(383 pág.; Tusquets) (54; octubre de 2020)
Ya hace unos meses que me encontré este libro en la calle
y, como no lo teníamos, me lo quedé con la intención de leerlo, a pesar de que
Murakami estaba a mucha distancia de volver a ser leído, pero el destino me dio
la posibilidad de disfrutar de una de las obras más reconocidas de él, y con
razón.
Un joven cercano a la cuarentena escucha una canción de Los
Beatles mientras aterriza el avión en el que viaja y eso lo retrotrae veinte
años atrás, cuando tenía dieciocho años y, mientras el avión toca tierra, se
desliza por la pista y termina anclado en la terminal, el joven se recreará
recordando dos o tres años de su vida y nosotros los conoceremos de primera
mano: entre otras vivencias, recordará a su amigo de los dieciocho y a la joven
que era novia de su amigo; la relación que tuvo con ella; a la chica que
conoció cuando ya tenía veinte años; cómo eran sus relaciones con sus padres y
cómo le iba en la universidad; recordará todo eso hasta que lo desalojen del
avión.
Su lectura es envolvente, pues nos transporta a Japón
(aunque yo no era consciente de que estaba hablando un japonés, salvo cuando
surgía alguna palabra que no se ha traducido), y a las sensaciones vividas por
una persona próxima a los veinte años que las vive, las siente y, para bien del
lector, les transmite mejor, con lo que uno disfruta leyéndolas y, a medida que
va pasando las hojas, se lamentar de que al viaje cada vez le quede menos
recorrido. Destino: por otro Murakami en mi camino.
“Yo entonces tenía
treinta y siete años y me encontraba a bordo de un Boeing 747.”
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