(416
pág.; Alianza) (28;
junio de 2020)
Parafraseando a Newton, “Virgilio iba a hombros de un
gigante”, es decir, de Homero. Joel me regaló este libro hace ya muchos meses
y, por fin, lo he podido leer: una delicia. La edición de la que muestro su
portada no es cómoda de leer, pues los versos de Virgilio ocupan toda la línea
y las páginas están llenos de ellos: abruma. Tuve suerte de encontrar una
versión digitalizada con los versos ocupando una línea y media, por lo que la
lectura es mucho más fluida y con más de cuatrocientas notas que abrían un
recuadro, que es lo más práctico. Las notas detallan todos los accidentes geográficos,
los nombres de las ciudades y todo ser vivo o imaginario que aparece, un
conocimiento enciclopédico. El libro impreso no tiene ni una nota pero, en
cambio, tiene veintisiete páginas de índice onomástico. Entre los dos se puede
aprobar una tesis.
La primera parte de la Eneida es como la Odisea:
en este caso, el héroe busca un sitio donde volver a vivir después de la
derrota de Troya y padece tormentas, pérdidas de naves y tripulación y se ve
envuelto en amoríos con una reina. La segunda parte es como la Ilíada,
es decir, batalla tras batalla para poder tener un territorio donde asentarse.
La diferencia con las obras de Homero es que en las de este, sobre todo en esta
última, la repetición es constante y en la de Virgilio no se comete ese “error”,
sino que hasta las muertes de los soldados son descritas de formas muy diferentes.
Ventajas de ser el segundo y ser tan buen escritor: está considerada la cumbre
de las narraciones latinas. Y yo lo he disfrutado, espero que muchos más.
“Yo soy aquel que modulé
otro tiempo canciones pastoriles
al son de mi delgado
caramillo.”
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