(132
pág.; Forgotten Books) (10;
marzo de 2019)
Repetir un autor del cual no tengo
más libros en casa resulta caro en tiempo: seis años ha/he esperado, y eso que valoré
La casa de muñecas de lectura
imprescindible, es decir, que tengo a Ibsen muy bien considerado, pero hay
otros más, muchos, quizá demasiados por leer; pero si no lo hiciera de esta
manera me encontraría agotando a un autor y dejando a muchos otros de lado y no
llegaría a leerlos nunca. No se puede con todo. Pero la espera ha valido la
pena: la señora Gabler ha sido una corta, pero gran e intensa compañía. Ahora
la espera aún será mayor y ya se empieza a correr el riesgo de que no llegue a
tiempo. Ya veremos, que no será por ganas.
Hedda y su esposo acaban de volver
de su viaje de novios. En su casa les espera la tía de él: una señora mayor que
vive cerca y cuida a otra tía de salud delicada. A Hedda no le hace gracia que
se inmiscuyan en su vida por lo que le hace ver que no es muy bienvenida su
presencia en esa casa, así como la de la persona de servicio que tienen y que
ya había cuidado de su esposo cuando era un niño. La protagonista irá tomando
el control de todo y no lo hará de forma sutil ni escuchando a su marido.
No
explico qué tiene que ver la pistola de la portada porque Ibsen lo hace mucho
mejor de lo que yo pueda hacerlo y si empiezas a leer el libro ahora en un par
de horas lo sabrás… y habrá valido la pena.
“JULIA. (Se para delante
de la puerta, escucha un rato, y dice a media voz:)—Pues, por lo visto, no se
han levantado aún.”
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