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de 425 pág.; Aguilar) (17;
mayo de 2020)
En febrero leí cien de las leídas de esta quinta parte y
no pude seguir leyendo porque no me apetecía nada dadas las circunstancias que
vivimos en marzo y abril por la invasión del Covid-19. Este mes me había
propuesto acabar con las trescientas y poco que me faltaban, pero nada más
empezar, y a la vista de lo que estaba leyendo, me planteé porqué seguía si las
opiniones anquilosadas en el siglo XIX de Nervo no me interesaban para nada y
no me aportaban ningún dato de interés. Así que la aventura que empezó, en
verso, hace ya muchos meses, se vio truncada de forma abrupta en prosa.
He leído toda su poesía y toda la prosa que informaba de
la lengua, la situación social que vivía e historias de personas conocidas por él.
No hay porqué comulgar con sus, hoy en día, trasnochadas opiniones o creencias
de cómo será la sociedad acabada la Primera Guerra Mundial, creencias que,
lamentablemente, no se cumplieron ni de lejos. Disfrutemos de su poesía, pues
es magnífica.
“Siempre que muere un hombre ilustre, sobre todo si muere en edad avanzada, pienso:
“¡Qué felicidad: ya no estará solo!”.”
Soledad
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