domingo, 7 de agosto de 2011

Irène Némirovsky: Suite Francesa (**/***)

            (521 pág.; La Magrana de Butxaca)             (4; febrero de 2011)
            Este libro consta de dos capítulos. En el primero se cuenta el éxodo de los franceses cuando los alemanes invadieron Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Hay una serie de personajes, desde gente llana del pueblo hasta nobles, a través de los cuales se cuentan las vicisitudes vividas en esos momentos. El segundo capítulo transcurre en un pueblo tomado por los alemanes y todos los personajes que desarrollan la historia son nuevos.
            Mientras lo estás leyendo no entiendes el porqué este cambio tan abrupto. Al final de libro, que también acaba subrepticiamente, hay unos anexos: el primero de ellos está dedicado a la forma que Némirovsky concebía sus personajes y sus libros. Para este había pensado en unos cuatro o cinco capítulos, con un total de unas mil páginas. Se quedó en la mitad. Los alemanes la arrestaron por ser judía a mediados de julio de 1942 y la asesinaron un mes más tarde en un campo de concentración. Su marido siguió igual suerte que ella tres meses más tarde.
            El segundo anexo incluye la correspondencia que en ese tiempo cursó su marido a mucha gente para intentar salvarla. Es desolador.
            Es el segundo libro que leo de ella y al igual que en el primero, he de decir que su expresión es pausada, tranquila, nada altisonante, pero lo que cuenta te hace sentir todo el sufrimiento que debió sentir la gente que vivió esos momentos. En el anexo ella se pregunta si encontrará el tono para esta obra: sin duda lo consiguió, pues sin usar ningún tipo de truculencias transmite al lector toda la tensión que debió representar el abandonar tu hogar (primer capítulo), así como lo que debió ser tener que compartir tu vida y tu casa con los invasores de tu patria.
            Es importante leerlo para que de vez en cuando se nos encoja el corazón con los avatares vividos por la generación que, en mi caso, nos precedió.


“Calent, pensaven els parisencs.”

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