domingo, 9 de octubre de 2011

Miguel Hernández: Poemas (**/***)

(139 pág.; Plaza & Janés)                  (23; mayo de 2011)

Con muchas ganas he leído este pequeño compendio de la poesía de Miguel Hernández, pues era otro autor del que no había leído nada. Pero, en cambio, conocía algunos de sus poemas, ya que la portentosa memoria de Marisol me los había recitado.

Y me ha sabido a poco. En parte a mi insensibilidad hacia la poesía y en parte a que no están la mayoría de los que recordaba y que tienen más carga sentimental o que tocan temas sociales.

No obstante, este es un autor que me hace vibrar y que pienso repetir más adelante.

No comento nada de su vida y de su muerte. ¿Para qué? De todos son conocidas ambas y de tamañas injusticias, la humana y la divina, yo no podría decir nada nuevo ni nada bien dicho que expresara cuánto me repugna la primera y en que poco fío la justicia de la segunda.




En esta ocasión, en lugar de las primeras palabras del libro, he preferido el final de uno de los últimos poemas escritos por Miguel Hernández antes de morir a los treinta y dos años:

“Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.”

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