(240 pág.; Impedimenta) (30; junio de
2020)
Dos libros de este autor me encuentro en la estantería
virtual de Marisol, así que voy a internet a enterarme de quién es y averiguar
porqué ella los tiene. Es un escritor, profesor de literatura, que tuvo mucho
éxito en los pocos años que vivió, y entre sus obras más importantes está la
que hoy comento. Dicen que la distancia es el olvido y no puede aplicarse a
este libro, pues ha habido un traductor, un editor, una compradora y un lector,
por lo menos. Pero sí que la distancia en el tiempo y en la cultura hacen que
no sea lo mismo leer este libro ahora y aquí, que hace más de cien años y por
un japonés. También me gustaría saber qué piensa un japonés de hoy en día de
las historietas que va contando este “niño mimado”.
Las dos últimas palabras es el equivalente al título en
japonés, protagonista de la novela y profesor de instituto destinado a una
remota población, por lo que ya hay un choque cultural entre su manera de ver
las cosas, como tokiota que es, y los habitantes de ese pueblo. Para él es la
primera vez que dará clases, pero eso no le amilana; no obstante, el
comportamiento de sus alumnos, de sus colegas y de la propia dirección del
centro harán que no se sienta a gusto y que adopte las más extrañas posturas
frente a lo que le va sucediendo.
Según la editorial, esta novela “es una de las más
hilarantes y entretenidas novelas japonesas de todos lo tiempos”. A mí me ha
parecido que estaba bien, que si sabes que intenta plasmar lo extraño que se
encontró Soseki en Londres puede que le encuentres un porqué, pero el adjetivo
hilarante es para cuando lloro de risa y no fue el caso. Yo diría, más bien,
que el personaje es muy singular.
“Desde niño he tenido una impulsividad innata que me viene
de familia y que no ha hecho más que crearme problemas.”
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