(157 pág. de 341; Planeta) (63;
noviembre de 2017)
Tuve que respirar “abdominalmente en ocho tiempos” para
no dejar el libro en las cinco primeras páginas; en las cincuenta siguientes, mientras el protagonista mantenía una plúmbea conversación con su hija Kandahar tuve que respirar “abdominalmente
en ocho tiempos” varias veces; y en el resto de lo que leí, y que trata de una
conversación con un echador de cartas, nos encontramos los tres respirando “abdominalmente
en ocho tiempos”. Y me cansé de tanto respirar.
¿Verdad que es repetitivo e innecesario lo que ha aparecido
entrecomillado tres veces en el párrafo anterior? Pues en las páginas que leí
lo repite ¡trece veces! y en alguna de ellas en más de una ocasión. La
conversación con su hija, Kandahar, va de la página 35 a la 70 y su nombre se
menciona 63 veces. No la conozco, pero empezaba a odiarla.
Considero a Sánchez Dragó una persona erudita pues alguna
vez lo vi en televisión hace muchos años, y he leído algún artículo
periodístico de él, pero un libro así no tiene pase. Marisol leyó en su momento
diez páginas más que yo. Los premios Planeta y yo estamos reñidos, pues para
uno que me ha podido gustar, la mayoría no puedo tacharlos ni de comerciales,
aunque si así les va bien el negocio me parece perfecto. Yo, poco a poco, me
estoy vacunando contra su lectura.
“La Biblia lleva razón
cuando dice que el Maligno se embosca en lo baladí.”
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