domingo, 4 de febrero de 2018

Marco Vichi: El comisario Bordelli (**)

(239 pág.; Duomo Nefelibata)                      (6; enero de 2018)
A Marisol le gustan las novelas policiacas y si, además, transcurren en lugares que ha estado y son bonitos, miel sobre hojuelas. Esta es la razón por la que tengamos la primera novela del comisario Bordelli en el estante de la v y, parafraseando a Camilleri, “absolutamente olvidable”. Con ello no quiero decir que sea una mala novela, al fin y al cabo, le he puesto dos estrellas, pero Florencia se queda en la mención de cinco calles que probablemente no has oído nunca; el comisario Bordelli de héroe tiene poco, en todo caso es una buena persona que no cuadra con ser comisario de policía; el asesinato es tan complejo, artificial o improbable que es lo que menos importa de la historia. Y ahora las razones por lo que vale la pena leerla: tiene unos buenos personajes secundarios y sus historias son mejores que la principal. De ahí que la recomiende.
Para abundar un poco en la trama: Bordelli, que no es un comisario al uso y tanto es así que su superior ya le ha llamado al orden alguna vez, se encuentra con el fallecimiento de una mujer mayor que sufría problemas respiratorios. Alrededor del cadáver se encuentra el vaso con el medicamento que se tomó cuando le sobrevino el ataque que no pudo superar, pero el frasco no se había abierto ni una vez. La difunta tiene dos sobrinos que lo heredarán todo por lo que son sospechosos de asesinato, pero ambos se encontraban fuera de la ciudad y tienen testigos de ello. De los personajes que conoce Bordelli no hablo porque es mejor que los vaya descubriendo el futuro lector y no que yo los destroce.




“El comisario Bordelli entró en su despacho a las ocho de la mañana, después de una noche casi sin dormir, dando vueltas entre las sábanas empapadas de sudor.”


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