(leídas 108 de 196 pág.; Siruela) (11; febrero de 2018) (Premio
Nobel 2009)
Los dos libros anteriores que leí de esta autora solo me
parecieron recomendables, pero como de todo autor que leo algún libro y no me
desagrada lo pongo en la columna de leer otro, más tarde que temprano llega su
momento (en este caso ocho años), por lo que tenía ganas de ver si me gustaba
algo más este tercero. Pero ha sido todo lo contrario.
Una joven narradora nos va contando las peripecias
vitales de tres estudiantes y de una compañera de habitación. Todos ellos son vigilados
y tanto sus pertenencias como su correspondencia revisada. Pero la manera de
explicar la historia, con frases y párrafos cortos, así como lo enrevesado o
poco claro de la misma hizo que me planteara el porqué seguía leyendo.
Estoy seguro de que lo descrito era lo que sucedía en
Rumanía durante la dictadura de Ceaucescu y que, además, debe estar muy bien
escrito, pero yo no entendía a qué se refería cada vez que mencionaba “la
bestia del corazón”. Tengo otra columna para los autores a los que prefiero no
volver a leer otro libro.
“Cuando callamos, nos
tornamos desagradables, dijo Edgar.”
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