(304
pág.; Roca) (34;
julio de 2020)
Marisol es muy aficionada a los libros de intriga y mucho
más a comprar libros, aunque ahora solo sean digitales. Desde que tenemos
lectores digitales ha adquirido algunos más de seiscientos, por lo que debe
salir a una media de dos libros a la semana, más o menos. Esta introducción es
debido a que el libro que aparece en la primera línea o en la imagen es de los
que cumplen ambas condiciones y, aunque ya no me los encuentre en las
estanterías, me los encuentro en el excel donde aparecen todos ellos y así
pasan, lentamente, a ser leídos, lo cual no me parece mal, porque de otra
manera no leería tantos libros actuales y me relajo un poco de los más raros
que acostumbro a leer.
Segunda entrega del inspector Vaara que no sale muy bien
parado de la primera, lo que se va comentando a lo largo de la novela, en la
que debe dilucidar un par de cuestiones: si un nonagenario héroe de guerra que
estuvo con su abuelo en la Segunda Guerra Mundial fue un criminal de guerra y
si la espantosa muerte de una mujer fue obra de su amante o de su marido, todo
ello aderezado con su miedo a que su mujer pueda perder al hijo que está por
nacer.
Aclaremos que el asesinato de la mujer mencionada ha sido
hecho de forma espeluznante y, aunque se relata por partes, es demasiado
explícito, por lo que puede haber algún alma sensible que pueda quejarse de
tanto detalle (yo no creo ser muy sensible, pero me sobró alguna línea). Tampoco
es parco en detalles en cuanto a los desplazamientos por Helsinki, pero esto no
causa horror. Me parece que ya lo he expresado en alguna otra ocasión, pero
este tipo de libros está bastante saturado, por lo que los recién llegados (con
relación a los de hace un siglo) han de ser diferentes a los anteriores y pueden
caer en excesos. No obstante, su lectura es recomendable y yo solo avisaba.
“El bebé me da una patadita en la mano y me despierta de mi
siesta.”
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