domingo, 10 de septiembre de 2017

Lewis Carroll: Alicia en el país de las maravillas, A través del espejo, La caza del Snark (**)

(391 pág.; Penguin Clásicos)                     (43; agosto de 2017; en Huesca)
Es casi imposible no haber oído nada de Carroll y menos de esta Alicia, pero como no lo había leído, y considero que es un clásico, se lo sugerí a Anna como mi regalo de cumpleaños y ella lo añadió al Cyrano. En esta edición no solo estaba la primera y segunda partes de la historia sino que, además, una especia de poema que Carroll escribió después de que se le ocurriera la frase final, es decir, construyó una historia para que finalizara con la frase que le vino a la cabeza en un paseo. El culmen de lo carrolliano.
Como no voy a explicar nada de la historia por su conocimiento general, diré que ya en los primeros capítulos de Alicia me pareció un tostón, que a pesar de leerlo a media mañana me entraba un sueño que no me lo provocan ni las píldoras que tomo para dormir, pero me empeñé en leerlo porque era corto. Luego seguí con el Snark y, como no me desagradó (aunque ya he dicho que todavía es más surrealista que las otras dos historias), seguí con A través del espejo. Creo que son dos historias para leerlas cuando se es adolescente o antes, incluso. He de resaltar su ingenio, su lógica ilógica o viceversa y la capacidad de improvisación del autor, pues fue una historia inventada mientras se iba explicando, y es por eso que la recomiendo a los jóvenes y a los no tan jóvenes si tienen curiosidad por lo que ha llegado hasta nuestros días con tanta fama, después de más de un siglo de haber sido escrito.
Y, con todo respeto, quiero resaltar que al final del libro hay un comentario de la obra de una afamada ensayista literaria, además de frases de otros críticos que ella trae a colación, que me han dejado más perplejo que el hecho de que una niña caiga por un agujero y se encuentre con ese increíble universo: se habla de la búsqueda del yo y el análisis freudiano, de que la historia trata sobre el falo (¿?), de brutalidad encubierta, de canibalismo, de crueldad desenfadada… No sé si tengo que volver a leer estos libros o ¡hacer que los vuelvan a leer estos sesudos críticos!




“Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos.”


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