(518 pág.; Amazon) (65;
diciembre de 2017)
Una tarde, hace poco más de cuarenta años, me encontraba
enfermo y hacia eso de las siete me trajeron este libro que yo no tenía ni
había leído. Doce horas después apagaba la luz y me ponía a dormir. Este año he
querido leerlo de nuevo, pues aunque la historia es muy conocida, tenía ganas
de tener presente el texto original.
A medida que lo iba leyendo pensaba en lo que habría
significado leerlo en el momento de su publicación, pues las descripciones de
lo que sucede nunca son claras, ya que los narradores son los que desconocen la
realidad que están viviendo y, sobre todo, están envueltas de misterio,
supersticiones o terror ancestral.
Yo diría que hay dos partes claramente diferenciadas en
la novela. Como no voy a explicar la trama, pues nadie nacido fuera de esta
década la desconoce, sí que daré el punto de inflexión que tiene la historia:
cuando todos los protagonistas se reúnen en casa del doctor. Ya ha llegado Van
Helsing y nos ha metido más miedo en el cuerpo con la amiga de la protagonista
y, a partir de ese momento, se trata de acabar con Drácula. Pero entonces la
tensión disminuye y puede llegar a hacerse tediosa tanta explicación sobre el
porqué de las facultades, carencias o dificultades del citado y temido conde.
Características que, obviamente, Stokes no explica ni presenta razonadamente,
sino que, a medida que avanza la historia va diciendo que si los ajos, la cruz,
la estaca, la luz solar y más cosas por el estilo. Además, se hace muy
ostensible el machismo de la época: los hombres pueden con todo y las delicadas
mujeres se han de quedar en casa, a pesar de que es la protagonista la que arroja
más luz sobre el conde que ellos mismos. En cualquier caso, una excelente
novela que creo que hay que leer.
“Cuando iniciamos nuestro
paseo, el sol brillaba intensamente sobre Múnich y el aire estaba repleto de la
alegría propia de comienzos del verano.”
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