferente que llegó a pensar que el avión
había efectuado una escala imprevista.”
Un empeño caballeresco
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