domingo, 20 de marzo de 2016

Scott Turow: Presunto inocente (**/***)

(519 pág.; El País)                                          (17; marzo de 2016)
Este libro está en el estante que queda a la altura de mi mesita de noche y durante años he mirado el color verde del lomo a la espera de leer su contenido. Es cuestión de tiempo, como lo del punto de apoyo. Con su lectura me he dado cuenta que me gustan las historias de juicios, tanto leídas como visionadas pues, si están bien contadas, son historias de encajes de bolillos, es decir, no conocemos realmente lo sucedido y a través del juicio se desenmaraña, o bien, conocemos lo que pasó, pero el juicio está desvirtuado. De bote pronto me vienen a la memoria: El emperador de Ocean Park, La hoguera de las vanidades, Testigo de cargo (relato menor e insulso) pero la película es una maravilla, y también estarían la propia del título, Algunos hombres buenos, Falso culpable y, por similitud, Tempestad en Washington, que aunque no es propiamente un juicio goza de sus características.
En esta novela, el primer ayudante del fiscal general de un condado de Estados Unidos es acusado de haber violado y asesinado a una compañera de trabajo, fiscal como él. Este es el nudo, pero mucho antes de ello nos van mostrando diversos aspectos y personajes relacionados con la fiscalía, casos que se han visto coronados por el éxito, las elecciones a las que se tiene que someter el fiscal general y lo que entraña que no esté al frente de la oficina y, una vez sale a la luz lo indicado al principio de este párrafo, pasamos a conocer cómo se desarrolla un juicio, las tensiones entre la defensa y la fiscalía, la participación del juez y cómo va dando bandazos la posible absolución en base a las pruebas y los argumentos presentados.
Como es una novela y no un libro de texto de Derecho, a lo largo de la historia vamos enterándonos de pequeñas triquiñuelas de los personajes que nos conducirá a la inesperada traca final. Ya lo he dicho, me gustan las historias de juicios, sobre todo si están tan bien engarzadas como esta.




“Siempre empiezo así:
–Yo soy el fiscal.”


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