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pág.; Algaida) (10;
abril de 2020)
Cada año elijo una novela de ciencia ficción de un autor
que aún no haya leído, pues cuando comencé a leer en serio, hace ya once años,
me propuse leer libros de esta temática que era una de las que no había leído
más allá de dos o tres en mi vida, y lo he seguido haciendo a la vista de lo
mucho que me han gustado. En la estantería física y digital de la que quería
leer un libro, pues ya tengo todos los libros digitales comprados por Marisol
indexados, estaba este mapa del tiempo, así que lo anoté para leerlo. El
día que iba a empezarlo le pregunté a Marisol qué le había parecido y su respuesta
fue que lo había dejado a las primeras de cambio.
Estamos en Londres, a finales del XIX, justo cuando Jack
el Destripador apareció en escena. Un joven de una familia acaudalada, sin
oficio ni beneficio, frecuenta el barrio de las prostitutas y conoce a una
joven por la que se siente atraído. Por otra parte, en este final de siglo la
ciencia y la tecnología están en boca de todos, pues se están viendo y aplicando
avances que nadie hubiera podido creer unas décadas atrás. Resultado de ese ambiente
es el libro de Wells La máquina del tiempo, que hace soñar a más de uno
con poder viajar al futuro, pero no es el caso del joven mencionado, cuyo deseo
será viajar al pasado debido a una circunstancia que será conocida por los
lectores del libro de Palma.
Y ahora mi
opinión: a pesar de la de Marisol, que siempre es para tener en cuenta por lo
mucho que ha leído y la cultura que tiene, como ya lo tenía en la mano lo
empecé a leer con la idea de dejarlo en el momento que no me gustara. La
descripción del Londres que he mencionado me ha parecido muy interesante y la
forma de abordar cómo se podía ir al futuro, aunque chirriaba, no era
suficientemente inoportuna como para dejar de leerlo. Al final de la primera
parte, está dividido en tres, se produce una sorpresa que me hizo aconsejarle
que volviera a leerlo. En la segunda parte mantiene el interés, a pesar de que
cada vez es todo más increíble, pero sabe explicar el cómo y el porqué al
lector, siendo bueno el razonamiento. Lamentablemente, en el tercero, la
inexorabilidad de la marcha del tiempo, no acompaña al autor que ya no tiene
una idea tan buena como en las dos partes anteriores y hace que no sea un final
acorde al desarrollo de la historia, aunque, a pesar de ello, recomiendo su
lectura en sus dos terceras partes.
“A
Andrew Harrington le hubiese gustado poder morir más de una vez para no tener
que escoger una única pistola entre las muchas que su padre atesoraba en las
vitrinas del salón.”
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