(344 pág.; Alfaguara) (41; agosto de 2020)
A pesar de que este libro me gustó más que el anterior,
tampoco lo tuve fácil, pues el tema de los nombres no lo llevo muy bien y, al
principio, aparecen varios personajes que, entre sus nombres y apellidos alemanes,
me descolocaban un tanto.
El que habla en el inicio de la novela es un escritor,
hijo de un reputado abogado, que ha entrevistado a una alemana que llegó a
Colombia huyendo de la Alemania nazi y fue amiga de su padre, por lo que en el
libro, fruto de esa larga entrevista, se remueve el pasado, aunque no se
menciona a su padre. A este no le ha hecho ninguna gracia, pues considera que
lo que sucedió en los años treinta y cuarenta queda muy lejos en la memoria y
nadie quiere recordarlo. No es esta la opinión del autor del libro que
considera que la vida de la amiga de la familia es suficientemente atractiva para
que interese en la actualidad.
Tal como he dicho, el narrador es un escritor que nos
cuenta la peripecia con su padre a raíz de haber escrito ese libro, cuyo
contenido nos es contado por la amiga de la familia, por lo que casi la
totalidad de la historia es conocida a través de alguien que la va relatando
mediante largos capítulos y parece que fueran autobiográficos. El trasfondo de
la historia trata de los alemanes que huyeron y fueron a residir a Colombia.
“En la mañana del siete de abril de 1991, cuando mi padre me
llamó para invitarme por primera vez a su apartamento de Chapinero, había caído
sobre Bogotá un aguacero tal que las quebradas de los Cerros Orientales se
desbordaron, y el agua bajó en tropel arrastrando ramas y tierra, tapando las
alcantarillas, inundando las calles más angostas y levantando carros pequeños
con la fuerza de la…”