viernes, 18 de marzo de 2022

Elena Ferrante: La niña perdida (*)

(207 leídas de 480 pág.; Lumen)                   (18; marzo de 2022)

Marisol leyó tres libros de esta autora en unos diez días y yo leí que era recomendable esta cuarta entrega, que Marisol ya no quiso leer. E hizo bien.

Me voy al hospital y me lo llevo como libro a leer (solo iba a estar veinticuatro horas). Cuando vuelvo a casa sigo leyendo, pero llega un momento que me planteo el porqué lo hago. Y a eso voy en el párrafo siguiente.

En esta novela, que sé que es la cuarta de una tetralogía que, aparte de la cantidad de personajes que salen que ya tienen un pasado y que yo desconozco, se puede leer como si no fuera así, se trata la vuelta al pueblo de una de las dos amigas y ello es la excusa, porque la vida ha cambiado, para que se nos vaya informando de lo que son ahora, por lo que es como si la historia comenzara allí. Esta mujer, que ha tenido un pasado con más de tres o cuatro hombres del pueblo, ha tenido una amiga de la que ahora se encuentra alejada pero, como se aprecian, volverán a aceptarse y, supongo yo, que donde la dejé (casi la mitad) comenzaría la parte de la intriga que se ha ido tejiendo desde el principio de la historia.

El problema es que no deja de ser una historia de chismorreos (la palabra chafardería no está en la RAE) tales como qué me pasó con este, qué haré con el hijo de aquel cuando estoy con otro, me gusta aquel otro pero no está por mí todo lo que yo quisiera, y así ad libitum, y a mí se me acabó al día de estar en casa.





“Desde octubre de 1976 hasta 1979, cuando regresé a Nápoles para vivir, evité reanudar relaciones estables con Lila.”



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