(100
pág.; Nórdica Libros) (21;
mayo de 2020)
Tenía anotado este libro como interesante de ser leído y
Anna me lo regaló por mi cumpleaños del pasado año. La edición es magnífica,
con una buena calidad de papel y unos divertidos dibujos, como puede verse por
el de la portada. Lo leí en formato digital porque Marisol también lo había
comprado, pero luego pasé cada una de sus páginas para ver las imágenes. Después
de la rueda, el libro puede que sea el invento más perdurable en su diseño y el
más placentero para los sentidos y si, además, no te molesta trastear con
ellos, entonces no tiene comparación. ¡Qué buen regalo!
El capote
del título es la prenda que desea un pequeño funcionario del estado ruso ya que
el que tiene está muy viejo y que después de ahorrar mucho, y mirar con el
sastre que se lo iba a confeccionar dónde compraba cada uno de los elementos
que lo componen, consigue estrenarlo, pero no todo saldrá como él esperaba.
Casi doscientos años nos separan de la realidad que describe Gogol en este
cuento, una eternidad, pero sigue siendo interesante conocerla por lo bien
contada que está.
“En el departamento… pero
será mejor no nombrarlo.”
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