(200 pág.; Destino) (51;
julio de 2016)
Entre su primer libro, que fue el primero que leí de
ella, y este, que es el último publicado durante su vida, transcurrieron diecinueve años. Aún le quedarían cuarenta y
uno más de vida, pero no se publicaron más que algún libro de relatos y
recopilatorios, pues una enfermedad consiguió silenciarla, lo que no había
conseguido el entorno de aquella España en la que vivió y desarrolló su obra.
En esta novela, que es la primera de una trilogía
inacabada, un adolescente se encuentra durante el verano que pasa con su padre,
un militar casado en segundas nupcias, con dos hermanos adolescentes y
solitarios, ella mayor que él, y también pertenecientes a una familia
desarraigada. Durante los tres veranos de los años cuarenta en los que
transcurre la historia iremos conociendo poco a poco cómo se van haciendo mayores,
cómo pasan esos meses de la canícula y, ya casi al final, el desarrollo mental
del protagonista de la novela y sus aspiraciones en la vida.
El tono de la novela es como el de Nada, apagado, mustio, tal y como corresponde a la España que le
tocó vivir a su autora y que ella muestra a través de esos tres jóvenes y la
media docena de adultos que son sus familiares directos y que, hoy en día,
parecerá poco creíble a los jóvenes que no pasen del medio siglo.
“Era como viajar hacia el centro del mismo sol.”