sábado, 3 de noviembre de 2018

Lucia Berlin: Manual para mujeres de la limpieza (***)


(432 pág.; Alfaguara)                        (49; octubre de 2018)
A Marisol no le gustan los libros de relatos, por lo menos así lo dice, pero no deja de regalármelos e incluso, como es el caso, de comprárselos ella. El caso es que yo no era consciente de que me gustaran, pero después de haber leído sesenta y cuatro libros de este estilo de narración he de concluir que me gustan y mucho, aunque no creo que sea casualidad que treinta y uno de ellos me hayan parecido muy buenos. Es decir, la selección ha sido afortunada. Y este es uno de los mejores, aunque de los más duros de leer. Berlin, que no tuvo una vida nada fácil, aplica todo lo que le ha sucedido, todo lo que ha visto a su alrededor y todo aquello que ha podido imaginar que no era agradable que le sucediera a uno para describir unos trozos de vida que golpean al lector sin dejarle respirar y que le hacen cuestionarse si este es el mejor de los mundos posibles.
Este manual que no es para mujeres de la limpieza (si no estoy equivocado solo sale una), sino que es para mujeres, salvo un par de relatos en los que el protagonista es un hombre, describen todas aquellas situaciones en las que la mujer se ve compelida a soportar a familiares directos, a jefes difíciles, además de circunstancias que no facilitan en absoluto una vida más o menos tranquila. Los relatos están escritos con un vocabulario sencillo, con frases nada alambicadas y sin entrar a cuestionar los porqué: la protagonista se encuentra así y eso es lo que relato, viene a decir la autora. Pero el mal cuerpo nos lo quedamos nosotros porque las historias son muy buenas; es la vida la que no lo es. Al pie de la portada uno de los más bellos: debería estar en todas las consultas médicas.




“Nunca se oyen sirenas en la sala de urgencias; los conductores las apagan en Webster Street.”
Apuntes de la sala de urgencias, 1977



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