(126 pág.; Anagrama) (58; octubre de 2020)
Este libro lo conocí gracias a la película del mismo título
y, como me gustó mucho, decidí regalárselo a Anna, motivo por el cual lo metí
en la lista de mis libros a leer y ahora he dado buena cuenta de él. Pero es
tan cortito y me ha gustado tanto, que lo empecé poco antes de ir a cenar y lo
acabé antes de ir a dormir. Una pena. Ojalá el editor no hubiera esquilmado
tantas y tantas cartas, hubiera podido disfrutar mucho más.
La señorita Hanff, de la que aparece una foto al final del libro, es una joven que malvive gracias a sus aportaciones a guiones televisivos en 1949, pero cuyas ansias de lectura van más allá de la narrativa, por lo que precisa una librería especializada en obras antiguas, y localiza una librería de segunda mano en Londres, y decide enviarles una carta solicitando un cierto libro. A partir de aquí, y a lo largo de veinte años, habrá una correspondencia entre ella y el personal de la librería, además, claro está, de incontables e inencontrables libros de varios siglos atrás. Pero no solo de libros se hablará en esas cartas y no solo libros irán de una orilla a otra.
El deseo de la señorita Hanff es cruzar el Atlántico y conocer esa librería que le está proporcionando lo que a ella más vida le da, ¿y el tuyo no es el de saber si lo consiguió? Dos entretenidas horas te separan de saberlo, así que deja de leerme y ponte a ello.
“Señores:
Su anuncio publicado en la Saturday
Review of Literature dice que están ustedes especializados en libros
agotados.”
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