(139 pág.; El País) (68; diciembre de
2017)
Comienzo a leer este libro pasadas las doce de la noche y
no lo puedo dejar hasta haberlo acabado, a pesar de conocer la historia pues vi
la película basada en él. Personalmente, me gusta más la película, sin desdeñar
en absoluto el libro, pero el guion de la misma le quita lo azaroso que fue en
Chile el tiempo en que transcurre la historia y, en cambio, intensifica la
relación entre el poeta y el cartero, lo que la hace mucho más entrañable y
divertida a la vez.
Un joven pescador, al que no le gusta el trabajo duro ni
madrugar, ve un anuncio en la estafeta de correos en el que se solicita un
cartero para atender a Pablo Neruda que está en la isla. A este joven, con
pocas luces y menos estudios, el contacto con Neruda hace que espabile y, entre
las lecturas y enseñanzas que recibe, consigue su lugar en la vida.
Metafóricamente hablando.
“En junio de 1969 dos
motivos tan afortunados como triviales condujeron a Mario Jiménez a cambiar de
oficio.”
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