(239 pág.; Duomo Nefelibata) (6; enero de 2018)
A Marisol le gustan las novelas policiacas y si, además,
transcurren en lugares que ha estado y son bonitos, miel sobre hojuelas. Esta
es la razón por la que tengamos la primera novela del comisario Bordelli en el
estante de la v y, parafraseando a Camilleri, “absolutamente olvidable”. Con
ello no quiero decir que sea una mala novela, al fin y al cabo, le he puesto
dos estrellas, pero Florencia se queda en la mención de cinco calles que
probablemente no has oído nunca; el comisario Bordelli de héroe tiene poco, en
todo caso es una buena persona que no cuadra con ser comisario de policía; el
asesinato es tan complejo, artificial o improbable que es lo que menos importa
de la historia. Y ahora las razones por lo que vale la pena leerla: tiene unos
buenos personajes secundarios y sus historias son mejores que la principal. De
ahí que la recomiende.
Para abundar un poco en la trama: Bordelli, que no es un
comisario al uso y tanto es así que su superior ya le ha llamado al orden
alguna vez, se encuentra con el fallecimiento de una mujer mayor que sufría
problemas respiratorios. Alrededor del cadáver se encuentra el vaso con el medicamento
que se tomó cuando le sobrevino el ataque que no pudo superar, pero el frasco
no se había abierto ni una vez. La difunta tiene dos sobrinos que lo heredarán
todo por lo que son sospechosos de asesinato, pero ambos se encontraban fuera
de la ciudad y tienen testigos de ello. De los personajes que conoce Bordelli
no hablo porque es mejor que los vaya descubriendo el futuro lector y no que yo
los destroce.
“El comisario Bordelli
entró en su despacho a las ocho de la mañana, después de una noche casi sin
dormir, dando vueltas entre las sábanas empapadas de sudor.”
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