(240 pág.; Club Editor) (48; agosto de
2017)
Cuando tengo un libro en papel no me parece mal buscarlo
gratis en forma digital: el autor ya ha cobrado sus derechos y a mí me resulta
más cómodo leerlo en ese formato. Así que cuando me regalaron el libro anterior
lo busqué en catalán y así lo encontré. Lo que no sabía era que ese libro nació
con menos de 400 páginas y llegó a tener 900, debido a la censura, en su
momento, y a la propia editorial del autor. Ni tampoco sabía que el libro de esta
entrada era la continuación (que también debía ser más larga) del anterior. En
el prólogo que figura en la edición digital (que fue la décima de papel) su
viuda da una explicación completa del porqué el libro debía salir con esta
continuación, pero parece ser que la editorial se lo ha repensado y en la que
me regalaron (décimo segunda) no incorpora este título. Sus derechos tendrán.
Después de esta digresión que dejé pendiente, he de confesar que creo que le hace un flaco favor a la
historia anterior este largo final en el que el narrador lamenta estar vivo,
echa en falta a los amigos que desaparecieron, habla con dios todo lo que no
habla con los hombres y termina aburriendo a los que no necesitamos ese tipo de
charla. Sí que es cierto que a través suyo y de otro personaje tan pesado como
él, aunque de carácter totalmente contrario, se nos amplía algo la historia
pasada, pero a mi parecer no tiene fuerza suficiente y el desarrollo del presente no tiene
tanto interés. Me quedo con el final de Incerta
glòria, aunque quede mucha historia por desvelar.
“Ho vaig saber
per atzar, a causa de la meva relació amb un petit grup de monges catalanes que
sobrevivien mig clandestinament tot esperant que les embarquessin cap a les
Antilles; les enviaven ben lluny del país, les nostres pobres monges, a
l’Amèrica, a l’Àfrica, a les Filipines.”