(319 pág.; Seix Barral) (42; junio de 2022)
Este es el tercer libro que leo de este autor y, aunque
tardaré unos años, no será el último. En la pequeña reseña del segundo
terminaba diciendo “¿Cuándo podré volver a leerle?”, ahora ya lo digo en el
primer párrafo. Curiosamente, en el anterior decía que la lectura se hacía
lenta hasta que entraban más personajes; en cambio aquí, que solo está el
narrador, más algunos personajes incidentales pero ni siquiera secundarios, toda
la novela es pausada, pero lleva al lector a acumular una tensión por el qué va
a pasar.
El narrador es un profesional que ha dejado el trabajo y,
con su pareja, han decidido irse de Nueva York a vivir a un piso que compraron
cuando fueron la primera vez a Lisboa. Ella tiene que terminar unas
conferencias ya acordadas en algunos lugares del mundo, por lo que él se
encarga de hacer el traslado de los enseres, de adecuar la casa que necesitaba
actualizarse, de colocar las cosas como él recuerda que estaban en NY para que
ella se sienta más cómoda y nos va relatando lo que hace y porqué, lo que tenían
y cómo, lo que ella verá cuando llegue y se alegrará, etc., etc.
Nos habla también de cómo es y está Lisboa (me cogieron
ganas de volver a pasear por sus calles), de la gente, las tiendas… y van
pasando las hojas y ella no llega, pero él no se alarma, pues estará en algún
lugar del mundo dando una conferencia. El lector aguza el oído para oír los
pasos de ella en la escalera.
“Me he instalado en esta ciudad
para esperar en ella el fin del mundo.”
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